Un grito de gol se escuchó sonoro en la cancha llanera de la obrera. Mi padre, después de una hora que se caldearon los ánimos, aumentaros las faltas y las agresiones, se coronaba con el gol que llevaría al deportivo del Tepe a su triunfo final. Al mismo tiempo, su servidora era expulsada al mundo entre agonía, sudor y llanto en el centro de ginecología del IMSS.

Estoy segura que ese hecho seria el trazo disfuncional que llevaría mi vida. Mi madre dice que tardé una hora, lloré y lloré y no me podían calmar, supongo que inconscientemente sabía lo que me depararía el destino. Por eso odio el futbol.

A modo de confesión, espero querido lector que tengamos similitudes en él algunos interés, emociones e incluso anécdotas que incluiré cada semana en esta columna.

Descubrí el libro “La vida en el espejo” en la librería “El Tragaluz” en la calle de Guerrero —no hay paso, máximo de cuatro personas en el local—, pero créanme que encuentran cualquier tipo de lectura, desde algunos ejemplares de “El Libro Sentimental” hasta obras completas de grandes pintores y, con suerte, joyas como la que llegó a mi manos.

En este libro, a mis 35 años, leí estas líneas: 
—“No es ‘sólo un barco’, es el barco de mi padre. Es todo lo que alguna vez amó, todo lo que yo amo”.

Entonces llegué a mi casa y realicé un ejercicio que, sin querer después me ayudaría a una reconciliación con él.

A mi padre le gustaba la guitarra, amaba el futbol, fue abandonado por sus padres en el orfanato de San Sebastián desde los cinco años, eso desarrolló un espíritu competitivo ante la vida, fue una gran oponente en las peleas callejeras en el Barrio del Tepetate, nunca decía “No puedo” o “No sé”, era muy cariñoso, buen amigo, mi mamá le decía “El mil usos” pues fue: fontanero, taxista, herrero, mecánico, constructor e incluso sin más estudios que la primaria fue por años jefe de una de las líneas de producción de la ya desaparecida Industria del Hierro.

Cuando hice esta introspección para poderme quedar con las partes del “ barco” de mi padre, también lo absolví  de toda la culpa que por años albergué y de que sus métodos quizás estaban justificados en la infancia dura que él también tuvo y que fue tan diferente a la de sus hijas.

Aseguré además que el impacto negativo que tuvo su educación en él se debió sobre todo a mi  propia esencia, al hecho de que fuera yo un ser de naturaleza tan frágil e insegura a quien los reproches y métodos del padre afectaban de una manera más fuerte y directa.

Hoy en día no tengo contacto con mi padre, no pudimos resarcir nuestra relación pero lo amo con toda la capacidad de mi ser.

Pude rescatar muchas partes del barco que él construyó para sobrevivir. Excepto el del futbol.

Después, adentrándome más en la maravillosa narrativa del libro, encontré otra frase:—“Nunca perdí las esperanzas de que un día te convirtieras en esa reina que naciste para ser. Me doy cuenta ahora que ese día nunca llegará”.

Reina Roja

Habemos muchos en la construcción de ser reyes de nuestros propios sueños y metas, a lo largo de nuestro viaje juntos, analizaremos cómo podríamos ayudarnos a lograr a ser ese personaje que pudo haber cambiado nuestra vida.

*Artista visual, escritora y terapeuta

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