En la entrega anterior se afirmó que la elección de 2018 debía ser por planillas (EL UNIVERSAL, diciembre 28), en el sentido de que no será suficiente seleccionar candidatos a la Presidencia que sean honestos, preparados, competentes y con buena reputación, y capaces de ganar la elección correspondiente. Es de igual importancia que la próxima elección sea de ideas y propuestas, pues existen múltiples síntomas de que aspectos fundamentales del modelo mexicano se han agotado y requieren cambios.

El cambio que demanda la ciudadanía es transformacional, con propuestas que lleguen al fondo. Hay que demandar a los candidatos que se atrevan a hacer propuestas. En dos ocasiones, en este mismo espacio, se ha planteado la necesidad de actualizar el Estado mexicano, para que evolucione de un Estado proveedor a un Estado garante.

Abundan signos de que el Estado mexicano ha perdido la capacidad para mejorar el bienestar de manera continua. Con frecuencia, el debate se plantea al revés: se ponen las necesidades del Estado por delante de las de los ciudadanos. Paradójicamente, el Estado que se vino desarrollando en México desde las primeras décadas del siglo pasado es débil y obeso. En muchos aspectos representa una pesada carga para la ciudadanía. Parecería que la concepción no es que el Estado sirva al ciudadano, sino que el ciudadano se subordine a los intereses del Estado. Eso no puede continuar.

Como en otros países, el Estado ha hecho promesas que no puede cumplir. El colapso del Estado mexicano es evidente en múltiples ámbitos, pues es incapaz de proporcionar seguridad pública, de invertir suficiente en infraestructura, de proveer servicios de salud, es incapaz de proporcionar educación de calidad a todos quienes tienen derecho a ésta, e incapaz de procurar justicia para todos.

Además de su tamaño, la debilidad resulta de su ineficacia, en buena medida derivada de una concepción, hoy obsoleta, de que el Estado debe proporcionar directamente bienes y servicios a la población. Esta elección presenta la oportunidad de concretar un cambio de fondo del Estado, de reestructurarlo desde la base, a partir del principio de que se garanticen los derechos de los ciudadanos, pero de que sean ellos mismos, en organizaciones privadas, quienes produzcan los bienes públicos cuando esto sea posible.

Es pertinente comenzar preguntándole a los candidatos cuál es su visión del Estado mexicano para los próximos años: Estado proveedor o Estado garante, y en caso de que fuese el segundo, cómo sería la transición de la situación actual a esa nueva modalidad.

Presidente de GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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