Toda reforma, todo cambio, provoca reacciones. El tamaño de la respuesta es proporcional a los intereses que afecta. La capital del país vive días de caos por la oposición de los maestros a las leyes secundarias que derivan de la reforma educativa.

México vive días de efervescencia social resultantes de diversos factores. Uno de ellos es la sistemática resistencia al cambio que en nuestro país se ha convertido en bandera de opositores y motivo de desencuentros por los intereses de unos cuantos que se sienten perturbados frente al interés de la mayoría. Las diferencias son capitalizadas por los miembros y métodos de partidos opositores que, de manera irresponsable, echan leña a la hoguera para desacreditar al gobierno, así estén convencidos de las bondades de las reformas.

En el caso de la resistencia de una fracción del magisterio hay una cantidad de factores que alimentan la especulación y alientan la desestabilización frente al objetivo de un gobierno que actúa de buena fe, promoviendo un cambio legal que mira al futuro: mejorar la educación del país. Las reacciones eran previsibles, los riesgos de la protesta anárquica y violenta estaban en el escenario y, por lo mismo, el gobierno federal asumirá el costo de no dar marcha atrás a la Ley del Servicio Profesional Docente, que se discutirá en estos días.

Habría que investigar y castigar a quienes contribuyen a un clima de conspiración. Sean quienes ostentan poder y recursos para financiar y movilizar a las masas, o sean personajes que desde la oscuridad desean cobrar venganzas, ajustar cuentas, alterar el orden.

Estamos frente a un caso típico de una minoría que disiente y el interés superior del Estado; ante un caso típico de un dilema de la autoridad: reprimir bajo protocolos que aseguren el menor de los daños posibles o pecar de omisos dejando paso a la anarquía y a la afectación de terceros.

La semana pasada ha sido crucial en el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero los plantones y manifestaciones de quienes prevén un golpe a sus privilegios o calculan un daño a su estatus actual, no pueden impedir las reformas.

Una oposición que desea el fracaso del afán transformador del Presidente no puede interrumpir un proceso de cambios profundos en materia educativa, energética y hacendaria.

La apuesta por el caos es una actitud irresponsable y vergonzosa. Que el gobierno falle para demostrar que la ciudadanía se equivocó en su elección es una postura antipatriótica y retrógrada que pretende ignorar los beneficios con tal de subrayar los errores y denostar al enemigo.

Algo parecido ha sucedido durante la semana anterior en Querétaro. El cambio en el sistema de transporte ha tenido que vencer una serie de vicisitudes. La promesa del gobernador Calzada de ofrecer a los queretanos un transporte a la altura de las demandas de una zona conurbada, se ha venido cumpliendo tras un proceso en el que se han enfrentado un sinnúmero de dificultades y vencido resistencias de diversa índole.

El punto crítico del proceso llegó a un momento climático el lunes de la semana pasada cuando un centenar de conductores se negaron a proporcionar el servicio. El caos que provocaron ha sido mayúsculo. Una buena cantidad de usuarios se quedaron sin llegar a tiempo a sus labores o escuelas. Los choferes ya habían amenazado días antes (no estaban dispuestos a renunciar a los beneficios que les otorgaba el anterior régimen tales como recibir dinero en efectivo y reportar las ganancias a su buena voluntad).

La crítica no se hizo esperar: las redes sociales se activaron de una manera explosiva. Desde la crítica por el enojo hasta la burla y el insensato y perverso festejo de quienes han sido los enemigos políticos del cambio.

En un hecho sin precedentes, el gobernador Calzada pidió disculpas por estas desavenencias que empañaron el inicio de operaciones de un modelo que ha transitado por numerosas etapas técnicas y económicas, como pocas transformaciones impulsadas por el gobierno. En esta ocasión, un cambio que se aplazó por décadas.

Finalmente la modernización del transporte en la zona metropolitana de Querétaro será un hecho. Los ciudadanos podrán constatarlo al final de la jornada. Por ahora son escarceos, hasta tropiezos, pero el gobierno no se empecinará en quedarse en los errores, sino verá cómo superarlos. El objetivo final se cumplirá, superando las adversidades, convenciendo a los escépticos, derrotando a los desafiantes enemigos políticos que desean el fracaso. Al tiempo.

Escritor. Asesor del gobernador de Querétaro

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