Yo aún no nacía en el año de 1969, cuando Niel Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la superficie lunar un 20 de julio de ese mismo año; la proeza, más que sólo ser referida a una persona, a un país, o a una organización, representa más el triunfo de la ciencia, de la perseverancia del hombre y del empeño de una nación para lograr algo impensable, llevar y traer de regreso a una persona a la luna sana y salva —parafraseando a John F. Kennedy en su discurso a la nación el 12 de septiembre de 1962—.

Hoy martes #DesdeCabina, quiero traer este tema a mi reflexión semanal, el 50 aniversario del hombre en la luna, justamente por lo complejo de la empresa, por la multitud de actores e infinidad de esfuerzos que representó el poner a un ser humano en nuestro satélite natural. La analogía que deseo abordar tiene más que ver con un buen ejemplo del gran esfuerzo por marcar el rumbo de una nación completa y de varias generaciones para embarcarse en un proyecto de estas dimensiones.

Cuando J.F.K. se dirigió a la nación aquel 12 de septiembre, en pleno apogeo de la Guerra Fría y en franca desventaja de los Estados Unidos en la carrera espacial contra la ex Unión Soviética, buscaba imprimir una inyección de ánimo, aunque también en parte una justificación hacia el pueblo norteamericano sobre la gran inversión en la que el país habría de incurrir eventualmente; sin embargo, el asunto era “enganchar” a toda una generación, a todo su gobierno, a los incrédulos, a los científicos, a los políticos, a la sociedad civil que buscaba arduamente por adaptarse a la debacle de la guerra de Corea. Le funcionó sin duda al presidente, la nación entera se comprometió y más que solo aportar el esfuerzo, o el presupuesto a través de sus representante o dependencias, se involucró moralmente en la empresa.

Hoy que nuestro país vive una seria crisis de credibilidad, de compromiso hacia nuestras instituciones, de sería crítica a todo, a todos y contra todos, es cuando más toma sentido esta reflexión sobre la importancia de motivar, informar, “enganchar” a todos los miembros de la sociedad mexicana. Necesitamos imperiosamente y con mucha celeridad, motivar y convencer a toda la población, no solo a unos cuantos, sobre la gran empresa en la que deba de embarcarse nuestra nación, sobre la pertinencia, amplitud, pros y contras de cada programa, de cada iniciativa que se busque implementar (cualquier programa, como cualquier proyecto, debe de contar con una identificación y gestión de riesgos), se requiere estructurar cada proyecto y cada programa con una alineación concreta y sobre todo pertinente con el gran proyecto de país al que aspiramos.

Sin duda que dirigir una nación, con los retos, la diversidad social, étnica, política y económica no debe ser nada fácil; sin embargo, #DesdeCabina observo y reconozco la necesidad de un discurso que concilie, que convenza, que enganche pues a todo el país, que nos ponga en el camino de una gran empresa llamada proyecto de nación, que nos inyecte la estamina necesaria para volcarnos apasionadamente en darle a los mexicanos el país que nos merecemos.

@Jorge_GVR

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