El de ayer fue un día negro para el gobierno de la 4T en materia de seguridad. Porque si se evalúa al primer año del presidente Andrés Manuel López Obrador por sus cifras de inseguridad y violencia, el resultado es catastrófico: los primeros 12 meses de esta administración, a punto de cumplirse en 10 días, se perfilan ya como el año más violento de la historia reciente, a juzgar por las cifras oficiales de homicidios dolosos y de feminicidio que reportan, hasta el momento, 29 mil 547 asesinatos violentos tan solo de enero a octubre; algo que ya supera en casi mil ejecuciones, las 28 mil 868 registradas en todo el año 2018, el último de Peña Nieto, de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Si ya es oficial que la violencia del primero año de López Obrador será la más grave de la historia, a eso hay que añadirle las declaraciones que ayer hizo el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, uno de los mandatarios panistas más incómodos para la 4T, quien puso el dedo en la llaga al definir como “narcoterrorismo”, la situación violenta que vive su estado, especialmente la frontera de Nuevo Laredo en las últimas semanas: “Hay situaciones de violencia que se están generando aquí y no vamos a tapar el sol con un dedo. Es el comportamiento de criminales que quieren de alguna manera provocar el caos, el pánico la inseguridad a través de actos de violencia, sobre todo promoviendo el miedo y el terror, su comportamiento es de narcoterrorismo es un tema muy delicado el que está habiendo y se tiene que actuar en consecuencia”.

La palabra más evitada y temida para el gobierno en estos momentos, es precisamente la que invocó el gobernador Cabeza de Vaca. Y es tan incómoda y delicada, porque al equiparar la violencia desbordada del narcotráfico con el terrorismo, lo que se hace es que la problemática de violencia y criminalidad en México, entren en el radar y en las prioridades del gobierno de Estados Unidos, que según sus leyes de seguridad nacional, pueden y deben intervenir en aquellos países cuyos problemas por la acción de grupos “terroristas” representen una amenaza para la seguridad de los estadounidenses.

Por algo el canciller Marcelo Ebrard y el gobierno lopezobradorista se han negado una y otra vez a que se clasifique como “terrorismo” a sucesos de violencia en México, como las masacres recientes de la familia LeBarón y Langford en Sonora.

La declaración de García Cabeza de Vaca reconociendo que lo que pasa en México ya se convirtió en “narcoterrorismo”, proviniendo de un gobernador fronterizo como el de Tamaulipas tendrá un impacto sin duda del otro lado del Río Bravo y se convierte en una muy incómoda posición para el gobierno de López Obrador que no tiene muchos argumentos para defenderse porque las masacres y multihomicidios suman más de 663 víctimas en 149 ataques en este año. Y si se observa la crueldad cada vez mayor en la ejecución de civiles inocentes, niños, mujeres, jóvenes que son torturados, masacrados y baleados con armas de alto calibre y hasta quemados vivos, la pregunta y el tema que plantea Cabeza de Vaca es inevitable e ineludible ¿no es eso narcoterrorismo?

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