El 2018 fue para mí uno de los años más importantes. Recorrí una vez más el país, me lo imaginé con mi equipo y con miles de mexicanos. Tengo profunda gratitud con los jóvenes que me acompañaron, con las mujeres que se dieron cuenta que tienen liderazgo propio y que descubrieron que nuestro país necesita urgentemente su participación. Doy gracias a quienes, sin decirme nada, fueron siguiendo mis pasos y con los que me acompañaron espiritualmente. Gracias a los hombres y mujeres que decidieron abrir un camino como respuesta a los que se habían cerrado. Me acompañaron verdaderos expertos de distintos temas que lograron presentar la mejor propuesta. Comprobé, una vez más, que lo mejor que tiene México es su gente.

Ya está aquí 2019, y lo está para todos y todas. Está para quienes esperan mucho de este gobierno, que son la mayoría de los mexicanos. Sus expectativas son muy altas. Esperan que sus problemas se resuelvan pronto: que el precio de la gasolina baje, que se generen mejores empleos, que se acabe la corrupción, que baje rápidamente la violencia, que se recupere la seguridad. 2019 también llegó para quienes en conversaciones y reuniones familiares no dejan de expresar incertidumbre y preocupación.

De los dos lados hay zonas amplias de odio y de irracionalidad. La polarización política no es imputable exclusivamente al presidente pero definitivamente es un responsable fundamental por su doble carácter de líder de la mayoría y segundo, y más importante, en su carácter de presidente que lo obliga a ser imparcial y respetuoso de todos; pero deja pasar la oportunidad de ser un presidente para todos y hasta promueve la descalificación a quienes piensan distinto.

¿Qué nos depara este 2019? Un año en muchos aspectos como otros, habrá un crecimiento económico sí, pero muy modesto y muy lejos de lo prometido. Decisiones como la cancelación del aeropuerto tienen que contabilizar como costos asociados a inversiones que hubieran llegado a México y que se irán para otros lados, por ejemplo, a Brasil e incluso a EU. Si entendemos que la inversión —en particular la privada— es motor económico, entonces, menor inversión significará menor crecimiento y en consecuencia menor empleo.

Tampoco habrá mucho que esperar, al menos en el corto plazo, en seguridad. Seguiremos sin policías confiables, particularmente ahora que se les redujo el presupuesto a los estados y municipios. La seguridad es un deber del Estado, las mamás —y los papás— contribuyen en educar a sus hijos, pero aplicar la política maternal mejor conocida como “chanclazos y no balazos” no es una respuesta a la urgencia de que el Estado fortalezca sus instituciones de seguridad y justicia. Los homicidios crecerán mientras no se fortalezca la policía civil, y particularmente a nivel local.

El presupuesto es reflejo de las prioridades del gobierno, no parece que le interese el medio ambiente, ni la cultura ni la ciencia. Lo que va en aumento es el dinero a muchos beneficiarios (me da gusto por ellos) pero va a generar mayor dependencia al gobierno porque la economía no crecerá. En lugar de salir adelante por su voluntad, libertad y capacidad, estarán condenados a una permanente dependencia.

La preocupación de todos es que, por el colapso de los partidos y el poder ilimitado, en México dependa todo de la voluntad de una persona. Eso a nadie conviene. ¡Vaya!, no le conviene ni a quien ostenta el poder ilimitado. Pero México, lo sabemos, vale nuestra entrega.

¿Qué necesita México de nosotros para este 2019? Esa es la pregunta y la esperanza. Nuestra Patria necesita con urgencia una participación amplia y comprometida. Nos necesita a todos actuando, participando. México nos necesita siempre, pero especialmente estos años. El 2019 debe ser el año de la participación ciudadana.

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