En este proceso electoral pesa más la situación del país que la pugna entre los candidatos. Es tan grave la violencia que azota a México que urge una estrategia de pacificación; es tan profunda y generalizada la corrupción que es necesario un ya basta. Por eso en esta elección la demanda principal es un cambio. Ante esa realidad existe una pregunta: ¿se puede repetir en 2018 el escenario de 2006, con todo y la polarización, la guerra sucia y el empate catastrófico?

Algunas encuestas expresan una preferencia muy clara: Reforma indica que AMLO sigue con 48%; Anaya sube de 26% a 30%, y Meade baja un punto para quedar en 17% (2/V/2018). Con estos números se pueden hacer algunas valoraciones: el segundo lugar subió cuatro puntos por su desempeño en el debate; esos puntos vienen de Meade, que perdió un punto, dos de Margarita y uno de El Bronco. A pesar de que el puntero no se mueve, las apuestas siguen abiertas. A estas alturas, las encuestas en 2006 mostraban que el segundo lugar, Calderón, ya había rebasado ligeramente al puntero, AMLO. Lo que se repite es un PRI rezagado en el tercer lugar.

Al inicio del año era notable que el puntero había cambiado su tono y en sus expresiones no había una confrontación. Sin embargo, en los últimos días, han vuelto a darse enfrentamientos, como lo vimos la semana pasada entre AMLO y un sector de empresarios. En 2006 la agenda de la campaña se llenó de propaganda negra y el bombardeo en contra del puntero lo puso a la defensiva a tal grado que empezó a tomar decisiones equivocadas, como no asistir al primer debate y radicalizar el discurso. ¿Se equivoca hoy AMLO en este enfrentamiento? Con la ventaja que tiene hoy el puntero en las encuestas ha decidido enfrentarse a actores económicos poderosos y asumir actitudes que podría anunciar su estilo personal de gobernar (Cosío Villegas dixit). Es una apuesta riesgosa que puede alejar a un sector del voto indeciso.

El problema de fondo, independientemente de los detalles de la confrontación con los empresarios, expresa una realidad muy clara: el mundo de privilegios que nutre al capitalismo de cuates a la mexicana, en el que se mezclan los negocios públicos y privados, las grandes obras, las concesiones y un denso intercambio de favores entre los gobiernos del PRI y de PAN con grupos empresariales. Esta batalla tendrá otros episodios: los empresarios le dijeron a AMLO Así no y él les anuncia un cambio de régimen que va a separar el poder económico del poder político.

Otra diferencia en 2018 es que la agenda está marcada desde la posición política del puntero. AMLO tiene una ventaja porque el tratamiento de los problemas gira en torno a sus propuestas. Los adversarios se ubican como retadores, lo critican, dicen verdades a medias o mentiras completas para golpearlo, pero hasta hoy no han modificado las intenciones del voto; parece que su guerra sucia es obsoleta. A estas alturas de la campaña poco se sabe sobre lo que proponen los adversarios de AMLO. El PRI y PAN tienen las huellas negativas de sus gobiernos. Haber estado en Los Pinos con tan malos resultados es una pesada carga que no se han podido sacudir Meade y Anaya.

Hace 12 años algunos grupos empresariales violaron la ley con propaganda que no podían hacer, fueron los spots del Consejo Coordinador Empresarial; hoy se repiten con Mexicanos Primero, pero tampoco ha funcionado. A 53 días de las elecciones, los personajes que hoy se disputan el poder pueden ser muy similares a los de hace doce años; sin embargo, ha cambiado la complejidad del país y la gravedad de sus problemas. En este México urgido de cambios el que mejor se ha posicionado es AMLO. Sin embargo, a pesar de que 2018 es diferente a 2006, se conservan algunos de sus peores olores y sabores…

Google News