El 11 de septiembre es una fecha de luto para dos países que fueron marcados en sus procesos sociohistóricos o económicos por algo que ocurrió justo en esa fecha.

Con 28 años de diferencia, las poblaciones de Chile y Estados Unidos sufrieron un golpe de Estado y la colisión de aeronaves contra edificios simbólicos, respectivamente.

La pérdida de vidas humanas como consecuencia de los hechos, ocurridos en 1973 y 2001, estuvo marcada por el dolor, la incredulidad y, para los habitantes chilenos, la interrupción de un proceso sociopolítico encabezado por el entonces presidente Salvador Allende.

En una época donde amplios sectores de la población y la clase trabajadora comenzaba a identificarse con la figura de Allende y su propuesta de gobierno, la intromisión de EU y el papel de militares en pro de intereses comerciales provocó el asalto del Palacio de la Moneda, el golpe de Estado y la muerte del presidente chileno.

El hecho significó el inicio de una época de torturas, desapariciones y represión contra la disidencia, un periodo de oscuridad y llanto para jóvenes, mujeres e intelectuales durante casi 18 años.

El país latinoamericano que histórica, social y culturalmente tiene cercanía con México padeció las consecuencias de un gobierno militar que no respetó los derechos humanos y se extralimitó en sus funciones.

Ayer, el Centro Universitario de Periodismo de Investigación (CUPI) presentó una entrevista de semblanza del joven Roger Velázquez, quien vivió dos años en Chile y fue testigo de cómo la población mayor todavía conserva recuerdos positivos del gobierno militar o “dictadura” de Augusto Pinochet, pese a los retrocesos y ataques a los derechos humanos, mientras la figura del expresidente Allende no llega a ser valorada igual que ocurre fuera de sus fronteras.

Recordemos también que la semana pasada el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aplaudió una acción del gobierno de Pinochet, aunque esto haya implicado elogiar el asesinato de una persona bajo el régimen militar. El ejemplo se suma a la lista de muestras del fascismo y la falta de respeto que caracteriza a Bolsonaro.

Aunque la edición del #HayQuerétaro19 tuvo más un aroma a café colombiano, por la presencia del expresidente Juan Manuel Santos, el fotoperiodista Jesús Abad Coronado y el periodista Felipe Restrepo Pombo, valdría la pena mencionar que Chile también tuvo presencia y contexto, por la valiosa visita y el inigualable testimonio de Baltasar Garzón, juez español que quitó inmunidad y tranquilidad al “dictador” Pinochet entre 1998 y 2001.

Como ciudadanos de Latinoamérica, nos debe preocupar la llegada al poder de personajes como Bolsonaro, Macri (Argentina), en su momento la derecha política en Chile y, por supuesto, Donald Trump en EU. Todos, electos en regímenes democráticos y bajo la votación mayoritaria (salvo algunos asteriscos en el caso de Trump).

Los derechos humanos y los movimientos sociales de países latinoamericanos, las ideas consideradas progresistas y de avanzada, se ven interrumpidas y amenazadas cuando la población elige a figuras sin preparación, que representan el conservadurismo que preocupa, o que no conocen ni reconocen los derechos mínimos.

George W. Bush y Trump, lo peor de EU en la Casa Blanca

EU vivía una crisis a mediados de 2001. Además, el entonces presidente George W. Bush (del Partido Republicano) representaba limitaciones en el ejercicio del poder, intereses económicos de élites trasnacionales y poca estatura en todos sentidos. Cuando el mundo pensaba que no podía llegar un Presidente peor a la Casa Blanca, apareció 2016 y el señor Trump.

En el plano político, el ataque al World Trade Center en Nueva York, y la caída de las Torres Gemelas, fueron un hecho simbólico que proporcionó herramientas para justificar decisiones posteriores. Los derechos humanos lo volvieron a lamentar.

1973. 2001. 11 de septiembre. Chile y Estados Unidos. Derechos humanos, en crisis.

Coordinador del CUPI

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