Francisco Sánchez Beristain es paleontólogo y estudia el clima del pasado, analizando los fósiles de organismos que vivieron hace millones de años. En su labor encuentra que, si bien  la naturaleza genera cambios climáticos, con la actividad de la humanidad estos procesos se aceleran, por lo que llama a crear conciencia y mitigarlos.

“Si el clima pudo cambiar tanto sin los efectos del ser humano, ¿cómo sería ahora con nosotros? Y sí, está de peligro, sí está de miedo. Es algo que debe tomarse muy en cuenta para evitar los daños y los efectos nocivos que llega a causar el ser humano  para crezcan o crezcan a tan rápida velocidad”, subraya.

Explica que podemos amortiguar ese efecto con acciones como limitar el consumo del agua al bañarse, no abusar del uso de la calefacción en temporada de frío, así como utilizar autos con bajo consumo de combustibles del petróleo.

Francisco se dedica a la aplicación de la geoquímica para obtener información en los fósiles sobre climas y condiciones del planeta en el pasado. También hace estudios orientados a la paleontología clásica, es decir descripción de los organismos, en particular organismos provenientes de arrecifes.

Además de dar clases, se coordina con investigadores para trabajar en conjunto, pues la investigación no se hace en solitario, siempre se tiene que trabajar colaborando con expertos de otras disciplinas.

Francisco Sánchez, el paleontólogo estudia los ambientes por medio de fósiles
Francisco Sánchez, el paleontólogo estudia los ambientes por medio de fósiles

El científico toma una muestra de coral fosilizado que tiene en su oficina. Es una “rebanada” de rudista, especie pariente de las almejas, pero que construían arrecifes. Hace alrededor de 120 millones de años las almejas “se aventaron a construir arrecifes”, haciendo lo que hoy en día hacen los corales.

Luego de tener la “rebanada” deben de obtener una lámina en donde puedan efectuar un análisis y posteriormente hacen una extracción de material para ver las concentraciones de calcio, magnesio, estroncio, así como de isótopos, a través de los cuales se puede tener una ventana a la paleotemperatura.

“Con ello sabemos que en el Cretácico las temperaturas medias en el planeta llegaron hasta los 20, 22 grados. A lo mejor eso no nos dice mucho, porque aquí en Querétaro estamos a 28, 29 grados, pero si consideramos que hoy la temperatura media en el planeta es de 15.5 grados, esos siete grados son gran diferencia”, indica el especialista.

Cuando estudia los fósiles Francisco, quien además es músico, hace una reconstrucción de cómo era el mundo cuando las piezas que tiene en sus manos eran seres vivos. Una de esas piezas, explica, proviene de Inglaterra, cuando aquella isla estaba llena de palmeras, y  a pesar de que los continentes cambian de latitud, la isla británica se ha mantenido estable, al igual que México, pero en el caso de nuestro país estaba cubierto de mar, explica el especialista.

Explica que para realizar su trabajo es importante tomar en cuenta dos cosas: la temperatura y el clima de la Tierra.

El clima es el promedio de las condiciones atmosféricas en lapsos de 30 años. “Por ejemplo, hace 120 millones de años hacía mucho calor. Había un efecto invernadero. Después, hace 15 mil años estábamos en edades de hielo y eso pese a que había humanos, pero no había tala inmoderada, ni  quema de recursos, había condiciones cambiantes.

“Hace mil años tenemos un intervalo que se conoce como Óptimo cálido medieval, del cual hace 30 años se definió cuándo ocurrió”, afirma. 

Explica que un misterio relacionado era qué había pasado con la civilización maya, pues parecía que desapareció sin motivo. Sin embargo, para esta época los mayas estaban en declive, porque este Óptimo climático medieval propició que sus cultivos de maíz ya no pudieran darse, entonces lo que se cree es que se dispersaron hacia las costas, dejando sus ciudades.

Un fenómeno similar ocurrió del otro lado del mundo, en Escandinavia, cuando las temperaturas más cálidas propiciaron que los vikingos migraran más al norte, e incluso a la actual Groenlandia y la isla de Terranova, en Canadá, aunque luego las mini eras del hielo congelaron sus asentamientos y tuvieron que buscar otros territorios.

Agrega que siempre ha habido cambios climáticos por el ser humano, pero los podemos dosificar: en distancias cortas se puede usar bicicleta y reducir el uso de autos; cuando se cocina, no usar el horno a la máxima potencia y ahorrar gas. Aunque son acciones pequeñas, al hacerse en conjunto impactará y el desgaste se amortigua o nulifica a largo plazo, refiere.

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