Las vacunas son sustancias que estimulan la inmunidad de las personas pero que pueden provocar diversas reacciones en el cuerpo, que van desde resfriados y fiebre hasta cicatrices en la zona de la aplicación. Es el caso de la vacuna BCG contra la tuberculosis.

Una de los principales reacciones de la vacuna contra la tuberculosis es la pequeña cicatriz en la parte superior del brazo derecho, la cual empieza a formarse con la aparición de un nódulo en las dos a cuatro semanas posteriores a su aplicación.

Según información del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia, de la Secretaría de Salud, una vez que dicho nódulo desaparece comienza a formarse una úlcera que no requiere ningún tipo de tratamiento, sólo mantenerla limpia.

Por último, en la sexta a doceava semana después de la vacunación aparece una costra que da pie a la cicatriz.

Como parte de las reacciones ocasionadas por la vacuna también pueden inflamarse los ganglios de la axila donde se realizó la aplicación. Sin embargo, estos no requieren cirugía ni tratamiento con antibióticos debido a que se quitan solos.

La vacuna BCG deberá aplicarse durante los primeros días de vida del recién nacido pues le brinda protección contra la tuberculosis meníngea —una infección de los tejidos que recubren el cerebro y la médula espinal causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis—.

El biológico consiste en una preparación de bacterias vivas atenuadas derivadas de un cultivo de bacilos de Calmette y Guérin (Mycobacterium bovis).

En ciertas personas, sin embargo, esta marca no se presenta a pesar de haber recibido la dosis. “La reacción esperada a partir de las dos semanas tras la vacunación con BCG aparece en el 90%-95% de vacunados”, señala el doctor José Antonio Navarro, integrante de la Asociación Española de Vacunología.

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