La humanidad se enfrenta al enorme reto de alimentar a una población cada vez mayor, pero ahora, gracias a los avances tecnológicos, la nueva agricultura no es sólo modificación genética.

Recientes investigaciones permiten a los agricultores conocer mejor las características del suelo que se va a sembrar, el clima, los fertilizantes a usar e incluso la cantidad de agua necesaria, por mencionar algunos.

No siempre el vínculo entre tecnología y agricultura es bien recibido por los agricultores, productores y consumidores. En México, por ejemplo, está prohibida la producción y comercialización de organismos genéticamente modificados, también conocidos como transgénicos. El gobierno sólo los permite en el algodón y la soya.

Por ello, hoy se experimenta con otro tipo de técnicas, como la hibridación que le permite al agricultor plantar variedades de maíz y otros cultivos con características específicas sin la necesidad de una modificación genética.

“Un híbrido es la producción convencional; por ejemplo: tomas un maíz y éste tiene un buen tallo, sabes que ese tallo lo puedes pasar al otro maíz que tiene buen rendimiento; lo que haces es cruzarlos y polinizar, es lo mismo que se hace con los perros, esto se hace desde hace muchos años. Es decir, híbrido es la cruza de dos líneas padres, que se da en la naturaleza, sin un manejo genético”, explica el ingeniero Víctor Hugo Vega García, líder de producción de vegetales para América Latina de Monsanto.

Esta técnica, basada en un proceso natural, necesita hacerse en un invernadero tecnológico que posibilita obtener las mejores cualidades de las plantas y reproducirlas en una nueva semilla que reúna las características específicas que el mercado necesita. Este proceso puede llevar hasta ocho años.

Proceso artesanal

En los invernaderos se busca reproducir la polinización que se da en la naturaleza, pero en un ambiente controlado. Lo que se hace primero es la emasculación, que consiste en “remover las anteras (estructuras homólogas de las plantas encargadas de la producción del polen) de la línea hembra para evitar que se polinicen. Sacamos las anteras cuando están tiernas, esperamos un par de días para que la flor madure y esté receptiva, después aplicamos el polen que es extraído de la línea macho. A los 15 o 20 días ya tenemos el fruto formado, este es un trabajo bastante laborioso porque el personal tiene que remover de flor en flor las anteras; si dejamos un resto de antera podría contaminar la flor y ya no sería un híbrido puro”, explicó Carmelino García Calvo, ingeniero agrónomo experto en parasitología, encargado de invernaderos tecnológicos que se encuentran en Chiapas.

Por otro lado, la recolección del polen también es un proceso delicado porque se tiene que hacer en el momento adecuado, no puede estar inmaduro, ya que no serviría para polinizar a la planta hembra.

“Metemos el polen en tubos de ensayo al refrigerador, evaluamos su viabilidad en microscopios para saber cuántos días nos dura. Entonces los trabajadores polinizan manualmente, sacamos el polen del macho y lo colocamos en el pistilo de la hembra con un tubo polinizador hecho de plástico”, comentó García Calvino.

Con 10 gramos de polen se poliniza todo un invernadero que produce de 500 a mil frutos, y se obtienen, en promedio, 60 kilos de semillas si se hace una polinización adecuada.

El fruto deseado

Las principales características que se buscan al hacer este proceso son una buena textura, color, sabor, un buen tallo y peso. En campo abierto piden resistencia a suelos y plagas, mientras que en invernadero prefieren la productividad y calidad.

En ambos casos se pide que sea un fruto uniforme, que dure en post cosecha, es decir, que no madure tan rápido cuando esté en el mercado, pero sobre todo que sean plantas resistentes a sequías y a enfermedades producidas por hongos como fusarium, pythium y botritis; o a bacterias como gantomonas, clavibacter, entre otras.

Durante su crecimiento, a las plantas se les inyectan nutrientes. “Es un proceso muy artesanal, es un arte producir semillas para vegetales, en cada una de las etapas debes saber qué meter, más manganeso, más sodio, potasio, todo es de acuerdo a un análisis y a lo que va necesitando la planta. Todo se lleva en un sistema de cómputo, es muy preciso el trabajo de los nutriólogos de los vegetales”, aseguró García Calvo.

Los invernaderos utilizan un sistema de riego por goteo. “Ocupamos entre 800 y 900 mililitros de agua por planta en un día, lo que reduce entre 40 y 60% en comparación con un sistema convencional que regaría hasta 2 litros de agua al día”.

Limpieza de pies a cabeza

Para poder entrar a este tipo de invernaderos, el visitante debe someterse a un baño completo y utilizar ropa especial para recorrer las instalaciones (zapatos de casquillo, pantalón de vestir azul y camisa y sudadera blanca de algodón).

Además, justo antes de entrar hay que tallar la suela de los zapatos con agua hasta que no quede rastro de mugre, lavarse las manos con agua y jabón, limpiarse las uñas con un cepillo y desinfectante. Colocarse un overol blanco que cubre de los pies hasta la cabeza y ponerse unos guantes azules de látex y lentes especiales.

Ese proceso de limpieza tiene como objetivo evitar introducir enfermedades en los cultivos. “Tratamos de evitar que lleguen a entrar enfermedades como fusarium —hongo que puede causar pudrición de raíz—, la planta deja de consumir agua y se marchita, se pone oscura o café”, contó García.

Aún así, de acuerdo con el ingeniero agrónomo, si la enfermedad se introdujera en los invernaderos, el tratamiento es sencillo. “Sólo hay que reducir la cantidad de agua, el hongo se favorece con la humedad, entonces una práctica muy importante es controlar la cantidad de humedad, que no tenga tanta agua la bolsa en la que se encuentra la planta, tratar de que esté seca”.

Una de las empresas que utiliza este tipo de invernaderos tecnológicos es Monsanto, multinacional con presencia en México.

Para Víctor Vega es importante abrirse a la tecnología porque debemos reconocer el crecimiento del nivel poblacional y la reducción de terrenos agrícolas que tenemos para cultivar.

“Hay que pensar en la sustentabilidad, tenemos mucha gente para alimentar, muchas necesidades y poco campo. La gente se está muriendo de hambre, por eso es importante trabajar en la creación de productos con resistencia a las sequías. Hay que entender que la tecnología está yendo hacia allá y no podemos pararla”.

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