A diferencia de muchas personas que se dedican al entretenimiento, Antonio Quevedo no lo hizo por gusto o por “amor al arte”. Fue la necesidad lo que lo hizo esperar más de dos horas afuera de aquel nuevo parque de diversiones, Reino Aventura, para mostrar sus carros de palomitas y pedirles que lo dejaran trabajar allí como concesionario. Aquellas dos horas marcaron su vida para siempre.

Su camisa de blanco inmaculado, mancuernillas en los puños, contrasta con la bodega en Cocuya, en la delegación Iztacalco (en la ciudad de México) donde guarda juegos y material para sus casi 40 unidades de negocio en el país: ¡Recórcholis! Esos locales en centros comerciales con juegos, “maquinitas”, ideales para que niños y jóvenes pasen un rato mientras empieza la función del cine cercano, iniciaron operaciones en Acrópolis, la plaza de Toluca. Sin mucha planeación, aquello fue un éxito que sigue hasta hoy.

Es hoy cuando los miembros del consejo de administración de Grupo Diniz no están muy convencidos de que Toño logre su cometido: dejar las riendas de la empresa en los siguientes “dos o tres años”. No lo creen porque saben de su afición por el control total. Y porque está más activo que nunca.

Antonio espera llegar al siguiente año a los 500 millones de pesos en ventas y está en plena expansión, con dos aperturas este año: Nuevo Veracruz y El Toreo. Es sólo el inicio del final.

El control tiene su historia

Su atención al detalle, a controlarlo todo, es quizás fruto de su inconformismo. Nunca está satisfecho. A diferencia con algún amargado que no comprende el origen de su rebeldía, Antonio sabe de su condición y la abraza. Le saca el mayor provecho, provecho que se traduce en ganancias para la empresa. Y, claro, nunca deja que se le suba a la cabeza.

Cierto. Su actitud no es la que impulsan en las escuelas de negocios, algunas en las cuales él mismo ha ido a compartir su experiencia como caso de éxito. En cambio, todas las habilidades que ha aprendido han sido fuera de las aulas, ya que dejó la escuela en el segundo grado de preparatoria, cuando su padre pasaba por un mal momento económico.

Desde antes, Antonio ayudaba en la panadería de su padre, en el mismo número de Periférico donde ahora tiene el corporativo de Grupo Diniz. “Un día mi papá, cuando me fue a dejar a la escuela, me preguntó ‘si te dan piden tantas conchas y tantos bolillos y te pagan con un billete de tal, ¿cuánto le tienes que dar de cambio?’ Le respondí correctamente y me contestó: ‘desde esta tarde estarás en la caja del negocio’”. Antonio tenía ocho años y todas las tardes cobraba conchas y bolillos al frente del negocio de su padre.

Defectos como virtudes

Que las camisas blancas y las corbatas no les engañen si tienen oportunidad de asistir a una de las juntas de los miércoles de “Compras” en Grupo Diniz. Mientras Antonio Quevedo habla durante su reunión semanal, un balón de futbol americano viaja de un lado a otro de la mesa con el rótulo “¡Recórcholis!” Más que una junta es una lluvia de ideas sobre tareas concretas. La misión de Toño es delegar acciones, darle fechas de entrega (usualmente la misma junta de la siguiente semana) y añadir asuntos a su famosa “minuta”.

Aunque el tema es “Compras”, en esta reunión están casi todos los demás departamentos presentes: abastecimiento, operaciones, comercial. “Les pido opinión a todos para que se pongan de acuerdo. Ahí salen muchas cosas que me sirven a mí para conocer tendencias e ideas”. La visión de Antonio es que todos estén enterados de todo y si sale algún aspecto qué resolver con otro departamento ahí mismo se canaliza. Sin considerar que a veces el inicio de la junta se retrasa, es casi una certeza que durará más de dos horas. Compras es un tema a tratar, pero se termina hablando de estrategia, nuevos rumbos del negocio, calidad de los productos que se ofrecen y cómo el inventario de juguetes y artículos a la venta se pueden reacomodar para que “salgan” más fácilmente.

Hay un hecho que nadie puede negar dentro de su negocio. Antonio Quevedo sabe todos los detalles de su negocio. Todos saben que él lo sabe todo. Sabe quién es el proveedor del acrílico que se usa para cubrir la consola que controla la pista de go karts y cuáles son las especificaciones que requiere. Sabe cuántas llaves de agua se requieren en todo el parque, cuántos contactos eléctricos, cuántas terminales de cobro, entre muchos otros detalles. Le da indicaciones al arquitecto encargado del proyecto con un dominio absoluto de lo que quiere y requiere.

Son famosas sus “minutas”, unas listas interminables en hojas de cálculo (Excel) con todos los detalles de, por ejemplo, lo que se tiene que hacer en la construcción del parque en Nuevo Veracruz. El primer ¡Recórcholis! que tendrá áreas al aire libre estará en el nuevo complejo de Grupo Carso, donde solía estar una fábrica de aluminio. Se trata de una aventura, pues el centro comercial contiguo está lejos de tener la afluencia que requieren los parques de Grupo Diniz. Pero esa aventura, el no estar conforme, es lo que lo impulsa a seguir, incluso en sus últimos años al frente de Grupo Diniz.

El estratega inconforme

Parecería que Antonio Quevedo está tan involucrado en la operación que le hace falta tener visión estratégica. Esto no podría ser más falso. No sólo es estratega, sino aventado. En el caso del nuevo parque en Veracruz está consciente de que no tendrá las visitas que quisiera en los primeros meses de funcionamiento (podría abrir a finales de este año). Pero eso no le quita el sueño. Así como abre algún local nuevo cierra otro. Es parte del negocio. “A los dos meses de funcionamiento ya sabemos si va a tener éxito o no el lugar”.

Uno de sus criterios aprendidos de pura experiencia es que si el cine del mismo centro comercial no tiene tanta afluencia, el ¡Recórcholis! no levantará. “Hay quienes en sus negocios le invierten más y es terquedad. Cuando no funciona un lugar no funciona”. Ahora que están preparando el festejo de los 25 años en el negocio del entretenimiento, Antonio Quevedo sabe de lo que habla, como siempre.

En la estrategia que está llevando a cabo, aunque no es del todo suya, estuvo más que involucrado y asertivo durante su gestación. “No lo vemos como cuántos lugares más vamos a abrir, sino cuántos metros cuadrados más tendremos”. Se refiere al de Nuevo Veracruz y al de Toreo, sus dos aperturas para los siguientes meses. Además, la estrategia llamada “100K” con la que esperan llegar a 100 mil metros cuadrados en 2018. “Actualmente contamos con 50 mil metros cuadrados de superficie rentable operando. Duplicaremos el tamaño de la empresa en cinco años”. Tan solo Nuevo Veracruz tendrá 7 mil metros cuadrados, aunque acaban de cerrar el de Monterrey (Lindavista) y Lago de Guadalupe.

Ávido por los números

Si pudiera sólo estudiar tres materias en la escuela, Antonio Quevedo elige las matemáticas como su primera opción. Esas horas sobre un cajón para alcanzar la caja registradora en la panadería de su padre le mostraron la necesidad de dominar los números y su facilidad para hacerlo.

Aunque hace un año emitió acciones de su empresa para refinanciarse y poder invertir en su expansión, sabe que nunca se endeudará a más de dos veces el flujo operativo. Con el refinanciamiento en la Bolsa Mexicana de Valores sucedieron dos cosas:

a) Consiguió una tasa de interés casi de la mitad que tenía previamente con instituciones financieras, y

b) ahora son los bancos quienes lo buscan con mejores condiciones de préstamos.

Pero Antonio Quevedo está en la mejor de las posiciones. No requiere más crédito y confía tanto en su negocio que mientras pueda financiarlo lo seguirá haciendo. “¿Para qué lo hacemos franquicias si nosotros lo podemos expandir”.

Micromanagement

Como sucede con muchos negocios, el de Grupo Diniz tiene una particularidad: se juega la marca, la reputación en cada visitante a ¡Recórcholis! Ese es quizás su core business y por ello es que Antonio Quevedo tiene un cuidado excepcional, casi obsesivo, con la experiencia de los niños en el parque.

“Hay que cambiar estos platos. No son coloridos como los requerimos y no lucen en el salón de fiestas (parte del parque)”. En lugar de dejar que otros (compras) decida qué adquirir y qué no con base en precio, como suele ser, Antonio supervisa todo lo que pasa por los ojos de los niños.

Aunque siempre se ve en una conotación negativa, micromanagement hace la diferencia en donde el core business está ligado a la atención al detalle. De alguna manera, está más relacionado a las tareas artesanales (como compañías que venden artículos de autor, por ejemplo). Quizás sin quererlo, cada ¡Recórcholis! es una obra de autor, una obra de Antonio Quevedo.

“Soy perfeccionista; quizás está mal, pero así soy. Seguramente quien me suceda tendrá otra manera de hacerlo y... ¡qué bueno!”. Me lo dice con la certeza de que, por lo menos para él, ha sido parte de su éxito en estos 25 años.

“Lo que más me cuesta es delegar. A veces me meto en asuntos de la empresa que son triviales y que no ameritan mi intervención”. Ojo, a diferencia de otros directivos apegados al micromanagement, Antonio sí delega, pero de otra manera. Una prueba se le presenta todos los días cuando se propone acabar con los cerca de 100 correos electrónicos que recibe al día. Se las ingenia para contestarlos todos con deadlines definidos y personas responsables. Todos. (Me consta que, además, lo hace casi inmediatamente.)

***

Cuando Antonio Quevedo se acercó a la gente de la Bolsa Mexicana de Valores para el refinanciamiento y emisión de algunas acciones, lo primero que le dijeron fue que tenía que poner orden en su empresa: consejo de administración, reportes trimestrales públicos, etc. Aquello fue como cuando los alumnos le quieren enseñar al maestro. La tarea ya estaba hecha. De hecho, ya tenía años haciéndola. Veinticinco para ser más precisos. Para él esto no es un juego.

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