El tiempo no juega a favor de Grecia, sus gobernantes tendrán que tomar decisiones que marcarán el futuro de este país; esto es, sobre su permanencia o no en la zona euro.

En tanto el partido de izquierda en el poder, Syriza, se presenta ante la nación como el defensor del proletariado y del yugo que la austeridad, liderada por Merkel, que se ha impuesto en la zona euro, los acuerdos no llegan y Grecia se avecina a una situación de “no pago” de su deuda.

Y si bien el primer ministro Tsipras aún goza de popularidad, entiende bien que tendrá que tomar decisiones difíciles sobre cuáles serán los términos con los que negociará con la tríada: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y otros acreedores europeos.

Al parecer, su estrategia es pactar un paquete de entre 25 mil y 30 mil millones de euros sin tener que ceder en reformas muy agresivas. El tono de cómo han sido las conversaciones y el progreso muy lento con el que se han llevado a cabo hacen prever que si se llegara a un acuerdo éste no será en la próxima reunión de Riga, sino que se dará hasta el siguiente mes en la reunión de Bruselas.

En un entorno lleno de protestas, divididas por quienes quieren defender sus puestos de trabajo y otros por un repudio absoluto a su permanencia en la Unión Europea, Tsipras lucha para mantener la confianza pública, la cual entiende como una pieza fundamental en este periodo de tres semanas en que no sólo se definirá el destino de Grecia en los años por venir, sino el futuro de su carrera y la unidad de su partido.

Hasta ahora, su popularidad, desde que tomó el poder en enero 25, se mantiene alta (cercana a 70%, de acuerdo con algunas encuestas). Sin embargo, las medidas gubernamentales tomadas hasta ahora no han afectado de manera importante el bolsillo de los griegos, pero el momento de la verdad se aproxima.

La elección fundamental del primer ministro es en qué términos finalmente cerrará el acuerdo de rescate. Este sería el tercero, después de las dos medidas de emergencia que han significado 245 millones de euros a fin de que Grecia se haya mantenido a flote desde 2010.

Lo cierto es que más ayuda financiera a Grecia requiere compromisos detallados de la disciplina fiscal y las reformas económicas a las que el país helénico se comprometería.

Un acuerdo de esta naturaleza protegería a Grecia del default y, por ende, de su salida de la zona euro, al menos en el corto plazo. Desde luego los partidos de oposición, a favor de la no expulsión, apoyarían a Tsipras en sus negociaciones con el parlamento. Empero, esto iría en contra del plan antiausteridad que proyectó a Tsipras al poder.

El análisis hecho por algunos políticos en Atenas es que el partido Syriza se dividirá porque el grupo de ultraizquierda refutará cualquier tipo de negociación con la tríada. De no haber ningún acuerdo, lo que sucedería es que Grecia quedaría sin liquidez el próximo mes, dejando al gobierno incapaz de pagar su deuda externa, como tampoco pudiendo hacer frente a sus compromisos de pensiones y salarios del aparato público.

El escenario sería uno de bancarrotas y fugas de capital, por lo que sería necesario imponer controles y la impresión de un “nuevo dracma”, para remplazar el euro. Lo más seguro es que el clima político y social se viera tan enrarecido que incluso la democracia se vería amenazada.

Si Grecia saliera de la eurozona esto representaría el peor desastre de un país europeo no comunista desde la Segunda Guerra Mundial. Los costos sociales y económicos serían enormes, pero fundamentalmente habría un costo de confianza incalculable. La impresión hasta ahora es que Tsipras buscará permanecer en la eurozona.

El problema es que muchos de sus colaboradores, que son amateurs, de acuerdo con un análisis hecho por el Financial Times, aún piensan que pueden sacar adelante al país sin el apoyo crediticio de la Troika. Tsipras tiene aún algún capital político del cual puede echar mano, aunque inevitablemente su partido se divida, cuando sus decisiones lo muevan a una posición de centro-izquierda.

En resumen, las próximas tres semanas serán decisivas para el país helénico. Primero para pagar más de mil 700 millones de euros en salarios y pensiones al final de abril y hacer un pago de 186 millones de euros al Fondo Monetario Internacional.

Alexis Tsipras, por ahora sólo tiene la opción de gastar las reservas que quedan del estado griego, tales como las de los consejos locales y los fondos de seguridad social. Pero después de esto no tendrá la liquidez suficiente para pagar los 707 millones de euros al FMI, cuyo vencimiento es en mayo 12. Es en este sentido que la reunión en Bruselas, el 11 de mayo, es crucial para el destino griego. Podemos decir que el momento de decisión ha llegado.

*Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte

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