El ritmo de crecimiento de la economía mundial sigue perdiendo dinamismo y los pronósticos de avance siguen ajustándose a la baja, lo que incidirá en las previsiones para 2013. Así, se estima que la economía mexicana registre un aumento anual de 3.8% en este año y crezca a una tasa menor el año que entra, más cercanamente al 3%.

Ante el choque adverso de la demanda externa, la economía mexicana en el tercer semestre, mostró una importante desaceleración. De esta manera, el aumento del Producto Interno Bruto (PIB), fue de 3.3%, frente a 4.86% y 4.45% en el primer y segundo trimestres, respectivamente.

Llama particularmente la atención que el sector comercio, que tiene un peso importante en el PIB nacional, creció sólo 2.2%, lo que acusa también una desaceleración de la demanda interna. Si bien las actividades secundarias fueron las que más crecieron de julio a septiembre de este año, 3.6%, el crecimiento anual del producción industrial en septiembre sorprendió al ubicarse por debajo de lo esperado, sobre todo mostrando una marcada desaceleración en manufactura y minería.

Así se puede decir que las exportaciones manufactureras y algunos componentes de la demanda agregada, como es el caso de la inversión, se han visto afectadas de manera más notoria por el adverso entorno económico.

Por su parte, la inflación anual ha hecho un punto de inflexión al pasar de 4.77% en septiembre a 4.6% en octubre; así como la subyacente pasó de 3.61% a 3.58%, respectivamente. De no presentarse imponderables en noviembre y diciembre, la inflación anual terminará el año en alrededor de 4%, lo que disminuye la probabilidad de que la tasa de interés objetivo suba, como advirtieran las autoridades monetarias sobre la posibilidad de terminar con la pausa monetaria de persistir los choques que han provocado que la inflación se ubique por arriba del límite superior del intervalo de variabilidad.

Si bien es cierto que los riesgos para la inflación no son pocos y que básicamente se ubican por el lado de la oferta, a saber: factores climatológicos adversos y volatilidad en los productos agrícolas, en particular frutas y verduras. Tampoco se puede descartar el riesgo de eventuales incrementos de precios y tarifas de servicios públicos, en afán de cerrar más rápidamente el diferencial de éstos con el exterior.

Por el lado de la demanda, no se descartan presiones y más bien el alicaído entorno internacional parecieran favorecer un menor crecimiento en los precios, más bien la preocupación será sobre las expectativas inflacionarias que los agentes económicos tengan en los procesos de formación de precios, de ahí la vigilancia que ejerzan las autoridades monetarias sobre la futura evolución de la inflación.

Asimismo, no se puede soslayar el efecto que la desfavorable coyuntura internacional ha tenido sobre los riesgos a la baja en relación al crecimiento económico de México, los cuales los ha incrementado y entre los que destacan: una desaceleración más pronunciada de la economía estadounidense, provocada por un ajuste presupuestal más abrupto del que resultaría de la negociación de la consolidación fiscal en ese país; un escenario de mayor volatilidad e incertidumbre por los problemas fiscal y bancarios de la zona euro, lo que podría aún desalentar más la inversión y la búsqueda de activos de refugio en lugares diferentes a México; la desaceleración más pronunciada de economías emergentes como China e India, afectando aún más la demanda global; la persistencia de los problemas de inseguridad pública que han desalentado el desarrollo de algunas zonas del país.

Sin duda, la mayor apuesta que hoy se hace en las perspectivas económicas es la de implementación de reformas estructurales bajo la nueva administración. El fortalecimiento del mercado interno parece hoy imprescindible ante un escenario internacional endeble. En efecto los aumentos en productividad incidirían en mayores tasas de crecimiento con estabilidad de precios.

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