No es un secreto, si las personas no tienen el ingreso económico suficiente para vivir bien su bienestar y la estabilidad social se encontrarán comprometidos. Una mala noticia para el país radica cuando el debate versa sobre si nos encontramos o no en recesión, fundamentalmente porque durante el 2009 la crisis provocó una precarización del mercado laboral y un aumento en los niveles de pobreza que no se habían observado desde 1995, cuando el llamado error de diciembre propició una de las mayores afectaciones que la economía mexicana ha vivido en su historia moderna.

Hoy se tiene un escenario de desaceleración y estancamiento productivo del cual no conocemos cuál será su desenlace. Para quienes esperan una etapa de recuperación las cifras que refuerzan su optimismo vienen de fuera, como la crisis de 2009 para la administración de ese año. Se piensa que Estados Unidos comience a evolucionar con mayor fortaleza.

Hay algunas cifras que respaldan dicho optimismo, una disminución en la tasa de desempleo, el aumento de las remesas que están llegando a México, la aún incipiente recuperación de la construcción norteamericana y una tímida mejora en la producción industrial son algunos de los argumentos que pueden esgrimir para fundamentar que durante el segundo semestre del año las cosas se encontrarán mejor.

En la parte interna su confianza descansa en el gasto público, estiman que el gasto millonario en algunas obras de infraestructura comenzará a dar frutos al propiciar una reactivación de sectores como el de la construcción.

De igual manera se ha buscado manejar a las expectativas positivas que existen respecto a la reforma energética, los hipotéticos flujos millonarios que su aprobación tendría son parte de la visión del vaso medio lleno que se puede tener.

En contrasentido se tiene a quienes observan en el mercado interno, y aun en el externo, signos de debilidad estructural y coyuntural.

Comenzando por lo último se tiene al proteccionismo de Estados Unidos, se han comenzado a levantar barreras comerciales a productos mexicanos y esto no es casual.

Como muestra se tiene a la publicación del Economic Policy Institute del pasado 13 de mayo (Surging steel imports put up to half a Million U.S. Jobs at risk) en donde el argumento básico es que se debe cerrar el paso a las importaciones que los norteamericanos realizan de acero para impedir la afectación a sus fuentes de trabajo. Algo similar se tiene en el azúcar.

El resultado es la aplicación de barreras a las exportaciones mexicanas lo cual provocará que la recuperación de aquel país no necesariamente impacte en la intensidad que se espera a la economía mexicana.

Para lo correspondiente al mercado interno los problemas estructurales son profundos. La cifra del Inegi respecto al consumo privado realizado en febrero viene a confirmar la debilidad, un aumento anual de solamente 1.3%, apenas el crecimiento de la población. Con ello se tiene que en el primer bimestre del 2014 el consumo privado se incrementó en 1.1%, aún más bajo que durante el 2013. Lo anterior se encuentra relacionado con la precariedad del mercado laboral: un aumento en la población subocupada, una baja marginal en la desocupación, un incremento en la población ocupada en el sector informal (28.6 millones de personas), así como los más de 31 millones de mexicanos que tienen una ocupación pero que cuando mucho ganan 3 salarios mínimos sintetizan la fragilidad de un mercado interno que no se va a recuperar sin una sólida reactivación económica y salarios más elevados.

El problema que lo descrito representa es que la visión positiva de coyuntura chocará con un desequilibrio estructural real, la pobreza de las personas.

El tiempo se agota y el gasto público no ayudará demasiado si los impuestos precarizaron más la inversión y el consumo privado, el verdadero motor de la economía.

*Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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