Cada tres o cuatro veces a la semana Louise tiene una cita en el Estado Mayor Presidencial. No se trata del lobbying para impulsar la reforma energética, ni para presionar al presidente para promover la inversión extranjera. Su cita es con alguien que requiere más cuidado del cabello que el propio jefe del Poder Ejecutivo: Junior, un caballo de más de 20 razas; la pareja de Louise en esa aventura llamada equitación. “Dicen que a los caballos y a los botes no les debes cambiar el nombre. Así compré a éste, y así se le quedó el nombre.” Más que un hobbie, sus ratos con Junior son de relajación, si se le puede llamar “relajación” a intentar que juntos salten las vallas y se concentre a tal grado que se olvida del resto del mundo. Por el “resto del mundo” me refiero a la tarea de ser una de las CEO más poderosas del mundo, tal como la considera la revista Fortune.
—¿Qué has aprendido del salto de caballo que puedas aplicar a la empresa?
—A los caballos les gusta saber que hay alguien a cargo, que hay alguien que se encarga de ellos. Eso no significa ser agresivos con ellos, sino tener seguridad. Y también en una oficina la gente quiere saber que alguien está a cargo, alguien que se preocupa por el bienestar de todos en la organización.
“Siempre que puedo voy a saltar caballos. Pero no me gusta competir porque me digo ‘hay mucha competencia en mi trabajo cotidiano, esto solo lo hago para divertirme. Para aprender.’”
Con el tiempo, ha hecho de Junior una pareja con la que se entiende, con quien está en armonía; “es su cómplice", me dice Emilio, su entrenador. Hoy son mínimas las indicaciones que Emilio le tiene que dar. En cambio, cuando Louise llegó a encargarse de Siemens Mesoamérica, esta empresa era una bestia bronca a comparación de lo que es hoy. Pasaba por un escándalo de un supuesto soborno de 2.6 millones de dólares por el contrato para modernizar algunas instalaciones de Pemex. Aunque el corporativo global había pagado una multa, la imagen de la empresa estaba en peligro. En parte para eso llegó esta norteamericana en 2009 al viejo edificio en el parque industrial Vallejo. La empresa de energía y salud ya contaba con 13 plantas en el país y siete más en Centroamérica.
Tu casa es mi casa
Dicen que tu casa habla de ti. Y la casa de Louise Goeser definitivamente es el edificio de Ejército Nacional donde se lee con letras en azul claro: “Siemens”. Su empresa le dedicó casi dos años para tenerlo listo. En los pisos de esta propiedad de Grupo Gigante, Siemens diseñó su interior de acuerdo a su nueva forma de trabajo; a la forma de trabajo de Louise Goeser.
En la recepción te piden: “deje una identificación”. Solo eso. Nada de “a qué planta va, voltee a la cámara”. Mientras camino por el piso que me lleva a la oficina una de las CEO más importantes del mundo, noto una rendija en el suelo que se repite en el pasillo. Se trata del aire acondicionado, que lanza el aire desde abajo, “pues sólo se requiere tener la temperatura regulada en un espacio limitado”. También me hacen ver que tienen tres voltajes, para ser más eficientes. Ya había quedado atrás el edificio de Vallejo.
Toda la iluminación, obviamente, es Siemens y tiene un acento propiamente ahorrador. Los espacios de trabajo están abiertos completamente; no hay ninguna mampara o cristal que divida a las personas. Los empleados, gerentes incluidos, no tienen un lugar asignado. A diferentes horas se ven diferentes flujos de personas, pues cada uno tiene un horario adecuado a cada uno. Es decir, cualquiera puede tener un horario corrido, mientras que otros prefieren trabajar hasta tarde. “Lo hicimos para cambiar nuestra manera de trabajar. Un nuevo ambiente. Lo llamamos ‘evolution’”, me dice Louise como quien presume un diploma de graduación.
Louise llega a la hora acordada, pero sin ser obsesiva por las manecillas. Las paredes de su oficina (ella sí tiene el lujo de asignarse una) son blancas sin ningún cuadro, pintura o color. Lo único que encuentro “personal” en ese espacio es un emblema de un Jaguar, como el de los autos. “Me lo dieron en Ford, justo antes de que la marca se vendiera.” Su tiempo al frente de Ford México no sólo fue importante para la empresa, sino que fue un reto importante en su vida personal. No es lo mismo visitar la Riviera Maya de vacaciones a manejar una empresa en México.
México mágico
Incluso como vicepresidente de Calidad Global en Ford, sentía que le faltaba algo. Quería encargarse de un negocio de “profits and loss”, vivir el riesgo y los logros de quien está al frente. “Me decía ‘cuando termine este trabajo quiero encargarme de un negocio.’ (Estar al frente de Ford México) resultó ser mejor de lo que había anticipado.” Durante este tiempo, como parte de sus obligaciones, visitó a varios distribuidores del país. Louise se terminó de enamorar de México.
Ya había visitado las playas donde comúnmente se relajan los estadounidenses, pero su experiencia en Chiapas, San Miguel Allende, Guanajuato, Querétaro, la terminó de enganchar. Ya no se trataba de un reto por dirigir una empresa, ahora era hacerlo en un país que quería. “Tengo una gran admiración por la gente, por la dedicación a su trabajo, amabilidad calidez y por su visión feliz de la vida.”
Una manera de demostrar ese cariño ha sido su misión personal por traer inversión a México. “Cuando llegué a Ford en México, me di cuenta que México sería una gran oportunidad para invertir. Trabajé muy duro para traer grandes inversiones. Es lo mismo que traté en Siemens creo que con cierto éxito.”
Quizá en Siemens lo hizo aún mejor. Hoy Louise, al frente de Siemens Mesoamérica (México, Centroamérica y El Caribe), hizo lo que siempre había hecho: implementar lineamientos para transparentar las transacciones y contrataciones. Ahora, para tener una comida con un funcionario de gobierno se tiene que seguir un proceso previamente estipulado. “Solo negocios limpios, cero tolerancia para cualquier cosa rara, no más consultores externos para los proyectos. Mucha más gente quiere hacer negocio con una empresa transparente. Ha abierto más puertas de las que ha cerrado.”
Uno de sus valores es la innovación y la empresa es conocida por sus patentes. Cuando recibió a los top 50 directivos de Siemens global, quedaron convencidos de que México sería el sitio más importante para invertir y crecer para la compañía. Su caracter de Second Wave Emerging Market, el número de ingenieros que egresan cada año en el país, y la gestión personal de Louise en el tema terminaron por convencer a los ejecutivos. Hoy ya han abierto tres centros de investigación y desarrollo, dos de ellos en Querétaro (medio voltaje y alto voltaje).
Se debe, en parte, a su estilo de liderazgo. No titubea cuando le pregunto sobre su manera de llevar la empresa: “Basado en equipo. Creo que trato de balancear la gente y los resultados. Tener las personas adecuadas en el lugar adecuado, tener el desarrollo adecuado, y dar resultados. Pero también, establecer la agenda de crecimiento sostenido, monitorear los resultados, reconocer y recompensar logros.”
It’s a man’s world
No es un hecho sin relevancia que ella, siendo mujer, se haya dedicado a empresas “de fierros”, donde se requieren de muchos ingenieros, un oficio del que se gradúan más hombres que mujeres. Desde sus veinte años en Whirpool, más que una agenda a favor de las mujeres, su postura es muy natural ante la diversidad y el papel de sus congéneres. Más que una política, se trata de un estilo de management que viene desde arriba. Integra equipos heterogéneos, con personal de ambos sexos, de diferentes orígenes y culturas. Está convencida de que de esta manera se resuelven los problemas más eficientemente.
Una manera de encargarse de su gente es especialmente con las mujeres. Siemens, la empresa número 8 para trabajar en el mundo, ha logrado que en México “doblamos el número de mujeres en management, y traemos más mujeres recién egresadas como trainees.” Interesante ya que esta empresa alemana tiene una gran demanda de ingenieros, una carrera no muy relacionada con las mujeres.
***
En sus ocho años que ha vivido en México se propuso, junto con su esposo, que las vacaciones que se tomaran viajaran dentro de este país. Así lo han hecho. No es raro verla en Valle de Bravo en algún fin de semana o en San Miguel de Allende. Algo con lo que ya no podría vivir son las enchiladas y los tacos. Y si su marido la quiere consentir, le propone que coman en Dulce Patria, el restaurante de Martha Ortiz Chapa, o en Pujol, de Enrique Olvera. “Es el mejor lugar donde he vivido.”