Al final de 2013, el crecimiento económico del país exhibió una debilidad que no permite generar una prospectiva demasiado optimista para los primeros meses de 2014. De acuerdo con el Inegi, en octubre el aumento de la producción fue de 1.3% respecto a lo registrado un año antes. En el mismo mes la variación anual de la inversión fue de -5.6%, y todos sus componentes disminuyeron: construcción 7.4%, maquinaria y equipo 2.6%.

A lo anterior hay que sumar el dato de la actividad industrial de noviembre, la cual registró un retroceso anual de 1.4%. En este caso se tiene que la construcción disminuyó en 5%, la minería retrocedió 2.3% en tanto que las manufacturas avanzaron 0.6% y la parte correspondiente a electricidad, gas y agua un 0.4%.

Evidentemente que ello es una mala noticia para la economía nacionabásicamente porque el bajo ritmo de actividad productiva incide negativamente sobre la generación de empleo, y con ello sobre las condiciones sociales en las que vive la población mexicana.

El reto para 2014 es grande, una vez que se aprobaron las reformas llamadas estructurales, y que está por iniciar el debate para la aprobación de la reglamentación secundaria de la parte energética, se ha generado el marco institucional buscado por quienes piensan que el actual modelo económico funciona para impulsar el crecimiento económico de México.

Basado en la creencia de que los acuerdos comerciales y las exportaciones son suficientes para propiciar un mejor nivel de vida, durante las últimas dos décadas se subestimó la necesidad de contar con un mercado interno sólido, con un aparato industrial capaz de competir en el escenario global sin tener la necesidad de recurrir a importaciones de insumos intermedios, maquinaria y equipo.

La debilidad de este razonamiento radica en que el impacto neto es nulo o hasta negativo. Si la producción y exportaciones dependen de importaciones, los potenciales beneficios del comercio exterior se diluyen.

Para el presente año el desafío será el de garantizar que las reformas pueden propiciar crecimiento. En realidad el debate sobre sí se crece 3% o 4% no es la parte de fondo. En la coyuntura se puede tener un escenario externo favorable que temporalmente revierta el desempeño moderado de la economía. Ello ya ha ocurrido pero no se ha sostenido para generar mayor bienestar económico y social.

Las reformas deben transformar la organización empresarial e industrial nacional, elevar su productividad y capacidad de generar valor agregado. El problema de fondo es que solamente una minoría de empresas está preparadas para ello. Con mil empresas se genera más de la mitad de la producción nacional, y la mayoría se encuentra en el sector de las manufacturas. El resto de las 3.6 millones de empresas genera empleo pero tiene una moderada contribución al crecimiento de México. Para promover un desarrollo económico y social superior las reformas deberán garantizar que las empresas altamente productivas y competitivas continúen funcionando exitosamente, y que otras de menor tamaño puedan incorporarse a dicha dinámica de expansión. La tarea no es sencilla, para ello debe promoverse una integración de las cadenas productivas a nivel nacional. Además debe agregarse algo que hasta el momento se encuentra ausente y que se refiere a desarrollar estrategias regionales diferenciadas que promuevan la industrialización y crecimiento de los estados más rezagados

Antes de pensar en aumentar la firma de acuerdos comerciales, y sumarse a las cadenas globales, es necesario garantizar que ello se puede hacer contando con una sólida base de empresas que generan valor agregado en México.

Ello ha sido parte de la formula seguida por los países más desarrollados y las economías emergentes exitosas, su ausencia en México ha causado que los acuerdos comerciales no tengan el efecto esperado.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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