Durante las últimas tres décadas, nuestro país ha buscado transitar hacia el primer mundo en un modelo basado principalmente en las exportaciones, para lo cual una economía abierta, sin subsidios, ni distorsiones de mercados es parte fundamental.
Además del petróleo, el turismo y por supuesto las remesas, las manufacturas se han convertido en una de las principales fuentes de divisas para el país, siendo en los últimos años el sector automotor uno de los protagonistas de éste fenómeno.
En efecto, la industria automotriz se ha convertido en el sector más dinámico de la economía así como uno de los principales destinos de la Inversión Extranjera Directa. Prácticamente todas las grandes armadoras del mundo tienen plantas localizadas en nuestro país y en los últimos 4 años se han materializado inversiones por más de 12 mil millones de dólares.
El sector automotor aporta alrededor de 3.5 % del PIB nacional y de 20 % del manufacturero. Emplea a cerca de 19 % de la fuerza laboral industrial con poco más de 580 mil trabajadores entre fabricantes de autopartes y componentes y las armadoras.
Alrededor del sector se ha colocado una de las más importantes y dinámicas plataformas de exportación no sólo nacional sino mundial.
De hecho, el valor de las exportaciones de esta industria es superior a 23 % del total y 31% del sector manufacturero. Nuestro país se ubica como el 8° productor mundial de automóviles en el mundo con cerca del 3.6 % del total; el 4° exportador de vehículos ligeros a nivel global (después de Alemania, Japón y Corea); y el tercer mayor proveedor del mercado de Estados Unidos detrás de Canadá y Alemania.
Sin duda hemos sabido construir una estructura destacada alrededor del sector automotor y el gobierno le ha dedicado mucho esfuerzo y recursos. Destacan las enormes facilidades en materia de importación de insumos y para la exportación de vehículos y autopartes, de las que no gozan tan abiertamente otras industrias.
Constantemente se justifica el impresionante desempeño de la industria automotriz como producto de las ventajas competitivas de una mano de obra calificada, cadenas de proveeduría y posición geográfica privilegiada, así como el acceso a variados mercados. De igual forma hacen los gobiernos locales donde se concentra esta industria, aprovechando los mejores niveles educativos, mayor calificación de la fuerza laboral e incluso un entorno de paz laboral.
Sin restarle en modo alguno los méritos logrados por el sector y por la labor gubernamental, pareciera que la política industrial se ha concentrado demasiado en un único sector, descuidando a los demás. Es de preocupar que nos estemos convirtiendo en un país mono exportador, como lo fuimos en el pasado con el petróleo, y que además esté concentrado en un solo destino, ya que el 76 % de lo exportado se dirige a los Estados Unidos y Canadá.
En el futuro no muy lejano las ventajas de las que gozamos, sobre todo en costos logísticos y laborales, podrían irse diluyendo frente a los acuerdos comerciales que los Estados Unidos están logrando con Asia a través del TPP (principalmente Japón y una posible incursión futura de Corea) y con Europa, lo que puede descobijar a nuestra industria, dada su poca diversificación.
Hay que insistir en que la Política Industrial sea flexible, para adaptarse a las necesidades del momento; pero al mismo tiempo horizontal, es decir que considere en su justa dimensión a todos los sectores, sin privilegios. Sólo así podremos aspirar a ser una potencia industrial y basar en buena medida nuestro crecimiento y avance hacia un estadio superior de desarrollo, en una plataforma diversificada de exportaciones manufactureras, para aprovechar también a su máximo potencial la variedad de acuerdos comerciales con los que contamos.
* Presidente de Consultores Internacionales, S.C.
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