Estado de México.- En la escuela de entrenamiento canino del Senasica, además de proteger al país de plagas y enfermedades, también buscan darle una segunda oportunidad a los perros que son abandonados en albergues, ya que los emplean como inspectores en aeropuertos, puertos y algunas carreteras; también les brindan todos los cuidados básicos, como atención médica, alimentación y un hogar.

Esta labor que realiza el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agraria (Senasica) trasciende fronteras, porque además de tener presencia en 26 estados del país, algunos binomios caminos han ido a otros países, como Nicaragua, Panamá, Guatemala, Costa Rica y El Salvador a salvaguardar la seguridad en los principales accesos, entre ellos aeropuertos.

El encargado de la escuela, César Ulises Dangú, comentó a EL UNIVERSAL que de los 20 perros que se encuentran en el establecimiento —que es su máxima capacidad—, todos son salvados.

Este año se va a graduar la generación 28. A pesar de que en un inicio la requisición de canes se hacía de manera institucional —se pedía un tipo de raza para que la dependencia lo comprara—, ahora se rescatan de albergues o existen dueños que dan a sus perros en adopción para trabajar como inspectores. En este grupo, un caso peculiar es el de Samo, un perro que rescató la veterinaria Abril Topaqui Alfaro Ruiz, quien trabaja en el centro de entrenamiento.

“Lo rescaté en la carretera durante una tarde que venía a realizar mis guardias pude ver cómo una combi lo atropelló y lo dejó abandonado a su suerte”, recuerda.

La doctora no dudo en recogerlo, llevárselo al centro para atenderlo y realizarle las pruebas para saber si podría unirse al equipo especializado.

“Samo resultó ser un excelente elemento, porque reúne las características que debe tener un perro para ser parte de nuestro equipo: es de tamaño mediano, tiene el cuerpo musculoso y buen apetito; además, es fuerte, pero sobre todo tiene un buen carácter, es dócil, sociable, amigable, inteligente e inquieto. También tiene buen olfato y resultó ser muy apto para las labores que realizamos”, refiere César Dangú.

El encargado fue manejador de perros desde que el proyecto se creó en 2007. Para él, ayudar a los canes representa un cambio de vida para ellos.

Características del equipo

Los perros que son tomados para realizar las pruebas y posteriormente para el entrenamiento deben tener mínimo ocho meses de edad, máximo tres o dos años y medio en promedio.

Además, tienen que ser de talla mediana, con cuerpo musculoso, compacto, con buen apetito y poseer un carácter sociable, amigable, leal, que sea inquieto e inteligente.

Los animales deben hacer mucho ejercicio, que no busque pelea con otros perros y sobre todo que tenga buen olfato. Ofrecen un trabajo a la institución y al país, de ocho a 10 años.

Entrenamiento e instalaciones

La escuela de entrenamiento canino se creó en 2007. Con el paso del tiempo ha ido perfeccionando los métodos para que los canes logren detectar los alimentos que pueden tener alguna enfermedad, a tal grado en el que en la actualidad a los manejadores les lleva de tres a cinco meses lograr sus objetivos.

Para graduar a un perro como inspector, éste primero necesita pasar por filtros físico-conductuales.

Además, en esta etapa les realizan estudios sanguineos, físicos, entre otros, para descartar alguna enfermedad o poder detectar posibles complicaciones a futuro.

En ese filtro se les pone en una especie de cuarentena. Después, los animales inician los entrenamientos para detectar alimentos.

Para este paso, en la escuela canina cuenta con dos instalaciones muy importantes: una es un área verde en la que los perros tienen que realizar ejercicios diarios y detectar muestras de alimentos que representen alguna amenaza.

Para hacerle saber al perro cuáles son los productos que debe checar, el método es por premiación: si lo hace bien, le dan un alimento; de lo contrario, le indican cuál es el correcto y lo invitan a repetir el ejercicio.

En este proceso, la elección de cada manejador es importante, ya que éste tiene que ser afín al animal. Debe ser atento, cariñoso, tener entre 25 a 40 años y principalmente debe contar con experiencia en adiestramiento o haber estudiado Veterinaria y Zootecnia, Ingeniería Agrónoma y Biología.

El siguiente paso es llevar al animal a un simulador de aeropuerto —el cual también está en el interior de la escuela—, en el que los manejadores esconden la comida que podría tener alguna plaga, pero también ponen otro tipo de alimento u olores, con la finalidad de distraerlo para saber si ya está preparado.

En este espacio, los perros pasan por las maletas y van olfateando una por una; con la pata señalan cuál de ellas contiene algún producto que represente un riesgo.

El encargado de la escuela indica que con este método se tiene 95% de efectividad. También, asegura, es más amable para los usuarios o turistas que ingresan al país.

“Algunos visitantes ya identifican a los perros, porque les ha tocado inspecciones con ellos. La diferencia entre un animal o una máquina que detecte algún alimento es que genera empatía. Hemos visto que la reacción es diferente, cuando un binomio detecta algo a la gente le causa curiosidad y en lugar de generar molestia acceden más rápido a la inspección”, señaló César Dangú.

En la actualidad, los canes son entrenados no sólo para detectar los alimentos que posiblemente estén contaminados, sino que los preparan para detectar alimentos contaminados.

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