Es la hora en punto y se anuncia la tercera llamada. Se apagan las luces y sale un violinista solitario (nuestro concertino) que, tras hacer una caravana al público, le da a usted la espalda y se escucha un sonido muy característico; es la nota La, con la cual igualamos todos la afinación de los instrumentos. Después de esto sale otro músico sin instrumento (nuestro director), quien realiza el mismo procedimiento que el anterior y saca una especie de varita, también llamada batuta, con la cual empieza a dirigir a la orquesta.

A partir de este punto, los músicos exponemos en la ejecución de nuestros instrumentos, casi tres cuartas partes de nuestras vidas, ya que desde la infancia o adolescencia nos dedicamos al servicio de la interpretación musical. En el concierto, tratamos de seguir las indicaciones del director y recordar el trabajo semanal de preparación para un concierto, que oscila entre 12 o 15 horas semanales, (sin contar el estudio personal de cada uno), a la vez que realizamos una de las actividades grupales más complejas que existen. “El intérprete debe identificar la estructura musical, asimilarla y controlarla suficientemente bien en tiempo real para representarla e, idealmente, transmitirla con precisión” (Rachmaninoff).

¡Ya anunciaron la tercera llamada!
¡Ya anunciaron la tercera llamada!

Comienza así un concierto. Y nuestras habilidades y destrezas desarrolladas son para usted, estimado público, que nos dedica más de una hora de su tiempo a escucharnos. Entre penumbras, vemos sus rostros y buscamos estar siempre lo mejor concentrados posibles de acuerdo a la seriedad que nuestra profesión amerita, aún y cuando suene ese tercer invitado que no oye, pero que sí interrumpe con algún tono de llamada. Por supuesto, usted puede ser un embajador cultural y ayudarnos a compartir nuestras actividades musicales, gracias a las maravillas tecnológicas con las que ahora contamos. Sólo le pedimos hacerlo con respeto: por ejemplo, al tomar fotos o videos es necesario evitar la luz que puede ser un distractor.

En el escenario podría pensarse que estamos alejados físicamente de usted; sin embargo, nos acerca el sonido y las ideas musicales que le transmitimos.

Aunque disfrutamos enormemente de lo que hacemos, por ser parte de una vocación y posteriormente de una profesión, estamos bajo mucha tensión y estrés. Según algunos estudios, nuestra actividad puede elevar a 136 pulsaciones por minuto nuestro ritmo cardíaco, llegando inclusive a 200. La tesis doctoral de la investigadora Claudia Iñesta, especialista en medicina deportiva, establece que prácticamente nuestras pulsaciones son comparables a las de un futbolista en un partido; si a esto le agregamos la concentración que debemos mantener, el resultado es agotador. Por lo tanto, agradecemos sus aplausos cuantas veces lo considere necesario. Le aseguro que no juzgaremos si lo hizo en el lugar correcto o no.

En la época del clasicismo vienés, los intérpretes se medían para demostrar sus habilidades en la improvisación en una especie de “duelo artístico”. En las presentaciones de ópera se podían producir rechiflas si algo no era del gusto del público. El romanticismo y su conjunto de ideales humanísticos, como la libertad e igualdad, ayudaron a desarrollar una “conciencia artística” en la totalidad de las manifestaciones humanas y estableció los protocolos que usted vive desde la tercera llamada.


¡Ya anunciaron la tercera llamada!
¡Ya anunciaron la tercera llamada!

Experto. Villalobos destaca la  concentración que deben tener los músicos en el escenario.


Estamos conscientes de que en ocasiones todo parece demasiado rígido y formal. Pero está pensado así para que usted tenga las mayores oportunidades de percepción hacia lo que hacemos. Por supuesto, también puede relajarse y evadirse después de un día difícil. Aunque comprenderá usted, que en el afán de disfrutar un concierto, consumir alimentos y bebidas nos aparta mucho del objetivo.

Nos interesa cautivarlo, y hacerlo partícipe de lo que hacemos y de nuestra profesión. En ocasiones un concierto le demandará —y le pido que no se espante— escuchar obras como una sinfonía de Brahms, donde en casi una hora le pediremos un momento de interiorización y encuentro consigo mismo. Es Brahms el que nos invita a eso, nosotros sólo le trasmitimos su mensaje. Sin embargo, le garantizamos que no importa cuál sea su nivel de “conocimiento” o de “comprensión musical”, usted siempre quedará satisfecho de la experiencia que la música ofrece a sus sentidos y a su alma.

Ya anunciaron la tercera llamada. Dispóngase a disfrutar y a mantener una actitud receptiva. Nosotros haremos todo lo que está en nuestras manos para no dejarlo indiferente.

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