Capítulo 2

Alma, Alma, Alma. Alma de todos. Alma ajena de sí misma. Hoy durmió bien como ya es habitual desde hace un mes, a pesar de que toma la pastilla, a pesar de que su cuerpo ya está limpio. Ha seguido el ritual correspondiente para intentar dormir un par de horas, porque desde que él se fue, las noches son difíciles. El día lo ocupa bien, le he dicho que podría hacerlo mejor, pero últimamente no me escucha, solo me mira con repulsión, pero ella lo sabe, renunciar a mí es negarse a sí misma.

Alma me necesita, aunque no quiera aceptarlo. Supongo que ya les había hablado de mí, la forma de presentarme hacia ustedes, fue contarles la situación con “Eso”, a lo que más tarde se referiría como Fátima, por culpa supongo. Ella me responsabiliza por todo y ya estoy acostumbrada a cargar con sus errores a ser “la causante” de sus malas decisiones. Lo cierto es que sin mí, su vida sería lineal y cotidiana, un escritor no puede tener una vida así. Esa es mi función, si es necesario, provoco situaciones que la lleven a escribir.

Tenemos una visión diferente de lo que ella llama con tanto cariño “El oficio”, para ella es la forma de no perder la cordura, pero yo sé que en el fondo lo hace porque me quiere, porque me admira, porque quisiera ser como yo y lo que yo busco es que el oficio nos lleve a la fama. Una vez nos preguntaron qué significado tenía escribir, obviamente no me dejó contestar. Todo lo que tiene que ver con sus letras, lo cuida con furia, porque dice que es la única parte que no tenemos podrida, porque es lo único hermoso que nos une:

>> Escribimos la historia de todos excepto la nuestra porque ahí está el dolor más grande, ahí por más creativos que seamos, no podemos cambiar la realidad. Escribimos porque si no seríamos dementes, asesinos, salvajes, degenerados. Mentira. Seguimos siendo dementes, asesinos, salvajes, degenerados, adictos, suicidas, enfermos, trastornados, pero las letras nos hacen pasar desapercibidos; no cambiamos, ni somos mejores personas, solo guardamos lo peor de nosotros mismos para nosotros mismos. Sus letras protegen a las personas que amamos, porque nuestra manera de querer es sucia, tosca y a pesar de que no es malvada, se enquista. Las letras no me han hecho mejor persona, pero han salvado mi vida de transformarme en aquello que he mantenido en cautiverio por tantos años. Las letras me han salvado de mi misma y del triste final que me espera. Las letras han hecho de mi vida, mi mente y mi cuerpo, un lugar más amable en qué habitar>>.

Es cierto, nuestra manera de querer era fulminante, Alma creía que para que alguien nos amara, éste tendría que renunciar a su propia vida, mientras que yo siempre preferí ser deseada, es una necesidad que es más sencilla de cubrir, hasta que llegó Juan Carlos Albarrán.

Quitina
Quitina

Estamos enamoradas de Juan Carlos Albarrán y puede que eso nos cueste la vida, lo de Fátima fue solo un error de cálculo que yo ya tenía contemplado. Siempre preví el peor de los escenarios, era parte de mi trabajo, sabía que él nos dejaría por unos días y sabía que Alma no lo soportaría, “¿Es tan difícil estar conmigo Elisa?”, me preguntaba antes de romper en llanto.

Tuvimos fiebre varios días, pero no fue por la hemorragia después de la intervención, el doctor dijo que era normal como consecuencia de haber realizado el legrado, el sangrado duraría un tiempo, nos atiborró de medicamentos y mencionó que estábamos deshidratadas. La fiebre era por ausencia, por miedo. Alma se dedicó a llorar amargamente, gritaba y se azotaba en la cabecera de la cama. Yo estaba ahí para consolarla, para distraerla con las películas que usualmente funcionaban en tiempos de crisis: Lolita, Frida, Mean Girls, al final se quedaba dormida, exhausta y herida.

¿Ahora entienden por qué me necesita?

Por aquellos días escribió mucho, me leía por las noches y cada palabra solo me hacía entender lo mucho que significó Fátima, no por el hecho de ser madre, dejamos claro que no nacimos para serlo, sino porque Fátima era lo único que nos unía genuinamente a Juan Carlos Albarrán, Fátima era el único testigo entre nosotros tres y ahora estaba muerto.

>> Me arde llorar por ti, me arden las mandíbulas, me destroza la quijada. Perderte es orgánico verás, me estoy cayendo a pedazos: El cabello, la piel y las uñas están quebradas, tanto como mi voz en los intentos fallidos que tengo cuando quiero hablar de ti.

Perderte es negarme a mí. Dejarte es negar mi naturaleza y aunque eso va a liberarme, a salvarme de vivir en el borde, me está doliendo hasta en el tiempo, ya no digo que me dueles en los huesos, en las vísceras porque has logrado traspasar ese umbral, me dueles en el nombre, en el Alma. Ya no sé qué hay más allá, qué es más profundo que no sea el dolor por ti.

Pero debías terminarme, Si no eras tú ¿Quién me pondría fin? >>

Juan Carlos Albarrán representa todo lo que hemos sido: pasión, agonía, amor, infinitos, ¿Cómo renuncias a 30 años de vivir entre la cura de la enfermedad y la enfermedad misma? No es posible. Por eso quiero aclarar porque él es tan importante para nosotras, él es nuestra vida actual y nos gusta.

Hemos vivido de prisa, sintiendo de formas intensas porque la intensidad es efímera y siempre el final está a segundos de llegar y el final es lo mejor en todas las tramas.

Yo me creía una adicta a los inicios, desde que Juan Carlos Albarrán decidió permanecer no hago otra cosa que esperar el desenlace y la muerte. Sé que lo único que puede esperarnos a su lado es la muerte, nada más puede traernos un destino a su lado. Es ésta personalidad suicida la que siempre ha de traerme de regreso a él.

Cuando Elisa escribe nos da la posibilidad de que en sus letras, Juan Carlos Albarrán y nosotras podamos ser, por lo menos ahí si somos.

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