Dice que de la poesía no se vive, pero Miguel Aguilar Carrillo dejó su carrera de químico para dedicarse de lleno a escribir. Con el libro  La cosa en sí es lo que importa  ganó el Certamen Internacional de Literatura “Sor Juana Inés de la Cruz” 2011, y recientemente fue anunciado como uno de los tres ganadores del Premio Estatal de Cultura 2018, que impulsa la Secretaría de Cultura de Querétaro, a través del programa APOYARTE.

El autor de Oficios de la luz, Muchacha en la playa y Entre la luz sitiada, áspera luz, dijo a EL UNIVERSAL Querétaro que aun en la precariedad económica conserva su fe en las palabras; también habló del premio y su labor como docente.

¿Cómo recibe el anuncio de este nuevo premio?

—Es muy gratificante, porque mis ingresos han sido prácticamente nulos, tengo seis horas de clase a la semana. Me he visto en una situación económica muy difícil, he estado haciendo unos proyectos editoriales porque de la poesía no se vive, y buscando algunos apoyos, así vi lo del APOYARTE, y creo que sí tengo la trayectoria suficiente. El premio y el reconocimiento tiene dos cosas, una es la parte económica, que para mí es muy importante, y la curricular  también es trascendental, pero no esencial, lo esencial es que se leyera la poesía que escribo.

¿Cuál es el proyecto que va a desarrollar con este incentivo?

—No es en sí un proyecto, ofrecí dar una serie de talleres en diferentes instituciones, como retribución social, me interesa que se divulgue la poesía.

Miguel Aguilar: ”Lo esencial es que leyeran mi poesía”
Miguel Aguilar: ”Lo esencial es que leyeran mi poesía”

Ya lleva muchos años impartiendo talleres, ¿qué le ha dejado ser docente?

—Cuando das un taller, el primero que aprende es uno mismo; yo sé que varios de los poetas actuales, y de muchas edades, han estado en talleres míos, y espero haberles ayudado un poco en el proceso de su labor poética. El taller te deja la satisfacción de dar algo de ti a los alumnos, pero también de recibir sus conocimientos.

¿La dinámica de los talleres sí ha transformado su trabajo poético?

—Claro que sí, porque se crea un diálogo sobre los ejercicios que planteamos y de ese diálogo empiezan a surgir otras intuiciones del proceso creativo. Yo cuando doy talleres de poesía no pretendo que salgan poetas, porque estoy muy de acuerdo con la frase de Luis Cernuda que dice: ‘La poesía es una fatalidad, se escribe porque se escribe’. Pero sí creo que alguno de los egresados van a leer más poesía, van a tener el gusto por hacerlo. Y luego ya depende de ellos, si ya obtuvieron el conocimiento básico, deben tener el esfuerzo propio para continuar.

Dice que no pretende que sus alumnos se vuelvan poetas, pero de sus talleres han salido personas que ahora cuentan con libros publicados, que han ganado premios, cuando ve un caso ya destinado a esa labor, ¿qué les dice, cuál es el consejo para ellos?

—Me he vuelto un poco, un lobo estepario, pero sí sé que hay varios de mis ex alumnos que ahora dan talleres, que tienen sus libros, a unos les va muy bien y otros están tratando de renovar toda la poesía, lo cual creo que es una situación compleja, hay que ser un poco más humildes. Y mi consejo… no soy bueno para dar consejos, pero que sigan leyendo y escribiendo, sobre todo leyendo. En un taller yo lo que quiero es que se sientan motivados para leer.

Antes era muy recurrente enseñar  poesía a los niños y jóvenes en escuelas, ahora no, ¿qué está pasando?

—El problema es que los mismos docentes no tienen amor a la poesía, entonces qué pueden hacer con una educación en la que no pone en primer lugar a las Bellas Artes; los profesores no conocen esa tradición y no digo que el maestro de geografía tenga que saber de poesía, pero sí el que da redacción, porque ahora ya hasta quitaron la clase de literatura, y el docente que imparte redacción no solamente debe conocer de gramática,  sino conocer, leer e infundir en los alumnos el deseo de conocimiento de la literatura. Ahora los niños y jóvenes están muy pegados a esta sociedad de consumo, a través de las redes. Yo no sé qué va a pasar con eso.

En esta sociedad de consumo, ¿cuál es el lugar de la poesía?

—La poesía no se consume, no como un producto o un juguete, es algo que exige un compromiso por parte del adquiriente, digamos así por no mencionar la palabra consumidor,  para mí lo consumible es algo que compras y desechas, como una camisa, yo sigo leyendo a Quevedo y no lo tiro, y cada vez que leo los mismos poemas de Quevedo siento una emoción, aunque ya sé el final.

¿Tiene algún libro en puerta?

—Tengo mucho inédito, he dejado de escribir un poco, pero hay bastante material inédito, en ese sentido estoy tranquilo.

De químico a poeta

  1. Miguel Aguilar Carrillo nació el 20 de octubre de 1954, en la Ciudad de México y desde 1980 reside en Querétaro.
  2. Estudió Química en la UNAM, ocupación que abandonó para dedicarse a las letras.
  3. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos: Oficios de la luz (1996), Hilvanes, condición de la memoria (2002),  Prestigio de estar aquí (2004), Laberinto del cuerpo (2006), Historias (2006) y Muchacha en la playa (2008).
  4. Con el libro La cosa en sí es lo que importa, ganó el Certamen Internacional de Literatura “Sor Juana Inés de la Cruz” 2011.
  5. Su obra más reciente es Entre la luz sitiada, áspera luz, que publicó el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro.

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