La historia de la música dentro del cine o para cine tiene un pasado muy marcado en la obra del compositor de la época del romanticismo alemán Richard Wagner, creador de la obra de arte total, la cual consistía en tener todas las artes: visuales, poéticas, escénicas y musicales. Otra cosa muy importante es que él escribía la obra no sólo musicalmente, sino también el guion, la coreografía, el vestuario... Se encargaba de todo. Y estas obras son evidentemente óperas, pero fueron una revolución en todas las artes, por la cantidad de elementos y su calidad estética.

Musicalmente se empezó a usar lo que hoy se conoce como la base de la música incidental: Leitmotiv, palabra alemana que se usa para el motivo o tema en específico para un personaje o momento, en ese entonces se usaba para los personajes en su óperas; el ejemplo más claro y que todos hemos escuchado es: La cabalgata de las valquirias (Richard Wagner 1856) en la que en cuanto suenan las primeras notas nuestro cerebro hace la relación a todo eso. Suenan los violines con mucha tensión hasta que las trompetas empiezan a sonar y nos dicen con un canto de gloria que las valquirias están en camino, montando sus caballos, siempre triunfantes. Son las guerras, lo que hoy podríamos llamar heroínas, sobre todo con esos intervalos de quinta justa que nos da esa sensación de heroísmo y valentía.

Otro gran ejemplo ya aplicado en el cine es Tiburón (Steven Spielberg 1975), en la que el compositor John Williams usa los violines para crear tensión con un timbre agudo, usando intervalos de segunda menor para generar mayor tensión, subiendo la intensidad y volumen hasta que llega el momento en el que pasa la acción. Del mismo compositor, podemos ver esto en Star Wars: El imperio contraataca (Irvin Kershner 1980), filme en el que en cada aparición de Darth Vader, villano principal, suena su tema, la famosa ‘Marcha imperial’, en la que, aunado a verlo en escena, la música nos lo reafirma haciendo sonar su tema.

Otro género que aportó a la historia de la incidental fue la música programática. Al entrar a la sala donde se va a interpretar, se reparte un programa, el cual es un libreto que ayuda a contar la historia en la que se basa la música, suelen recurrir al uso de que ciertos instrumentos son un personaje, donde musicalmente hay un diálogo entre ellos para generar más cohesión. Quien logró explotar este tipo de género fue el francés Héctor Berlioz, en 1830, con su Sinfonía Fantástica. La historia del por qué la compuso es trágica, pues la hizo para la chica de la cual estaba enamorado, una actriz de teatro llamada Harriet Smithson. Él le enviaba cartas de amor y ella las ignoraba, entonces se dio cuenta de que ella tenía un amorío con su compañero de trabajo y eso lo motivó a escribir esta pieza que pasaría a la historia. Aunque cuando se estrenó, cambió la dedicatoria a una pianista italiana... Que al final, terminó casándose con otro pianista. Esto terminó por devastarlo y realizó cambios en su obra, en la que agregaría una secuela llamada Leilo, y la reestrenaría en París. Justo en ese estreno, Harriet Smithson escuchó la obra y se reencontraron, y sí, acabaron casándose, pero no todo fue miel sobre hojuelas porque los dos eran muy pobres; vivieron once años casados y ella sufrió un accidente que la dejó en silla de ruedas y Berlioz la abandonó.

Gracias esto se hizo la primera obra de música programática donde ahora se relata una historia romántica con el uso de la música, dando el programa al público y explicando qué cosa nos cuenta en cada parte de la sinfonía, algo muy innovador para su tiempo, hoy es una de las mejores sinfonías de la historia de la música, y abrió las puertas para que más artistas hicieran más obras y con esto llegar al otro género que es otro referente para la música incidental que hoy utilizamos en el cine.

Hablemos pues del poema sinfónico. Como su nombre lo dice, nos cuenta un poema con la música, en el que nos describe musicalmente palabras, ríos, montañas, el cielo, el mar, todo lo que podemos ver y sentir. De la gran gama de compositores destacados dentro de este género, se destacan Richard Strauss y Franz Liszt. El ejemplo más icónico que ha perdurado hasta nuestros tiempos es: Así habló Zaratustra, obra basada en las palabras del filósofo Friedrich Nietzsche. Strauss era gran admirador de su filosofía y decidió componer esta hermosa obra en la que nos cuenta en breves palabras su pensamiento, y el tan polémico para su tiempo: “Dios ha muerto”, siendo cuidadoso y meticuloso con cada nota escrita. El primer movimiento, según varias interpretaciones, es el que inspira el nacimiento del Superhombre, dando evocación a su grandeza. En el segundo los metales hacen cita a un canto gregoriano que es el Credo católico, “Creo en un solo Dios”. Con el fin de representar la fe hacia Dios, en el tercero se especula que busca representar el Sturm and Drag, que fue un movimiento literario de la época romántica. El cuarto nos habla de las alegrías y las pasiones, en el que los violines tienen una tensión aguda muy marcada mientras los trombones van encontrando la forma de exponer su tema sobrepasando la intensidad de los violines. En el quinto las cuerdas en general prevalecen, se le conoce como La canción de los sepulcros. El sexto habla de la ciencia; aquí usa un recurso musical que fue desarrollado al máximo en la época del barroco por Bach, y ahora nos demuestra usando el tema del primer movimiento para fugarlo. El séptimo es conocido como El convaleciente, aquí nos hace una recapitulación de la fuga anterior, pero con un ritmo más vivo, rápido, llevándonos a un clímax. El octavo es la Canción del baile, en esta parte el violín solista interpreta una danza dionisiaca, conduciendo todo a un baile lleno de matices y sonidos exquisitos. Y por último, el noveno movimiento, La canción del noctámbulo, que junta el clímax de la sección anterior en la que este entra interrumpiendo con el toque de unas campanas, para después tener una melodía más elegante, con una cuerda segura de su sonido, atravesando por toda eso para llevarnos a un final muy calmado y sereno.

En la película La lista de Schindler (S. Spielberg) el tema principal podría considerarse un ejemplo de música programática. La idea que pretende transmitir es el sufrimiento del pueblo judío en el transcurso de la guerra visto desde los ojos de Schindler, y qué mejor forma de representarlo con un violín, es a la vez melancólico y con un atisbo de dulzura. El tiempo de la pieza, uno moderado, como si estuvieras viendo una ciudad europea tras un bombardeo, paseando por ella, un ejército marcha a través, mientras los civiles están ahí, viéndolos, algunos recogiendo cosas, otros llorando a sus muertos o buscando a sus familias, los más esperando la muerte. Es una imagen fuerte, desgarradora, que transmite aquello que el filme muestra.

Para concluir, la música que se escucha hoy en filmes, sea escrita específicamente para ella como en La lista de Schindler o en El señor de los Anillos; o tomada de piezas ya existentes como Drive o 2001: Odisea al espacio, está muy influenciada por las ideas presentes en la música de los siglos pasados. Los compositores de hoy en día y los directores de cine siempre están en la búsqueda de una armonía artística en el filme, de modo que los colores, las escenas y la música apunten a una misma idea. Es por ello que cuando vemos una escena de acción, los colores suelen ser brillantes, las tomas rápidas y con mucho movimiento, y la música muy movida, con un ritmo rápido que nos acelera el pulso, para hacernos sentir con más fuerza lo que vemos en pantalla, mientras que escenas calmadas, como en un thriller, la música se vuelve enigmática, divagante, cuando nuestro protagonista intenta resolver el caso de un asesinato. Al final, la música siempre vuelve a las ideas preexistentes, y en el cine vemos combinaciones del Leitmotiv, de música programática y de poemas sinfónicos; la imagen es la idea, y el sonido es un medio para clarificarla.

*Músicos compositores de Cinematografía UAQ

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