Hay filmes que se hacen con elementos mínimos por cuestiones de producción. A veces, este “menos es más” funciona. Lo confirma un estreno en línea, Instinto predador (2019), hecho en dos locaciones: una selva y un barco. Éste ocupa el 90%  del tiempo en pantalla. ¿Aburrido? Para nada.

¿La propuesta? Un cazador, Walsh (Nicolas Cage), atrapa un leopardo blanco. ¿El giro? No tiene permiso, menos para transportarlo y venderlo. No sólo se lleva de la selva amazónica un animal considerado sagrado. También: víboras, monos, aves.

Este inicio bastaría para un largometraje medio interesante. Pero hay otro giro. En el viaje Walsh tiene inesperados acompañantes: el abogado militar Freed (Michael Imperioli), la sargento médico Taylor (Famke Jenssen, ex chica Bond y ex Jean Grey de los X-Men haciéndola de ruda), unos soldados armados hasta los dientes y el sociópata Loeffler (Kevin Durand), entrenado por  EU para ser asesino y atrapado porque dizque perdió la cordura durante una misión.

Con estos personajes la cinta incrementa la tensión para sus ágiles 97 minutos. En un momento todos quedan a su suerte, humanos y animales. ¿Quién será el predador triunfante?

Aunque es apenas su segundo filme, es de aplaudirse el estilo de Nicholas Powell, con experiencia previa en 121 títulos como experto en dobles de acción, porque en éste, cada paliza y balacera es digna de verse.

Trabajar con poco presupuesto hizo a Powell considerar como su mejor efecto especial a Cage. Un acierto: lo hace actuar con solvencia; sostiene la película  como anti-héroe cínico.

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