Parte 9

Norma, ¿se acuerdan de Norma? Norma, la esposa de Mauricio el taxista, Norma que estaba muy emocionada con el encierro porque al fin podría reconquistar a su marido en la intimidad, porque por primera vez en mucho tiempo ella sería su primera opción, no esa vieja buscona con la que luego se anda paseando, la tal Ximena. Ella está acostumbrada a que Mauricio tenga amiguitas, por su profesión, como él dice, tiene que ser amable con la clientela, pero lo que ya se pasaba de la raya era que Norma sabía que Mauricio le hacía regalitos caros a la mujerzuela esa, seguro ella le pedía cosas, no tenía consideración alguna de que Mauricio era un hombre casado, con responsabilidades y gastos. Si ella iba a estar de ofrecida, pues por lo menos que no le pidiera nada. Al final Mauricio es hombre y solo responde a sus instintos, bien le había explicado su madre cómo es la naturaleza de ellos. Lo importante es que ella tiene marido, no como tantas otras que sufren en soledad, ¿acaso ella sufría en compañía?

Norma guardaba un secreto, un secreto que era la respuesta a todas las permisiones que tenía con Mauricio, la culpa la tenía de los cabellos, de las pestañas, de las uñas. Sabía que si su marido le era infiel, era porque Dios la estaba castigando, Dios y la Santísima Trinidad, Dios y la Santísima Virgen María. Solo ellos sabían que cuando se embarazó la primera vez, pensó en la posibilidad de interrumpir su embarazo. ¿Por qué? Pues porque no tenía idea de qué iba a hacer con una criatura y porque ella en el fondo no tenía aquel instinto que tienen todas las mujeres de protección y ternura hacia los niños. Tenía miedo de ser madre y fracasar, de ser infeliz, como muchas de sus primas y amigas que habían utilizado la maternidad como una manera de renovar sus relaciones, de darle sentido a sus vidas; Norma no necesitaba darle sentido a la suya, ella quería ser maestra de prescolar, pero no madre, madre no, no tendría tiempo, pero Dios le había mandado una criatura y aunque solo renegó un día sobre la situación, hoy ya con dos hijos y un matrimonio disfuncional, se seguía culpando por haber tenido esos deseos.

Mauricio llega a casa, después de ruletear el taxi unas horas.

—No hay ni madres de pasaje —le dijo a Norma, sentándose en la mesa con el dorso descubierto.

—¿Por qué no le preguntas al patrón si no tiene un jale de chofer mi amor?

—Pues no es mala idea, seguro han de ocupar a alguien que haga los mandados, ahorita que los riquillos no quieren salir uno se la tiene que rifar —Mauricio se acercó para darle un beso en la mejilla a su mujer.

Norma se sintió útil, tenía mucho tiempo que Mauricio no se acercaba a ella de una manera genuina. En ella solo desahogaba las ganas que no podía calmar en las curvas de Ximena.

Al día siguiente Mauricio pidió hablar con su patrón. Por la situación tuvieron que hacerlo vía zoom. Don Antonio, esposo de La Beba, amiga de Sofía, esposa de Eduardo, amante de Ximena, amante de Mauricio esposo de Norma, recibió con sorpresa la notificación en su agenda de que uno de sus choferes de taxi necesitaba hablar con él de asuntos de trabajo, sorprendido pues ya había llegado a un acuerdo monetario con su personal, pero don Antonio era muy buena gente, así se expresaban de él sus empleados y se dio el tiempo de escuchar las inquietudes del buen Mau.

En primera instancia fue complicado establecer la conexión, porque el internet de Mauricio no era muy bueno, realmente jineteaba el internet de su suegra. Ya una vez que ambos pudieron mirarse, él observó las blancas paredes de la sala de su jefe, repleto de cuadros de personajes que desconocía y una silla que se miraba comodísima.

—Mauricio buen día, me comentaba José que querías hablar conmigo. ¿En qué te puedo servir?

Mauricio quitó el ceño fruncido, inicialmente había pensado en ser agresivo, en reclamar, pero hasta él que resultaba ser tan altanero e inconsciente, sabía que su jefe era una persona con la que se podía dialogar.

—Señor Antonio, gracias por atenderme, no quiero quitarle mucho de su tiempo.

—No es molestia, siempre es bueno saludar a un amigo. ¿Qué pasó Mau?

—Señor usted sabe cómo están las cosas de difíciles, yo le agradezco que me de chamba, me aliviana mucho a mí y a mi familia. Pero señor, estamos apretados y mire la mera verdad a Norma, mi mujer, se le ocurrió que puedo trabajar para usted como mandadero, como su chofer o de su esposa, para que así podamos estar menos ajustados patrón.

Don Antonio quería a todos sus empleados, pero por Mauricio tenía un sentimiento paternalista. Llegó muy joven a trabajar para él. Pensó que no sería mala idea que uno de sus empleados de mayor confianza, le hiciera algunas entregas que él, por su edad y por la situación, no podía hacer personalmente.

—Me gusta la idea Mauricio, hay cosas que tanto mi mujer y yo tenemos que hacer, pero bueno, sabes que somos de la población vulnerable y he pospuesto muchas entregas de documentos porque necesito a alguien de confianza que lo haga por mí y quién mejor que tú.

—Señor, sabe que siempre puede contar conmigo.

—Mañana mismo entonces, te vienes para Interlomas y nos vemos aquí afuera de mi casa a las 9 de la mañana.

—Señor, me cae que me dan ganas de llorar, muchas gracias patrón.

—Nada que agradecer, nos vemos mañana Mauricio, saludos a Norma tu mujer.

—Gracias patrón, mis saludos y respetos también para su señora esposa.

Colgaron y Mauricio brincó de felicidad, abrazó a Norma y en la noche tuvieron la noche que por tantos meses había soñado, usó el baby doll que ya cumplía tres meses en el olvido y fue la mujer más feliz. Lo que no sabía es que, en el pensamiento de su adorado esposo, solo existía la posibilidad de que, con ese dinero, pudiera comprar nuevamente las caricias de su entrañable Ximena.

Mientras Ximena, recuperándose en aquel hospital de Ecatepec, recibía la propuesta que cambiaría su manera de ver la vida y el amor: Pablo de rodillas, pidiéndole que se casara con él, que se quedara a su lado, para amarla, cuidarla, venerarla.

Ximena enternecida y con todo el dolor de sus costillas se paró de la cama, abrazó al único hombre que la había amado desinteresadamente y dijo:

—No hay otra persona que me mire como me miras tú, Pablo, quiero ser tu esposa, tu mujer, tu compañera. Quiero quedarme por siempre a tu lado.

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