“El respeto al derecho ajeno es la paz”, célebre frase de Benito Juárez que como mexicanos predicamos orgullosos. La realidad es que no la practicamos porque no nos interesa y porque, aunque la entendemos, es mejor sustituirla entre líneas por la ley de Herodes: “O los chingas o te jodes”, o por aquel famoso y simpático dicho nuestro: “Aquí solo mis chicharrones truenan”.

Hablemos del mexicano y su relación con el ruido. Soy costeña, del mero Tampico, en el Tamaulipas donde lo mismo se dan suculentas jaibas que inmensos yacimientos petroleros, o estruendosas fiestas en la playa. Cuando llegué a vivir al Bajío en todos lados existía la expresión entre curiosa y quejosa “¿por qué gritas?” Yo no percibía que mis paisanos y yo no hablamos, vociferamos, gritamos; que no sabemos lo que es una risa sutil, solo la carcajada burlona. “No gritamos, así hablamos los del norte, los que tenemos huevos, ¿qué no?” Esa es la explicación científica que le damos al resto del país.

Existe en mi familia paterna la leyenda que tenemos un problema en el oído izquierdo, una sordera a edad temprana y esa es la razón por la que hablamos gritando. Mi familia paterna es de la Ciudad de México. Primera conclusión: el ruido no está relacionado con la geografía.

Esta mañana paseando a las mascotas, mi novio y yo conversábamos acerca de la desvelada que nos “obsequió” nuestro vecino (vamos a llamarle Brian), gracias a una fiesta que ofreció en plena cuarentena y que duró hasta las seis de la mañana de hoy domingo. Mi expresión en primera instancia fue decir que era un naco, que el dinero no puede comprar la educación, que como muchas veces él expresaba: “Comen caca y eructan pollo”.

¿El perfil de Brian? Guapo, de buena posición económica, estudió en buenos colegios, brillante en su negocio, encantador y muy educado en su trato cuando está sobrio, con ascendencia de lo que él llamaría una “familia bien”. Arnoldo, refiriéndose a mi desahogo sobre nuestro desvelo, fue más puntual: “Además que es una clara falta de educación, es una falta de cultura y consideración y total desconocimiento del sentido de urbanidad”. Concluimos que él encajaría perfectamente viviendo en una vecindad de Iztapalapa, Azcapotzalco o Ecatepec, en donde, o los vecinos lograran callarlo a golpes o el lograría con su dinero comprar a la autoridad para que le “tiraran esquina”.

Antes de proseguir es importante describir el espacio en el que Arnoldo vive, es un lugar privilegiado, enmarcado, protegido y vigilado por la fronda de un bellísimo laurel oriental, la arquitectura del lugar gira en torno a este imponente árbol, son cinco departamentos en tres pisos y el último de ellos es un pent house de aproximadamente 380 metros cuadrados. En este vive el Brian de los fiestones recurrentes hasta la madrugada, no está de más comentar que sus “distinguidos” invitados ya entrados en alcoholes hacen todo tipo de desfiguros en las áreas comunes, las drogas, el sexo exhibicionista, son función gratuita en sus convites.

Otro de los departamentos es habitado por una pareja, Pierre y Angie. Él es físicamente agradable, brillante antropólogo con estudios de postgrado, presume más dinero que el que en realidad tiene y más educación que la que en realidad posee, ella, no es bonita, no es fea, no tiene ni buen ni mal cuerpo, no tiene…, no tiene…, mhhhh, en realidad, mhhhh, pues creo que solo es grosera y al igual que Pierre un “jugoso” negocio podría ser (si esto fuera posible) comprarlos en lo que valen y venderlos en lo que creen que valen, ¿les parece que los llamemos los Wannabes? Esta aspiracional pareja decide concebir un hijo, llegado el momento del nacimiento del feliz retoño, los Wannabes eligen la estadounidense como nacionalidad del primogénito, así que el bebé nace en el lado norte de Laredo, al volver se encuentran con que Brian se ha mudado al departamento de arriba del suyo. Ellos previendo que ninguna clase de ruido perturbe la paz de la feliz criatura ordenan que se suspendan las obras de limpieza y mantenimiento de las áreas comunes todos los días. ¡Qué sinuosos caminos tiene el destino! El primer fin de semana que los Wannabes se disponen a disfrutar al recién nacido en casa, ¡zas! Brian les da la bienvenida con un fiestón de esos que solo a él le salen. A partir de ese día la familia Wannabe olvidó lo que era la paz, para Brian no existe argumento, exigencia, suplica, petición, regla que valga, sus deseos viajan en dirección contraria a la de Pierre, Angie y el junior, él está urgido de beats, ruido, gritos, gente, decibeles, alcohol. ¿La hora? De preferencia las noches y madrugadas, ¿qué días? cualesquiera, es lo de menos.

Brian duerme hasta tarde

No así los Wannabes. El bebé necesita a su mamá, llora, tiene hambre, llora, que lo cambien, llora, dormir, llora, tiene cólicos, llora, llora, tiene frío llora, llora, llora, llora, llora, ¿La hora? De preferencia durante todo el día y la noche, ¿qué días? Todos.

China es la nacionalidad de la vecina de la que ahora les quiero platicar, alrededor de 35 años, es ejecutiva de una compañía de Beijing instalada en México, muy discreta y tímida. El asunto con Mei es el horario, cuando en México son las dos o tres de la madrugada y todos preferimos dormir, en Cantón, de donde es originaria y reside su familia, son las 5 o 6 de la tarde, al parecer la hora del cotilleo en oriente. Quién podría pensar que Mei, tan tímida, tan callada, a la luz de la luna se convierte en un dinámico e intenso conversador, la intensidad de sus charlas se cuela a través de paredes, puertas y ventanas, hasta hacerte despabilar y por fuerza hacerte partícipe de la conferencia. Lo bueno es que acostumbra pasar el fin de semana en otros lugares de nuestro bello país, así que las desveladas ocasionadas por ella solamente son de lunes a jueves.

Es difícil imaginar que en un lugar tan bello y en una zona, voy a entrecomillar “exclusiva” se viva en un ambiente de vecindad.

El ruido es la forma de buscar atención y aunque para mí no es algo que funcione, pareciera ser que para el resto de la población lo hace de manera casi inmediata: en las playas existen las carpas con una familia, parejas, amigos acompañados de una bocina, al lado de esta palapa existe otra que en lugar del rock prefiere las cumbias, a lado otra con corridos, la que sigue norteñas y nos encontramos en medio de una sinfonía sin compás, solo ruido y este parece ser el sonido de las playas en México. El ruido de los autos modificados y de las motocicletas, el mexicano prefiere gastar en una modificación en el escape de su auto que puede costarle mucho más de lo que gana en un mes, porque “suena más perrón, más chido, más chingón, más rudo, machín”. El ruido es garantía de atención.

De alguna manera buscamos sentir el ruido, presenciarlo y volvernos parte del mismo, ¡Mira vamos a quedarnos ahí, se ve que hay más ambiente! Restaurantes, farmacias, tiendas de ropa, muebles, lo que sea, tienen música ensordecedora en las entradas, porque parece funcionarles la teoría del ruido como atrayente de masas y lo es.

El ruido es inherente al mexicano, hasta en la muerte, por lo menos allá en mi tierra se usan: los rezanderos, los cantos desafinados, los cláxones que llevan la carroza fúnebre, los mariachis, los gemidos, los gritos desgarradores. No encuentro la razón de hacer del ruido un fiel compañero, pero pareciera ser la solución a todos los males, como el caso de Brian, hace fiestas ensordecedoras porque le gusta hacerse notar, porque existe cierto vacío que logra llenarse con ruido, así es el ruido también sana y consuela ¿Quién no ha escuchado una canción en tiempos de desamor a todo volumen? ¿Quién no ha llevado serenata sin contemplar si quiera el desvelo de sus vecinos? No importa, hay que gritar el amor a los cuatro vientos y al final es así como llegamos al mundo: gritando. Las madres esperan e interpretan el estrepitoso llanto de su pequeño como un indicativo de que está sano, así que tal parece ser que el ruido está en nuestra naturaleza y consciente o inconscientemente, en lo más primitivo de nuestro ser.

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