Parte 7

Regina y Juan Carlos son novios desde hace casi cuatro años, se aman pero su relación es incomprendida a ojos de terceros: ella acaba de cumplir 30 y él 60. Todos hacen las conjeturas inmediatas como lo hace Sofía. El mundo parece comprender y aceptar la violencia y el odio desmesurado, pero no pueden comprender que el amor existe y que los años no son un factor negativo, al contrario. Regina es uno de los temas favoritos de las esposas de los amigos de Juan Carlos. Si hay algo que ha tomado una fuerza igual de monstruosa y voraz además del Covid-19 es el chisme.

A Juan Carlos y a Regina les gusta la semiología y en uno de sus cursos, el ponente dijo algo interesante: “El chisme es consecuencia de una sexualidad frustrada”.

—¡Hola chicas del coro! —saludaba una Sofía rebosante en un precioso vestido.

—¡Ay tan hermosa como siempre Sofi! ¡Estás súper delgada! ¿Cómo le haces? Me da pánico acabar como Eleonor terminando la cuarentena, pero si sigo tragando así ya andaremos rodando juntas —dijo La Beba.

—¡Ay amiga no digas eso! Eleonor está así porque su genética es de esas mujeres gruesas, tú eres una varita de nardo no seas tonta —comentó Karla mientras le daba un traguito a su copa.

—¿Qué creen que me dijo el inocente de Eduardo? ¡Ay no, hasta ternura me dio el pobre! —interrumpió Sofía con su lengua afilada.

—¿Qué amiga? —preguntaron todas las mujeres mientras miraban fijamente la pantalla.

—Que por qué no invitábamos a la gata de Regina a platicar con nosotras, que porque es una “mujer muy interesante” —dijo Sofía entrecomillando los dedos— Y que sería bueno conocerla. Háganme el bendito favor, no puede ser —todas rieron a carcajadas.

—¡No te lo creo amiga! Ay pero igual y sí le llamo para que venga a limpiarme la alberca o me bañe a los perros —comentó Florence mientras acariciaba a su yorki, todas volvieron a reír.

—Ay no qué podemos hablar con la escuincla esa, no entiendo cómo un hombre como Juan Carlos puede andarse paseando con esa.

—¡Marisol está celoooosa! —cantaban al unísono

—¿Cómo voy a estar celosa de esa? Lo que no entiendo es qué le ve Juan Carlos, tan distinguido y guapo a una mocosa estúpida.

—Mira mamacita para empezar es como 25 años más joven y más firme y tersa que tú eh y pues eso es lo que los hombres quieren, chavitas para andarse paseando ¡Qué bueno que mi marido no es de esos! —dijo Sofía pavoneando su copa— ¡Salud!

—Ay no amiga tu marido es un santo, ya quisiéramos tener un Lalito en nuestras casas —dijo Karla.

—¡O en nuestras camas! —bromeó La Beba— Porque con todo respeto amiga, tu Lalito y Matt, el gringuito de Florence, vaya que sí son guapos.

—Aquí entre nos, no salimos de la cama muchachas —dijo Sofía cubriéndose el rostro con su mano derecha repleta de joyas.

—¡Ay Sofía! —gritaban y reían todas.

—No como a la pobre de Eleonor que su marido no la toca ni por error eh, ayer me marcó llorando la pobre, no le vayan a decir nada —dijo Florence.

—Pues no la toca por gorda —añadió Sofía mirándose las uñas—. Una también se tiene que cuidar muchachas. Pero bueno, oigan les cuento que les tengo una sorpresa. Terminando este maldito encierro, ¡nos vamos de crucero por el Caribe muchachas!

—¡Ay mira la Sofi empoderada! —gritaba Marisol.

—Ya saben que yo las invito, fue idea de mi maridito eh chicas.

—¡Tu marido te ama Sofía! Chicas hay que brindar por el amor, ¡por Eduardo y Sofía!

—¡Por Eduardo y Sofía! Que su amor no se apague y nos siga contagiando a todas.

—¡Salud!

¿Quiénes son las amigas de Sofía? La Beba es la mejor amiga de Sofía, se conocieron el Club Casablanca hacía ya casi 25 años. Sus maridos, hombres de negocios y amigos también, Eduardo con sus fábricas de textiles y León tenía zapaterías y gasolineras. La Beba, al igual que Sofía, no dedicaba su tiempo más que a sí misma y a descubrir los secretos que otras mujeres guardaban celosamente. Eleonor era la nueva rica, su origen al igual que el de Sofía era humilde, la diferencia era que nadie, ni La Beba, conocían su triste pasado, Eleonor era la comidilla de las amigas, Regina y Eleonor eran los temas favoritos. Florence, una mujer francesa que tenía toda la vida en México, no se sabe con certeza de dónde proviene su fortuna, solo que le gusta coleccionar amantes por el mundo. Marisol, divorciada tres veces, hija de un senador y enamorada de Juan Carlos Albarrán desde siempre. Karla, jugadora profesional de golf, casada con un futbolista de medio pelo. Las gárgolas, como las llamaba Sofía, era el grupo de amigas del que no quisieras formar parte y que al mismo tiempo ellas temían ya no formar parte.

Mientras tanto Eduardo yacía en su oficina con su bata de satín color rojo, con una copa de coñac, en espera de la respuesta de Ximena; ya lo tenía todo planeado, quería darle una sorpresa, pedirle que le mostrara aquellos senos que endulzaban sus labios cuando los tenía frente a frente, que se quitara la tanga de encaje que seguro traía puesta, que se acariciara suavemente todo el cuerpo tan lejano pero tan suyo a la vez. De solo pensarlo, la bata que cubría su entrepierna crecía de manera palpitante, pero Ximena no respondía, es más desviaba sus videollamadas, “Pinches putas, todas son iguales, no entienden cuál es su lugar y yo aquí de pendejo mandándole dinero”. Entonces entra la llamada y se activa el video, Eduardo está listo y firme. Pero cuál es su sorpresa al encontrarse con el rostro de un hombre cubierto con cubrebocas, cuya sorpresa es mayor al ver apreciar el cuadro de un Eduardo ensatinado con un bulto de excitación evidente.

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