El músico originario de Budapest, Hungría, Bendegúz Kovács, llegó hace un año a la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro (OFEQ), para ocupar el lugar principal de la sección de violonchelos y este jueves, a las 20:00 horas, tendrá concierto como solista; Rodrigo Sierra Moncayo será el director invitado de esta gala que se realizará en el Teatro Metropolitano.

Variaciones sobre un tema rococó para violonchelo y orquesta op. 33, de Tchaikovsky, es la pieza que interpretará, una obra que exige un gran virtuosismo, “es bastante difícil, y estoy trabajando todos los días para hacer una buena presentación, y yo creo que lo más importante es tocar desde el corazón para darle un sentimiento a la gente”, dijo el músico sobre esta Gala de cello.

A la edad de ocho años, Bendegúz inició sus estudios en música, el violín era su instrumento, pero constantes malestares en la garganta lo llevaron a una cirugía que le impidió seguir tocando durante cuatro meses, y al regresar de nueva cuenta a la música notó algo que lo hizo cambiar de instrumento.

“Me di cuenta que ya no me gustaba el sonido del violín porque era muy alto, una vez hasta rompí el arco porque no quería estudiar, entonces mi madre me dijo: hijo, puedes elegir otro instrumento. Me insistió porque la maestra dijo que era muy talentoso, entonces me mandó a estudiar cello, yo tenía 10 años, a los ocho empecé con el violín, y vi que con el cello podía tocar sentado, qué bien, dije, y además me gustó el sonido y yo tocaba dos notas y la maestra que decía: ¡qué talentoso! Y yo dije: ¡qué maravilla!”, narró en entrevista a EL UNIVERSAL Querétaro.

En ese entonces para Bendegúz la música era un hobby, su principal interés era el futbol. Y era bueno. “Siempre quise ser futbolista y era muy bueno, muy, muy bueno, corría muy rápido y me dijeron que tenía futuro como profesional”.

Finalmente la música se ganó su interés por completo, y a los 14 años descubrió que quería hacer una carrera musical.

“Fue en un concurso nacional, a los 14 años, y un maestro ciego me felicitó muy emocionalmente, él me dijo que siempre iba a estos concursos y me comentó que nunca había escuchado tocar a alguien así y estaba llorando, era un señor de 60 o 70 años, eso me dio mucho sentimiento, mucho gusto, y entendí que con la música puedo mover los sentimientos de las personas, en ese momento empecé a pensar en esto como en una carrera”, recordó el hoy músico de 33 años, quien ahora tiene como hobby el futbol y cuando puede juega con los amigos.

En agosto de 2014 llegó a Sinaloa, está por cumplir cinco años en México, aún habla con un español entre cortado pero fluido, y está encantado de vivir en este país, que dice le ha dejado gratos recuerdos.

“Cinco años es bastante, y tengo experiencias muy buenas y malas, si vives en un lugar vas a conocer lo bueno y lo malo, pero de cosas malas no hablamos, ya pasó, de las cosas buenas sí, y creo que hay mucho talento en México, primero de los cantantes, hay muy buenas voces, también en pianistas, en cuerdas, en todo, hay mucho talento musical, aparte de eso en México hay mucho arte, hasta en la calle te encuentras cosas que la gente hace con sus manos y mucho de esas cosas son arte para mí, es un país muy artístico, me gusta mucho”.

En mayo de 2018 realizó su audición para ingresar como violonchelista a la OFEQ, y luego de tres meses de prueba, los principales votaron para que se quedara como principal de la sección. Al preguntarle su opinión sobre la orquesta, el músico contestó sin titubear: “La orquesta me salvó la vida”.

“Es un asunto personal, pero puedo decir que la OFEQ me salvó la vida. Y ¿qué más puedo decir? Tengo una buena sección, no hay peleas, lo que me sorprendió, no hay peleas ni faltas de tiempo, porque en otras orquestas, bueno, no hablaré de otras orquestas, es muy difícil trabajar en una agrupación así, porque hay 80 personas, pero aquí nos llevamos muy bien, hay buena armonía y eso sirve mucho al momento de tocar”.

La Gala de cello tiene programada también la obra El laberinto de los sentidos, de Esteban Ruiz-Velasco, esta pieza fue compuesta en la cátedra Arturo Marquéz, que convoca la Universidad Nacional Autónoma de México; y el concierto se completa con Sinfonía no.4 op.60 en si bemol mayor, de Beethoven. Todo bajo la batuta de Rodrigo Sierra Moncayo (nieto de Juan Pablo Moncayo, autor del famoso Huapango), quien ya tiene una reconocida trayectoria en la dirección orquestal.

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