El artista plástico Alejandro Soleá revistió de inspiración una de las salas del Museo de Arte Sacro para presentar su serie, donde desde la iconografía pasionaria invoca a la Virgen Esperanza de Macarena, la Dolorosa de los toreros.

En la exposición, el autor participa con cinco piezas: “Ofertorio”, “Retrato de la Esperanza y Musa Mía”, “Donante”, “Paseo de la Esperanza” y “Caminata nocturna”, las cuales retratan la religiosidad de los matadores.

Inspirado en “La magnífica” (otra de sus obras), el artista hace referencia a la herencia hispánica de México, a través de vírgenes con rasgos indígenas y ataviadas de acuerdo al dictamen de la Escuela de Vesticiones Andaluzas; además recupera la tradición del luto riguroso que se acostumbra en San Miguel de Allende, –su ciudad natal– durante el Viernes Santo.

En “Paseo de la Esperanza”, Soleá coloca a la Virgen en primer plano y al centro, rodeada por un conjunto de mujeres que aparecen bajo un abanico de tonalidades ocres, verde seco y aplicación de hoja de oro, al estilo de la pintura sacra y los retablos del siglo XVII y XVIII.

Aunque su trabajo está distribuido de manera heterogénea por toda la sala, se distinguen de los otros tanto por la composición y el trazo, como por el color y la forma: “los colores van saltando de obra en obra y se conectan a través de las formas geométricas y orgánicas”, apuntó.

Soleá, un pintor con mucho ritmo
Soleá, un pintor con mucho ritmo

Para el artista, el tema sobre si la tauromaquia es arte o no, le parece demasiado controversial, aunque afirma, alrededor de esta actividad existen varias expresiones artísticas.

“Hay mucha riqueza dentro de la fiesta; desde los bordados, todo el color que existe en el traje de luces del torero, hasta la música que se genera para esas celebraciones. En esta exposición, concretamente, nos hemos enfocado a lo sacro, a ese momento en el que los toreros piden a una deidad por su vida, porque obviamente se la está jugando”, dijo.

Además, la vida del artista también se complementa con la danza, ya que otra de sus pasiones es el flamenco, un arte que no duda en compartir con el público.

“En mi cotidianidad no puedo separar la pintura del flamenco. Escucho esta música mientras pinto y cuando bailo, visualizo las líneas geométricas y lo orgánico, pensando en el peso de mis figuras, que normalmente represento con mucho volumen. Realmente una cosa salta a la otra”, finalizó.

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