NUEVA YORK.— Remendado con 10 puntadas de hilo cáñamo en la parte inferior derecha, el viejo amplificador Marshall JCM 800 retumba con la acusación precisa y el insulto bien definido: “¡Puto!”. Mil 200 neoyorkinos, algunos con playeras de los Pumas, otros con máscaras de luchadores y tres con banderas de México, corean y rematan el verso: “Matarili al maricón”.

A un cuarto de siglo de su nacimiento, la banda Molotov sueña con dos cosas: que sus canciones pierdan vigencia para poder cantarles sin que alguien llame al escándalo o la censura, y dos, cambiar el amplificador Marshall JCM 800 remendado.

Lo primero se ve aún lejano. Hace dos semanas, la GLAAD, la más poderosa asociación de gays y lesbianas en Estados Unidos, exigió a Molotov censurar esa canción durante la gira Jagermeister que terminó el martes en el Irving Plaza de Nueva York.

En vez de hacerlo, la han convertido en un grito de guerra que el público corea desde que los ve aparecer en el escenario. Y Tito Fuentes, el vocalista, le ha agregado un verso a la rola: “Esto no es de ninguna manera un mensaje homofóbico, es para todos los que se callan y no lo entienden”.

Mas que enojo por el intento de censura, los de Molotov se dicen sorprendidos de que una canción que fue escandalosa hace 25 años (estaba en su primer disco) aún siga siendo un problema.

“Lo que buscamos es la acusación precisa y el insulto bien definido”, había explicado Tito en una entrevista antes del concierto.

“Estaría bueno que la pudiéramos cantar sin que la gente se rasgue las vestiduras. La idea es avanzar pero todavía encontramos mucha gente en contra de esto”, dice Paco Ayala, guitarrista.

Tito se refiere a la exigencia de GLAAD: “Se vale que lo tengamos que explicar cuando la crítica viene de afuera, pero a veces nos siguen dando lata cuando ya lo explicamos y cuando el contexto y el argumento está a nuestro favor”.

Lo otro, lo del amplificador remendado, también es un problema pero de otra índole: la nostalgia. “Ya tenemos canas pero hay otras cosas que siguen igual con Molotov”, dice Paco Ayala. Y enumera: “filosofía, discurso, sonido y algunas bocinas (entre ellas el Marshal JCM 800) que han aguantado 25 años con nosotros”. Aunque sea remendándola con hilo cáñamo.

Molotov madura

Tito, el mismo al que se le hacen agua los ojos cuando habla de su hija de nueve meses, malabarea un cigarro entre los labios para, hacia la mitad del concierto en Nueva York, canta “Changuich a la chichona”. Con un promedio de edad de 40 años, los integrantes de Molotov van con normalidad de la explosión en el escenario a la ternura en su casa.

“Al tener hijos y familia, algo cambia en las giras. Los extrañas... pero está chido extrañar porque la pasamos de poca tocando”, cuenta Paco Ayala, otro que, en ese sentido, ha madurado. Tito también lo toma con filosofía: “Extraño a mi hija pero las giras son mi trabajo. Es como ir a la oficina”. Una oficina, claro, en la que no hay reloj checador ni fotocopiadora sino fans a los que a veces, como en el Irving Plaza, les da por aventar cerveza al escenario. “Hay que esquivar hasta monedas”, dice Tito, quien responde con el “insulto preciso” de un dedo. “Y en Denver —cuenta Ayala— la banda se puso tan pesada que tuvimos que reforzar la valla con sillas de iglesia”.

Sueño Molotov

“This is my nephew”, dice un poblano a su amigo estadounidense al presentarle a su sobrino. Los tres entran al concierto en el Irving Plaza con la idea cantar, bailar y, si es necesario, golpear para abrirse paso en el slam. El amigo estadounidense explota en entusiasmo con “Frijolero” y corea: “Don’t call me gringo / You fucking beaner”

Este es otro sueño de Molotov: que un día ya no sean necesarias canciones como “Frijolero” o “Voto Latino”, y que sea una realidad la “igualdad de razas”.

“Quisiéramos que esas canciones fueran obsoletas pero parece que es una condición humana comportarse gacho”, dice Tito. “Es triste que canciones como ‘Gimme the power’ (que habla del abuso del poder) sigan vigentes por gente con mentalidad del siglo pasado”, completa Ayala.

Lamentablemente por ahora los latinos que van a sus shows en EU aún se sienten impulsados a corear el verso: “I’ll kick your ass yo mismo por supporting el racismo”.

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