Caminar por las calles de la ciudad de México significa recorrer su particular mundo de sabores y disfrutar cada una de sus festividades. Y en este mes de febrero, se antoja una humeante taza de atole para acompañar la celebración del Día de la Caldelaria.

Según las crónicas de la Colonia, en aquella época el atolli se hacía con masa de maíz molido o tostado y agua, endulzados con fresca miel artesanal que tenía infinidad de usos tanto medicinales como alimenticios.

Actualmente, el atole se hace a base de maíz hervido con agua o leche y endulzado con azúcar y piloncillo. Se condimenta con aromas como cacao, vainilla, canela, anís, nuez, azahar, hojas de naranjo y otros saborizantes como chocolate, jugo o pulpa de fruta como guayaba, piña, zarzamora, ciruela, mango y coco para aumentar su buen gusto.

Los atoles también se preparan con harina de maíz o con fórmulas lista para hacer a base de sémola de maíz, trigo o arroz. Todas estas preparaciones se toman con pan de sal o pan dulce, sobre todo bolillos o conchas.

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