Después de varios años fuera de Querétaro, Rafael Ontiveros, aka Aper, está de vuelta en su tierra y no ha llegado solo, su Galería Diegorose ya tiene un espacio propio en el Centro Histórico; el proyecto comenzó aquí, por algunos años tuvo como residencia Valle de Bravo y en su regreso, conserva el mismo objetivo: promover el trabajo de los artistas queretanos.

Aper comenzó su historia en el grafiti y ha llevado sus ideas a la pintura, ilustración y cerámica. Fue seleccionado en la VII Bienal Internacional de Arte de Beijing, que se realizó en 2017 en Beijing, China; además ha colaborado con su obra para libros, como El perro de Oventic de Armando Vega-Gil (miembro de Botellita de jerez).

Con Diegorose, Aper también se convirtió en galerista y en el principal promotor del trabajo de amigos y colegas queretanos. En entrevista con EL UNIVERSAL Querétaro, Rafa platica de su regreso a la ciudad y de lo que espera para este nuevo espacio, que describe como una galería viva, abierta para todo público y cualquier expresión.

¿Cómo empiezas a confabular tu regreso a Querétaro?

—Cuando regreso de la Bienal de Beijing, mi tirada era crear un catálogo y quería empezar a hacer cerámica, me fue a vivir a Tlalpujahua (Michoacán), allá tengo mi estudio, me quedé casi un año, nada más que empezaron a cambiar las cosas y me empezó a llamar nuevamente Querétaro, y me dije ¿por qué no darle otra oportunidad a la ciudad?, porque yo soy de la idea de poner a Querétaro en alto pero desde otras superficies nacionales, otros estados, otras galerías, llevar de verdad el arte por cualquier camino de cualquier pueblo. Yo pinto porque me gusta, porque es mi medio para comunicar las cosas que traigo dentro; pensamientos, mis ilusiones y todos mis demonios, y dentro de eso, me voy a Tlalpujahua a hacer cerámica, tuve una exposición en el Museo López Rayón y quedaron fascinados, no me podía imaginar que en un pueblo tan chiquito va mucha gente a una exposición y me pensaba quedar allá, pero entonces me empezó a llamar Querétaro y dije: vamos a darle una oportunidad, para también intentar sacar mi trabajo en mi propio lugar de nacimiento.

Has vivido en muchos lugaress, pero siempre regresas a Querétaro.

—Sí. Los últimos cinco años estaba en el bosque, entre Toluca, Valle de Bravo, Tlalpujahua y Ciudad de México, entonces regreso ahora y es todo un cambio de energía, y con todo este desmadre municipal, que también lo voy a decir, nos está partiendo la madre como identidad y nos pone de malas, ya está demasiado apretado Querétaro y yo siempre huía de todas estas cosas y de por sí la cantera tiene un magnetismo tan radiante, con todo esto estoy como en una especie de volcán.

¿Dónde nace Diegorose?

—En Valle de Bravo nace la galería, pero en particular Diegorose empezó como una marca de playeras aquí en Querétaro, luego me lo llevo a Toluca y después a Valle de Bravo como galería. ¿Y cuál fue la intención? Justamente proyectar el trabajo de mis colegas queretanos, esa fue la idea original, porque habíamos tantos, y cada vez hay más, pero hace seis años, yo sí decía: tienen que conocer la obra del Jamón (Omar Benítez Favela); de Rafa Rodríguez, de los Quiques, de Gabriela Martínez, de mi amigo Juan Pablo Cueva, que ya se nos fue; de muchos más, yo tenía un espacio, el doble de ese tamaño allá (Valle de Bravo) y lo llenábamos increíble y la gente se emocionaba y empezaba a comprar, al principio me fue normal y luego bien, muy bien y al final tenía que abrir todos los días, porque la gente quería comprar y el 97% de esos clientes eran mexicanos, yo que estaba pintando desde los 17 años para eso, para mí fue una sorpresa tremenda.

Ahora que estás aquí ¿cuáles son tus expectativas con esta galería?

—Cambia mucho, porque mis clientes de Valle de Bravo eran otros a los que creo que hay aquí, Querétaro está aletargado en muchos sentidos, pero me gusta esta cuestión de empuje y qué mejor que tener esas complicidades con tus propios colegas y hacerles ver que esto es un trabajo y que abrir una galería de puros queretanos es punta de lanza, no es fácil, y tampoco se trata de hablar de la queretaneidad, muchos no son nacidos aquí pero trabajan aquí, por ejemplo Walter Cruz es uruguayo pero está aquí y es parte de este movimiento, es parte de esta sinergia, eso es lo que quiero lograr. Ahora con esta nueva ola de queretanos que tienen un cambio en la dinámica económica y cultural, pueden ayudar a impulsar el arte, yo tengo 40 y empecé a comprar mis primeros cuadros como a los 25 años, no era tan grande, pero era como un arroz negro en el costal, y estos nuevos chavos compran en línea pero también van a las galerías y compran lo que quieren, son una ola para crear a nuevos coleccionistas de arte.

Si bien nunca te desentendiste de Querétaro, ¿qué de nuevo te encontraste en este regreso?

—Hay mucha desunión, siguen saliendo muchos artistas y hacen sus pequeños grupos y no se acercan a los que ya tenemos un camino aquí, hay mucho ilustrativo y ya hasta da hueva tanta ilustración, y yo me pregunto: ¿dónde están los abstractos? Jordi Boldó es un maestrazo en el abstracto y no sé dónde está esa escuela, ¿quién se anima   a hacer abstractos?, ¿dónde están?, pero sí tenemos muchos ilustradores, que yo creo que si los echas a perder tantito podrían hacer sus ilustraciones plastozas, que se vengan un ratito conmigo y les echamos plasta a sus superficies a ver cómo dibujan ahí, van a empezar a tener otra relación con el material y se van a comunicar diferente, su dinamismo va a cambiar y se van a volver más plásticos.

¿Entonces,  vas a dar clases?

—Di clases algunas veces y siento que puedo echar a perder a las personas, y si alguien quiere echarse a perder que venga aquí y platicamos una hora, pero sí creo que nos hace falta un poco más de unión entre los ilustradores y los plásticos, empezarnos a juntar, intercambiar cosas porque sí están muy segregados los grupos, y no salen del apapachamiento de sus maestros; la onda es que hay que mezclarnos entre todos y salir al mundo, tener más de dónde representarnos como arte local, es básicamente la idea de la galería, que vean las cosas diferentes que se están creando aquí.

¿La gente sí se emociona al comprar arte?

—Sí, pero hay que saberlos llevar, como galerista aprendí a tratar a la gente, desde el momento en que entra una persona hay que saberla tratar: “Buenos días, si quiere alguna información con mucho gusto”. Y si ya te pregunta por un cuadro, hay que explicar desde la historia y la técnica. Al representar a mis amigos y colegas, tenía que saber muy bien esas cosas, y sí, la gente se emociona más cuando conoce el contexto de la obra y el trabajo del artista. Y si una persona quiere comprar una obra no tiene que llegar el día de la inauguración, se va a esperar a la quincena o te la va a apartar, sí hay espacio para eso y hay oportunidad de crear nuevos coleccionistas.

GR

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