”Es para hacerme vudú ¿verdad?, ¡clavarme mil alfileres!”, dice divertido Diego Luna, cuando escucha que la gente ha dicho que comprará la figura de acción que se ha hecho del personaje que interpreta en Rogue One: una historia de Star Wars.

Desde hace una semana, en grupos de Facebook relacionados con la saga espacial, se vende en más de 500 pesos el juguete original del Capitán Cassian Andor, papel de El Charolastra, uno de los rebeldes que roban los planos de la Estrella de la Muerte.

“¡Ya vi la imagen y me puse muy nervioso!”, reconoce Luna.

“Pero según yo se parece más a Chema (Yazpik, Abel)) que a mí y eso sí me enojó mucho”, agrega entre risas.

Por lo pronto al protagonista de Y tu mamá también y Rudo y cursi se le verá el mes próximo en salas golpeando a Mel Gibson.

En la cinta Blood father que estrena en octubre, interpreta a un villano que le hace la vida de cuadritos a la estrella de Arma mortal.

El filme se hizo a fines de 2014 y principios de 2015, bajo la dirección de Jean Francois Richet (Asalto a la celda 13) contando con la participación actoral de Ryan Dorsey y Elisabeth Rohm.

“Le di sus cates y la disfruté enormemente, fue una película que me llegó en el momento en que necesitaba hacer un proyecto así y él es un tipazo”, comenta brevemente.

Hace una semanas Diego participó en Flatliners, remake del filme ochentero Línea mortal, encabezada en aquella época por por Julia Roberts y Kevin Bacon.

En ella un grupo de jóvenes, intentando descubrir lo que hay más allá de la vida, se causan a sí mismo la muerte por unos segundos.

Contra la corrupción. Luna presentó ayer el libro Corrupcionario mexicano, conformada por definiciones de palabras como fuero, chamaquear, bisnes, transar, casa blanca y charolear, y del cual hizo el prólogo.

La publicación que sale hoy a la venta tiene como objetivo reflexionar sobre los actos ya cotidianos, pero van mermando a la sociedad.

A pregunta expresa, el histrión acepta que en su vida ha dado “mordidas”, dinero a las autoridades a cambio de poder ejecutar sus planes.

“Definitivamente me siento víctima, pero lo que más me lastima es que me siento victimario y porque simplemente aceptar y convivir con esto, ya me hace parte de ella.

“Me acuerdo hace varios años empecé abriendo restaurantes y me gustaba la idea hasta que topé con pared: la idea del moche no me va y no había otra manera de sobrevivir y está completamente asimilado de que hay una parte del negocio que se va a ir a pagar ese derecho del que deberíamos tener, simplemente por estar emprendiendo un negocio y generando empleos”, recuerda el también realizador.

Destaca que nunca ha comprado piratería, pero sí dado autógrafos en clones con su trabajo.

“Lo tenemos tan asimilado que, bueno, sales del Instituto Mexicano de Cinematografía y enfrente hay películas piratas y debemos empezar a hacernos una lavativa para reconocernos como parte del problema y poder cambiarlos desde adentro”, expresa.

Indica que por esas reflexiones y ser padre aceptó prologar Corrupcionario mexicano, idea impulsada por Alejandro Legorreta.

“Sé que todas las decisiones que tomo, marca la vida de alguien más; a diferencia de lo que dijo el Presidente de que es un problema cultural, es más un problema decisiones diarias que dejan impacto en las generaciones”, dice.

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