Londres. —La primera vez que la investigadora y escritora Jane E. Lavery descubrió a Ana Clavel fue cuando leyó Los deseos y su sombra. El tema de la fotografía, el complejo carácter de Soledad, la protagonista, la indagación en los deseos oscuros y en la historia mexicana no oficial fueron elementos que la engancharon a esta novela que la escritora mexicana publicó en 2000.

Desde entonces, la ahora profesora en Lenguas Modernas de la Facultad de Humanidades en la Universidad de Southampton, Inglaterra, ha seguido muy de cerca el trabajo de Clavel, a quien considera una autora transgresora, “que se desmarca de la literatura de fórmula, que le interesa hablar sobre lo no-normativo, que transgrede las reglas preestablecidas, ya sean de moralidad, de sexualidad, sociales, históricas o ideológicas”, pero sobre todo porque, dice, es una de las primeras “escritoras multimedia” en México.

Lavery, quien acaba de publicar el libro The Art of Ana Clavel: Ghosts, Urinals, Dolls, Shadows and Outlaw Desires (El arte de Ana Clavel: fantasmas, urinarios, muñecas, sombras y deseos prohibidos), sostiene que la autora de Las violetas son flores del deseo es pionera en el campo multimedia, “por la magnitud y la extensa gama de medios que utiliza”, y por la colaboración que ha tenido con otros artistas visuales, diseñadores gráficos, escultores y fotógrafos.

La investigadora de origen español pero radicada en Inglaterra comenta que aunque Clavel rechaza la idea de ser una artista visual o una artista multimedia, “por respeto a la tradición y al oficio de quienes producen arte en un sentido más específico”, el trabajo que ha realizado en este aspecto habla por sí mismo: “Ella empezó en los 80 a publicar obras literarias pero rápidamente fue incursionando en el aspecto multimedia. Hay ejemplos de escritores en América Latina que han utilizado plataformas multimedia, como la chilena Diamela Eltit con Lumpérica, o Eugenia Prado; en México están Mario Bellatin o Cristina Rivera Garza, pero Clavel es pionera en esta área en México”.

Al hablar de Clavel y su proceso creativo, Lavery demuestra que es una gran conocedora ya que ha podido trabajar con la mexicana muy de cerca.

En 2008, Lavery viajó a la ciudad de México. Aquel viaje, recuerda, coincidió con el montaje de la exposición Las violetas son flores del deseo, conformada por muñecas de cartón, inspiradas en el texto literario e intervenidas por artistas como Arturo Rivera, Gabriel Macotela, Gustavo Monroy y la propia Ana Clavel. Además de platicar con los artistas participantes, Lavery pudo involucrarse en la organización de la exposición y ver de cerca la forma en que se crean las piezas basadas en las obras de la autora.

Desde entonces, Lavery y Clavel han mantenido una estrecha colaboración. Para este nuevo libro, por ejemplo, la también colaboradora de EL UNIVERSAL diseñó la portada. Son las piernas de un maniquí unidas por un urinario, como el de Marcel Duchamp.

En junio, las dos participaron en una charla sobre literatura y multimedia en las instalaciones del diario The Guardian. Un tema central de ese diálogo, organizado por el British Council y la Embajada de México en Reino Unido, fueron las propuestas multimedia que han generado las novelas de Clavel, así como los aspectos transgresores de su trabajo, temas que son analizados por Lavery en su nuevo libro.

Según la investigadora, la obra de Clavel se puede considerar transgresora porque toma la ficción como base de exploraciones multimedia pero también puede considerarse “bizarra en su indagación de los deseos oscuros, en la sexualidad no heterosexual (bisexual, homosexual, orgiástica, fetichista, paidofílica, etc.), revelando así un espectro de ansiedades y claroscuros de la sociedad mexicana contemporánea”.

“Muchos califican a Clavel como una escritora erótica, pero creo que no se le puede encasillar en un género o una sola forma multimedia: lo mismo foto-video, que intervención artística, fotografía e instalación”. Además, añade, “su obra es de una maravillosa pulidez estilística y resalta su profundo intelectualismo como autora: esto se ve en sus conocimientos sobre las teorías y movimientos culturales de varios campos ya sea en la historia del arte y la foto, como en las ciencias sociales y la literatura misma. Sus referencias intertextuales demuestran también su conocimiento extenso de la literatura nacional e internacional”, añade Lavery, quien adelanta que entre sus próximas colaboraciones está trabajar con la ONG Clipperton Project, que se especializa en la interacción del arte y el medio ambiente a través de proyectos en los que colaboran artistas, escritores y científicos. Otro de sus proyectos es publicar este nuevo libro en español.

El boom femenino de escritoras mexicanas. Lavery, quien ha sentido un gran interés por la literatura latinoamericana, especialmente por la mexicana escrita por mujeres, coloca a Clavel en de la generación de escritoras mexicanas del “boom femenino”.

Sobre este tema, la investigadora coeditó en 2010 —junto con la catedrática Nuala Finnegan—, el libro The Boom Femenino in Mexico. Con esa antología, las autoras proponen que más allá de las best sellers como Laura Esquivel y Ángeles Mastretta, existe una nueva generación de escritoras anti-fórmula, transgresoras a nivel literario y temático. Menciona a Clavel, Rosa Beltrán, Ana García Bergua, Mónica Lavín y Cristina Rivera Garza, quienes “comparten una preocupación por el lenguaje, juegan con la tradición que las precede, apuestan por la fabulación como una forma de propuesta creativa desde el lenguaje, pero a la vez no se desvinculan de su contexto histórico y social”.

El llamado “boom femenino” no es un movimiento literario propiamente, aclara Lavery: “Se caracteriza por su heterogeneidad en términos de género y forma: tenemos novela (Rivera Garza, Beltrán, Lavín, García Bergua, Mastretta, Clavel), poesía (María Baranda, Pura López Colomé), así como teatro y crónica (Elena Poniatowska, Guadalupe Loaeza, Cristina Pacheco)”.

Además, dice, existe una diversidad temática que resiste a la clasificación: “El cuerpo femenino, la sexualidad heterosexual o no heterosexual, la identidad mexicana, la globalización, el narcotráfico, los tabúes sociales, la inestabilidad política, preocupaciones estéticas y la experimentación con los géneros literarios”.

Según la investigadora que en 2005 también publicó un libro dedicado a la obra de Mastretta, su idea de estudiar el trabajo de escritoras mexicanas y latinoamericanas parte del propósito de “cambiar la percepción que existe en el mundo anglosajón respecto al concepto generalizado y bastante limitado de que los escritores latinoamericanos producen literatura de tipo mágico-realista (Fuentes o García Márquez) o que se produce ‘literatura light’, de fórmula, de best sellers como la de Mastretta, Esquivel e Isabel Allende”.

“Opino que hay una nueva generación de escritoras como Clavel, Beltrán, Lavín y Rivera Garza, que están a la sombra de estas percepciones. Y mi trabajo justamente busca darles visibilidad y brindarles la atención crítica que se merecen en el mundo anglosajón académico al que pertenezco”, comenta Lavery en un pequeño Bookshop, Travelling through, cuyo concepto busca sumergir a los visitantes en la cultura mundial, y donde el estante de literatura latinoamericana remata esta última reflexión de la académica. Allí solo se ven algunos libros traducidos al inglés de los best sellers latinoamericanos, Vargas Llosa, García Márquez, y algunos ejemplares de La casa de los espíritus, de Isabel Allende.

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