Era la única mujercita de la familia, vivía como en un capelo de vidrio, cada semana estrenaba vestido, tenía todo lo que quería pero siempre estaba sola, en aquella soledad Mary Paz Mosqueda encontró en la literatura a su gran aliada y hoy la poesía es su lengua primaria.

Ha publicado Autora Solo cactus (2013), Bajo el agua (2010) y Trenzar el día (2012), recién presentó El cisne rojo y ahora espera fecha para dar a conocer un nuevo libro: Llorar no tiene caso. “Con ese nombre, imagínense cómo está”, dice entre risas.

Nació en San Diego de la Unión, Guanajuato, y emergió para ser tratada como una princesa a la que le condescendían todo, pero que no dejaban salir porque la estaban preparando para casarse, aunque ella quería estudiar, tener amigos y salir al mundo.

“Yo vivía en un capelo, que no me diera el aire, que nadie se acercara a mí, estaba sobrevigilada, cuando mi mamá salía me encerraba con llave; estaba sola pero resulta que tenía todo, maestros en la casa tuve de todo tipo, de manualidades, de lectura, de todo, mi mamá decía que no tenía que entrar a una escuela, puesto que me estaban preparando para que me casara”.

Por designio de su padre fue a la escuela, llegó a la universidad, se graduó, se casó, formó un hogar; su vida siguió en Querétaro, tras jubilarse y cuando sus hijos crecieron se dedicó a escribir, inició su formación en los talleres literarios de Luis Alberto Arellano y Miguel Aguilar Carrillo.

“De niña tenía la necesidad de hablar con alguien, ahora es una necesidad escribir”, expresa la poeta, y al escribir y publicar quiere dejar una huella en el camino que recorre, despertar emociones, ya sean positivas o negativas, lo que le interesa es que el lector se muestre interesado en su obra.

Sor Juana Inés de la Cruz es su mayor influencia, pero Mary Paz no es una poeta tradicionalista, en busca de su propio estilo ha experimentado diversas voces y temas: el amor, el desamor, la felicidad.

“Yo creo en las cosas positivas, siempre más que en las negativas, uno tiene la capacidad de darle la vuelta a la moneda de hacer bien lo que pensamos que está mal, de vestir de una manera alegórica lo que nos parece feo, de cambiar la situación que uno vive, uno como ser humano tiene la capacidad de cambiarlo”, asegura la escritora.

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