En una de las esquinas del predio donde en 2006 fue hallado el monolito de la diosa Tlaltecuhtli, en la esquina de Guatemala y Argentina, al pie de las escalinatas del Templo Mayor de la antigua Tenochtitlan, yace un pequeño, pero rico depósito ritual con gran variedad de elementos orgánicos y marinos, como conchas, corales, restos de un pez globo, así como figuras de copal, cinco pequeños cetros de obsidiana y 26 cuchillos de pedernal.

Mediante un trabajo minucioso, utilizando agujas de disección, instrumental de dentista, pinzas de precisión y pinceles delgados para evitar dañar o mover el material, un grupo de jóvenes arqueólogos encabezados porLeonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, retira cada elemento de esta ofrenda, identificada como la 137, y que forma parte de un conjunto de ocho depósitos rituales que los sacerdotes mexicas colocaron cuidadosamente en los extremos cardinales e intercardinales del monolito de la diosa de la tierra, en una ceremonia específica realizada hace más de 500 años.

Pero este conjunto de ofrendas, la mayoría de ellas ya excavadas, es apenas una pequeña muestra de la riqueza arqueológica que se ha logrado recuperar en ese predio, conocido como las Ajaracas o Mayorazgo de Nava Chávez y en donde, según las hipótesis de los arqueólogos, podrían hallarse los sepulcros que contendrían los restos cremados de uno o más soberanos mexicas.

En ese pequeño espacio, donde el equipo del arqueólogo Leonardo López Luján trabaja desde 2007, se han hallado hasta ahora 36 ofrendas, de las que se han recuperado más de 50 mil objetos que actualmente están siendo analizados e interpretados mediante novedosos programas de diseño, basados en la digitalización de los dibujos hechos en las excavaciones y las fotografías de alta resolución.

Se trata de un método que permite la reconstrucción digital de estos depósitos rituales, una vez que han sido excavados y registrados por los arqueólogos.

“De alguna manera lo que hacemos es un método destructivo. Un sacerdote depositó ahí esos objetos hace 500 años, con un ritual muy específico, pero nosotros llegamos, los excavamos y jamás volverán a estar igual”, señala Diego Matadamas Gómora, uno de los jóvenes arqueólogos que, junto con Alejandra Aguirre Molina,Erika Robles Cortés, Israel Elizalde Méndez y Ángel González López trabajan en la excavación y análisis de los materiales recuperados durante la séptima temporada de este proyecto.

Pero con esta técnica, que se apoya en el mapa tridimensional del recinto sagrado de Tenochtitlan que elaboraron especialistas del INAH y la Universidad Prefectural de Aichi, Japón, los arqueólogos tienen la oportunidad de reconstruir virtualmente las ofrendas, así como la diversidad de materiales que contienen, lo cual les permite adquirir nuevas interpretaciones sobre ellas.

Un caso inédito es el de los cuchillos de pedernal que han sido recuperados en las ofrendas asociadas a la diosa Tlaltecuhtli. Gracias al detallado análisis de la disposición que presentaban en la ofrenda y de su asociación con los otros objetos, los especialistas han logrado determinar que estos artefactos, originalmente vinculados a rituales de sacrificio, en realidad son representaciones de guerreros que portan armas de madera, o de dioses de la tierra y la muerte.

“Vemos que los cuchillos portan armas, cetros, máscaras, que nos están hablando de otro tipo de simbolismo que no se había visto en los demás depósitos, a diferencia de las excavaciones que se hicieron cuando, por ejemplo, se descubrió Coyolxauhqui, cuando se veía a los cuchillos como elementos de sacrificio. En ese entonces, realmente no pusieron atención en la asociación con otros objetos, y que estaban personificando a deidades”, explica la arqueóloga Alejandra Aguirre, quien asegura que la aplicación de esta nueva metodología permitirá nuevas lecturas en torno a las ofrendas que se han recuperado en todo el sitio.

El proceso de excavación y análisis

En el caso de la ofrenda 137, que actualmente recuperan Diego Matadamas, Israel Elizalde y Erika Robles, hasta ahora se han logrado identificar 25 cuchillos de pedernal, asociados a pequeños cetros de obsidiana. “Todos colocados en dirección al Templo Mayor”, dice Elizalde, mientras muestra la pequeña cavidad de la que resaltan esos artefactos blancos y una gran cantidad de conchas.

La interpretación completa de estos cuchillos de pedernal y los demás materiales se hará luego de que estos jóvenes arqueólogos finalicen el minucioso proceso de excavación de los diversos niveles que integran esta ofrenda, ya que, indican, “cada uno de los objetos depositados fue colocado con una orientación y asociaciones específicas, nada es puesto al azar”.

Una vez terminada la excavación y limpieza de cada nivel de la ofrenda, proceden a tomar una fotografía digital que se imprime a escala real, 1:1, y después, sobre un acetato, se realiza la calca de cada uno de los elementos por separado para registrar su forma, posición, orientación y materia prima.

Estos datos ya digitalizados son los que el arqueólogo Ángel González López utiliza para recrear virtualmente cada una de las ofrendas. En la computadora, mediante el programa AutoCAD, el arqueólogo se encarga de dibujar cada uno de los artefactos y materiales orgánicos recuperados, con un color particular, dependiendo de la materia prima o especie en el caso de los animales. “El resultado final es que podemos empalmar en un plano todos los elementos de los contextos excavados, lo cual nos permite unir o aislar los miles de elementos recuperados, en diferentes niveles de análisis como pueden ser el micro (dentro de las ofrendas) o el macro (el arquitectónico)”, explica.

Ese detallado registro arqueológico, añade, permite inferir la secuencia de colocación que los sacerdotes mexicas siguieron durante las ceremonias, las asociaciones entre los objetos o encontrar los patrones de distribución. “Vas encontrando patrones de colocación muy significativos entre una ofrenda y otra. Los mexicas siempre fueron muy obsesivos con la deposición de artefactos y eso es lo que podemos ver con este método”, apunta González López.

Es mediante este proceso que la arqueóloga Alejandra Aguirre ha logrado, entre otras cosas, lanzar la nueva hipótesis de que aquellos cuchillos de pedernal normalmente relacionados con los sacrificios mexicas son más bien representaciones de guerreros o deidades. Una idea que, dice, podría cambiar el concepto y el simbolismo de todas las ofrendas que han sido recuperadas en la zona desde 1978, cuando comenzaron las exploraciones arqueológicas en el sitio.

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