Cuando pienso sobre la manera que los seres humanos convivimos hoy día, me llama mucho la atención cómo la tecnología nos hace perder el instinto de conservación.

El sustraernos de la realidad por estar inmersos en las pantallas de teléfonos y otros aparatos nos incrementa los riesgos de sufrir cualquier tipo de accidente en espacios públicos al perder la concentración natural de estar al pendiente del entorno inmediato. Lo mismo ocurre en casa, cuando dejamos a un lado la inigualable oportunidad de convivir en familia.

Sin embargo, la solución está en darle su justa dimensión al tiempo y espacio que destinamos a la comunicación virtual que ha cautivado a la humanidad a una velocidad impresionante, casi tan rápido como llegan los mensajes de uno al otro lado del mundo. Conservar el instinto es una tarea que se debe ejercitar cotidianamente y nos es recordada por aquellos seres que ni les va ni les viene la tecnología.

Tal es el caso de este hermoso colibrí fotografiado en el jardín botánico en Cadereyta, el cual hace la más noble tarea de criar con el cuidado necesario en la construcción de su nido y en la protección de las ramas con espinas que le brindan la seguridad suficiente, haciendo gala, no sólo de su belleza, sino de su instinto de conservación, en un bello rincón de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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