Sophia Loren no quiere hablar de su edad. “No quiero decirla”, dice riendo la diva del cine italiano, quien cumplirá 80 en septiembre próximo.

Todos en Cannes observamos cómo se mueve y habla la estrella que ha marcado a clásicos del cine como El Cid, Dos mujeres o Una jornada particular, por mencionar algunos. Y todos sabemos que el 20 de septiembre Sofía Villani Scicolone cumplirá 80 años. Pero ella, en el más reciente Festival de Cannes, durante un homenaje, desclasifica detalles que no sabemos. Archivos inéditos de la construcción de su carrera.

Hoy, Sophia Loren ha vuelto al cine con La voz humana, cortometraje de 25 minutos de su hijo Edoardo Ponti que la tiene a ella como una señera mujer, Angela, que conversa telefónicamente con el amor de su vida: el hombre que la dejó por otra. “Esto es algo que pensaba hacer desde hace mucho tiempo con mi hijo. Estoy muy contenta”, dice emocionada sobre una colaboración que la mantiene filmando en familia: en 2002 ya hizo con Edoardo el largo Entre extraños y con su marido, el productor Carlo Ponti, hizo más de 40 filmes.

“Finalmente se realizó el sueño de mi vida”, dice.

Una vida que no fue de sueño. Desde muy corta edad tuvo que sortear la pobreza y la escasez de una Italia derrotada tras la Segunda Guerra Mundial. Hija de una profesora de piano y aspirante a actriz, Romilda Villani, la infancia de Sofia Villani Scicolone estuvo marcada por malos ratos y carencias. Su padre era un ingeniero que siempre estuvo ausente y quien se rehusó a casarse con su madre porque prefirió el amor de otra.

Y hay escenas que ella no olvida, como esta: corriendo a un refugio durante los bombardeos, por ejemplo, recuerda la herida que le dejó en la barbilla un golpe de metralleta. Nacida en Roma, pronto la familia se movió a Nápoles y en la comuna de Pozzuolli, su abuela, su madre, su hermana y ella misma establecieron en el living de su precaria casa una especie de bar.

A los 14 años postuló al concurso de belleza Miss Italia.

“No gané”, ríe. Pero fue una de las finalistas. “Comencé a postular a películas para ver si me daban algún papel”, dice con humildad. Obtuvo roles pequeños en cintas italianas de la década del 50. En ese entonces cambió su nombre por el de Sofia Lazzaro porque, decían, su belleza podía levantar a los muertos. “Recuerdo la película ‘La Tratta delle bianche’ (de 1952 y de Luigi Comencini)”, dice sobre un thriller italiano. “En aquella época aparecía en cerca de cinco películas por año, muchas veces en pequeños roles. Estaba tratando de entrar en esta difícil industria y no fue fácil al comienzo. Con mi madre y mi hermana no teníamos dinero. No tenía para comer y para esas audiciones a las que iba muchas veces sonaban mis tripas porque estaba hambrienta, porque no tenía nada para comer”.

Pero rememora con gratitud esa película, ‘La Tratta delle bianche’, porque encontró manos amigas. “Me ayudaron a encontrar trabajo adicional, de manera que pude tener más dinero para llevar a casa en la tarde. Podíamos cocinar más spaghetti y tener suficiente comida para que todos comiéramos”.

Sophia Loren confiesa que nunca estudió formalmente actuación y que era rechazada una y otra vez por su físico.

“Me decían que no era bella, que tenía la nariz muy grande. Que no era fotogénica. Sufrí mucho”. Y no sólo por los golpes a la autoestima. Podía aparecer en la pantalla, pero su vida no era un cuento de hadas.

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