No hay duda de que la medicina tradicional forma parte del sistema real de salud de los mexicanos, al lado de la medicina académica (conformada por la alópata y la homeopática), la medicina casera y las llamadas medicinas alternativas o complementarias.

“Se trata de un recurso fundamental para la salud de la población en áreas rurales del México indígena y no indígena, así como en amplias zonas urbanas y semi-urbanas del país”, considera Carlos Zolla, coordinador de investigación del Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC), de la UNAM.

Por la diversidad de especies de plantas con que cuenta, la medicina tradicional mexicana ocupa el primer lugar en América Latina y el segundo o tercero en el mundo (se estima que el país tiene entre 5 mil y 10 mil especies de plantas medicinales o potencialmente curativas); sin embargo, no se limita únicamente a la utilización de plantas medicinales.

“En realidad, la medicina tradicional mexicana es un sistema de conceptos, creencias, prácticas y recursos materiales y simbólicos para la atención y el tratamiento de padecimientos y procesos desequilibrantes”, sostiene Zolla.

Todo esto y más se muestra en la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana (www.medicinatradicionalmexicana.unam.mx), proyecto universitario coordinado por el mismo Zolla y Arturo Argueta, investigador del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.

Patrimonio

Componente esencial de nuestra nación multicultural, patrimonio tangible e intangible, la medicina tradicional mexicana es heredera de las culturas prehispánicas.

“Francisco Hernández, protomédico de la Corona, produjo por encargo de Felipe II una obra en la que registró más de 3 mil plantas, gran parte de ellas medicinales, con información que le proporcionaron los médicos indígenas del centro de México”, informa el investigador.

A lo largo de los años, la medicina tradicional de México se ha nutrido de otras culturas médicas como, por ejemplo, la europea (en la que destacan la humoral y la renacentista), la africana y, más tarde, las llamadas medicinas modernas.

“Ha variado también por los cambios en el perfil epidemiológico de las poblaciones y por distintos factores no médicos: económicos, ecológicos, culturales y religiosos”, agrega el investigador de la UNAM.

En la actualidad recibe la influencia de las medicinas alternativas o complementarias, como la de China y su acupuntura, la ayurvédica de la India, el naturismo y sus variadas vertientes, la digitopuntura, la iridología, la fitoterapia (también conocida como flores de Bach), etcétera.

“Así pues, todas estas medicinas alternativas se emparentan hoy en día con prácticas de la medicina ancestral del pueblo mexicano.”

Entre el frío y el calor

El campo de demanda de atención de la medicina tradicional es infinitamente mayor que el de las enfermedades: no sólo atiende situaciones patológicas, sino también procesos normales como los embarazos, los partos y el puerperio (cuarentena), procedimientos desequilibrantes y una serie de rituales no médicos.

“De acuerdo con los principios de la medicina tradicional, los individuos estamos permanentemente moviéndonos entre el frío y el calor; de esto se deriva que hay estados corporales, enfermedades, plantas, alimentos, bebidas, medicinas… fríos y calientes”, explica el investigador.

Por ejemplo, el embarazo es un estado transitorio de calor. Sin embargo, al momento del parto, la mujer pierde temperatura. Ahora bien, para que tal pérdida no sea abrupta sino paulatina, la medicina tradicional recomienda que coma un caldo de pollo o de guajolote, que son calientes, no comida de cerdo, que es fría.

“La hidropesía y los males reumáticos son fríos, están asociados al mundo de Tláloc (a la lluvia, la humedad, la parte inferior del mundo); en cambio, el sarampión, que trajeron los españoles, es considerado caliente”, añade Carlos Zolla.

Ceremonias y rituales

La medicina tradicional participa también en un campo ritual que abarca desde ceremonias en la milpa para que la gente obtenga buenas cosechas, hasta rituales de limpia de personas y lugares, como la casa de los recién casados para que tengan una vida feliz en pareja.

Hay, asimismo, mitos instalados en relación con un consejo terapéutico. Zolla refiere un caso: en Veracruz se cree que después de una sudorosa jornada de trabajo es mejor pasar por un puente, aunque esté más alejado de la población, que cruzar el río porque “los chaneques te pueden enfermar.” Es decir, el mito propicia una conducta preventiva.

Con todo, se debe aclarar que, al igual que en la medicina alópata, el sistema de creencias no es irracional en la medicina tradicional.

“Ambas ejercen mecanismos de eficacia simbólica. Pongo un ejemplo: algunos consultorios médicos tienen montada toda una escenografía que incluye diplomas de la UNAM, de Harvard y/o Princeton, cuya eficacia simbólica incita al paciente a tenerle confianza al médico”, comenta el investigador universitario.

Eso sí, en comparación con la que se pone en práctica en cualquier hospital (exploraciones por tomografía, resonancia magnética nuclear o espectrometría de masas, pruebas de ADN…), la medicina tradicional dispone de una bajísima tecnología.

“El temazcal, por ejemplo, tiene una serie de méritos terapéuticos, pero es, tecnológicamente hablando, bastante sencillo: adentro de una pequeña habitación se calientan piedras sobre las cuales se echa luego agua para producir vapor.”

Encuestas

Hasta la fecha no se tienen datos precisos y confiables sobre el número de mexicanos que recurren a la medicina tradicional, o sea, que utilizan plantas o consultan a un curandero para curarse de algún mal.

“Al respecto únicamente puedo referirme a dos encuestas que, por encargo del ISSSTE, realicé a fines de la década de los años 80 del siglo pasado en las delegaciones políticas Magdalena Contreras y Coyoacán, del Distrito Federal: más de 50% de los derechohabientes que concurrían a la consulta de medicina familiar tenían algún tipo de contacto con la medicina tradicional. Además, en las zonas rurales, el médico más importante era el curandero o la partera; y en las zonas urbanas, el curandero-huesero; en éstas, las mujeres embarazadas tendían a dar a luz en las unidades hospitalarias alopáticas”, dice Carlos Zolla.

En opinión del investigador universitario, debido a los fenómenos migratorios que se han dado en México, el sistema real de salud de los capitalinos todavía tiene una fuerte influencia de la medicina tradicional que trae la gente del campo a la ciudad. Más información relacionada con este tema, en el siguiente correo electrónico: pumc.investigacion2@gmail.com (Fernando Guzmán Aguilar)

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