Apurar el paso a las ocho de la mañana de ayer domingo no le garantizó a Dafne tener su boleto para el último día de la exposición Obsesión infinita de Yayoi Kusama; fue una de las más de dos mil personas que, ayer, se quedaron sin ver la obra de la artista japonesa. Esa chica veinteañera no pudo pagar los 400 pesos que una señora tapatía sí se animó a pagar por dos boletos en la “reventa” apesar de que como todo domingo el ingreso fue gratuito.

Pasadas las 22 horas cerró sus puertas el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo luego de un maratón de 36 horas que inició el sábado a las 9 de la mañana y que fue ideado para atender al mayor número de visitantes. Eso hizo que trabajadores, administrativos y seguridad doblarán turnos y laboraran toda la noche del sábado y madrugada del domingo para atender a miles de personas que adquirieron su boleto vía Internet a un costo de 50 pesos.

Los que se cansaron de las “caídas del sistema” de la página del Tamayo, optaron por acampar en los alrededores del museo, pasaron frío pero garantizaron su ingreso a esta exposición que hoy lunes comenzará a ser desmontada para que siga su itinerancia por América Latina, a Chile, y que la retrospectiva de la artista siga conquistando públicos con sus más de 100 obras creadas entre 1950 y 2013, que incluyen pinturas, trabajos en papel, esculturas, videos, slideshows e instalaciones.

Berenice, Mayra, Daniela y Arturo -con el rostro y el cuerpo cubierto de lunares de colores-, fueron cuatro de los jóvenes que pudieron adquirir sus boletos y entrar a la exposición antes de las 10 de la mañana, no pasaron frío ni temieron por su seguridad ante las disparos que varios testigos aseguraron haber escuchado. Tampoco “vivieron” la solidaridad ni la sociedad organizada que sin injerencia del Museo, los visitantes tramaron una estrategia de organización en 40 grupos de 50 personas con un líder por cada grupo para turnarse las guardias y ante todo evitar gente infiltrada. Uno de los impulsores de esta organización fue Rodrigo Rodríguez, egresado de la carrera de Negocios Internacionales.

Para la media noche del sábado, se contabilizaban unas cinco casas de campaña, pero la mañana del domingo había más de una decena. Muchos permanecían sentados envueltos en cobijas y bebiendo café; había tamales y atole a iniciativa de vendedores, que además de comida vendían bufandas, gorras y guantes, pero también playeras con alusiones a la obra de Kusama, que costaban cien pesos.

Una de las vendedoras se quejaba de que los del Museo la hubieran echado con sus playeras: “Payasos, si es la primera vez que les pasa esto”, pues nunca habían tenido una muestra tan exitosa. Ella no lo sabía pero sólo el maratón superó los nueve mil visitantes y desde se apertura la muestra fue vista por más de 300 mil personas.

Para resguardar la seguridad de los visitantes, el museo pidió apoyo de Seguridad Publica y Protección Civil, y reforzó la iluminación entre los árboles y pasillos. Resultaron suficientes para mantener el orden de la larga fila que al final se tornó en manifestación, pues los miles que no entraron esperaban un milagro al grito de “Una hora más, una hora más” y “Somos 130, somos 130” que entraban cada hora.

Nunca el Tamayo había tenido un fin de semana tan frenético. “Es una exposición que sobrepasó la expectativa que teníamos de cupo, hemos llegado arriba de los 300 mil visitantes y para el Tamayo es una cifra muy considerable a la que nos tuvimos que ir adaptando”, señaló Sofía Provencio, directora de comunicación. (Con Información de David Elías Jiménez)

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