Para Beatriz Lomelín el arte es una actitud de vida, “si no tienes metido el arte en el alma te estás perdiendo de uno de los satisfactores más importantes en la vida”. Beatriz es originaria del Distrito Federal y después de trabajar en la empresa de bienes raíces de su padre, encontró en el arte su más grande pasión.

Estudió Historia del Arte en el Instituto de Cultura Superior, en la ciudad de México, y al finalizar su carrera inició una labor como docente, después fue directora y socia del Instituto, hasta que decidió radicar en Querétaro, aquí tiene 25 años dedicados a impulsar el desarrollo cultural a través del Centro de Arte y Cultura, institución que fundó en 1991 y a la fecha se mantiene ofreciendo talleres, cursos de diversas especialidades artísticas, culturales y humanísticas, en  horarios para todas las necesidades.

¿Qué la llevó a estudiar Historia del Arte?

—Yo trabajé en la institución de bienes raíces de mi padre, estuve trabajando ahí y me di cuenta que no era tanto lo mío, empecé a darme cuenta que me faltaba llenar un hueco intelectual, emocional, espiritual con la cultura y el arte. Hice un viaje a Europa y me di cuenta que me faltaban muchas cosas por aprender. Hablé con él  y le dije que tenía ese hueco y esas ganas de incursionar en ese campo del arte y la cultura y me dijo: ‘Adelante, es tu vida, sigue tu vocación’. No me arrepiento de haber estado trabajando con mi padre, porque realmente aprendí muchas cosas y luego me fui al Instituto de Cultura Superior, hice la licenciatura, después empecé a trabajar como maestra y directora, fui también socia, hasta que decidí cambiar de ciudad con mi familia.

En la vida de una persona, ¿qué lugar debe ocupar el arte?

—Puedo hablar desde mi experiencia personal. Yo creo que para mí es prioritario en mi vida diaria. Yo necesito mis espacios, mis tiempos para llenarme hoy en día, voy a conferencias, voy a presentaciones de libros, voy a exposiciones, voy a todos los conciertos que pueda, voy al cine de arte. Pero también hay espacio para combinarlo con la familia, por ejemplo, mi hija Paula es cantante de ópera, y  ¿qué quiere decir que eso?, que viví el arte también con mi familia.

En ese año de 1991  que llega a vivir aquí, ¿cómo era Querétaro?

—Muy diferente a como es ahora, hoy hay un gran incremento en la cuestión cultural y artística, por la gente que ha venido y se ha quedado aquí, aportando sus conocimientos de cultura y  arte, ha llegado gente con mucho talento, con ganas de hacer de esta gran ciudad algo con un nivel de oferta cultural más interesante. Cuando yo llegué casi no había otras instituciones, de hecho hoy en día  somos el Centro de Arte y Cultura que tiene una oferta mucho más extensa que otras instituciones, nadie tiene el abanico de posibilidades que ofrece el Centro, tenemos diferentes opciones de talleres y cursos. Yo llegué en el verano de 1991 y para septiembre yo ya estaba iniciando el primer lugar del Centro que fue la Casona de los Cinco  Patios, acondicionamos los espacios para danza, música y teatro. Había mucho interés en las artes.

¿Qué les hace falta a las instituciones privadas que se dedican a la cultura, para mantenerse activas?

—La primera cosa es la entrega, una vocación que no esté relacionada con la cuestión económica, porque si esperas que vas a poner esto como negocio, sobre todo al principio, en donde eres nuevo, en donde no tienes un reconocimiento, una trayectoria, yo pienso que será difícil. Pero la entrega, el amor por lo que estás haciendo, la vocación es importante, de todas formas no es una empresa fácil,  hay que estar presente todos los días, yo, desde el primer día a la fecha no he dejado de venir nunca, aquí estoy siempre al pie del cañón. Ahora, a más de 25 años siempre estamos trabajando para reinventarnos, creando posibilidades nuevas, actualizándonos, estar muy pendientes de qué está sucediendo cada día en el ámbito del arte.

¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dejado estar al frente del Centro?

—Creo que es complicado señalar una específica, pero  siento que la mayor satisfacción está en el reconocimiento  de la gente, yo misma me doy cuenta porque los alumnos agradecen el espacio y se sienten a gusto, hay alumnos que tienen 20 años y que no han dejado la escuela, ahora toman un curso y al siguiente toman otro  para experimentar, para mí la satisfacción más grande es el reconocimiento de las personas que asisten, no por vanidad, sino por saber que estoy haciendo una  labor importante aquí en Querétaro.

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