La armonía de los instrumentos prehispánicos y la danza conchera del grupo Aztlán, sorprendió al público del Festival Internacional de las Artes Escénicas 2018, en el que a través de un espectáculo ceremonial titulado Omeyocán, fusionaron su interpretación de las melodías ancestrales con las mezclas electrónicas de Ramiro Ramírez.
Minutos después de las 20:00 horas, sobre una plataforma instalada en Plaza de Armas apareció frente al público una joven ataviada con un vistoso copilli, quien al unísono de los caracoles y las flautas, aromatizó con copal todo el lugar.
“Existe el cielo, nuestro cielo. Se le considera la pupila radiante (…) nosotros somos parte de un universo dual, así como existe el día iluminado por el sol Huitzilopochtli, existe la oscuridad en la noche iluminada por la luna Coyolxauhqui; así como existe el bien, existe el mal. Como existe la vida, existe la muerte. Estamos hechos de los mismos elementos que Coatlicue, nuestra madre tierra”, dijo la danzante mientras marcaba los cuatro puntos cardinales con un sahumerio ceremonial.
Durante una hora, encarnados como dioses y guerreros de la cosmovisión Mexica, los artistas simbolizaron con danzas y luchas gladiatorias el significado de Omeyocán: lugar de la dualidad.
El jaguar “es un gran cazador pero de nuestros propios defectos. ¿Cómo convertirnos en guerreros jaguar? Creo que es el momento, despertando conciencia. Omeyocán significa lugar de la dualidad. El día de la noche, como hay vida hay muerte, como hay alegría hay tristeza, esa es nuestra batalla, esa es nuestra dualidad, hoy tenemos que vencer y emprender nuestra propia guerra para vencer nuestros obstáculos. No es necesario ataviarse con plumas para ser un guerrero águila o un guerrero jaguar, ahora tú que estás sentado es necesario que encarnes los valores que nos dejaron nuestros mexicanos antiguos”, se escuchó en una voz masculina, al tiempo que dos danzantes caracterizados como guerreros se enfrentaban en un duelo a muerte.
A la par, los sonidos de aerófonos (silbatos y flautas de barro y de madera), membranófonos (huéhuetl) e idiófonos (caparazones de tortuga y cascabeles de mariposa), fusionados con las mezclas electrónicas de Ramírez, crearon una atmósfera musical en la que se contrastó el pasado indígena con la época moderna.
Aztlán: lugar de las garzas blancas
De acuerdo con Homero Mota, director de Aztlán, el espectáculo forma parte de los festejos previos al 20 aniversario de la agrupación, que surgió a finales de los 90 con el fin de recuperar y promover la tradición acústica y cultural de los grupos prehispánicos.
Con ayuda de arqueólogos, Aztlán ha obtenido réplicas de los instrumentos ceremoniales, con los que realizan una interpretación de la música prehispánica, pues aún no se cuenta con documentos que den una certeza sobre ésta. No obstante, al extraer los instrumentos del museo para convertirlos en “objetos de escenario”, fusionan sus sonidos en géneros como el rock, pop, reggae y música electrónica, buscando interesar a las generaciones más jóvenes en esta manifestación cultural.
“Este espectáculo lo hemos llamado Omeyocán para compartir con la gente la dualidad que existía en el México antiguo. Por eso representamos una lucha gladiatoria entre un jaguar y un águila, para poder representarla. Sin embargo, el mensaje principal es que nadie es más, nadie es menos, son fuerzas, y existen en la naturaleza y tenemos que equilibrarlas”, explica Mota.
La agrupación está afiliada a la Asociación Estatal de Juegos Autóctonos y Tradicionales, ya que además de la música tradicional, promueven el juego de pelota encendida, juego de cadera, pitarra y la lucha gladiatoria mexica.
Actualmente, Homero es profesor de historia en una preparatoria del municipio de Colón, donde utilizando de forma didáctica la música, los juegos y la danza tradicional, explica a sus alumnos el pasado prehispánico de México.
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