Como cada tarde, Sergio Vázquez Bacconnier acomoda su teclado a un lado del kiosko de la plaza Zenea de Querétaro y empieza a tocar.

Cuando menos se los espera está rodeado de gente. Parejas, gente mayor, se acercan, llamados por las melodías y empieza el baile, como en sus tiempos.

“Cuando empecé, hace 14 años, veían cuatro gentes, ahora se llegan a reunir hasta 600”, dice el pianista a EL UNIVERAL Querétaro.

Bacconnier toca las melodías que le gustan tanto a doña Irma Gloria Elene Cepeda, de 75 años, un danzón o una para bailar, como dicen, a pasito lento, sola o acompañada.

Ese día, doña Irma Gloria lleva un gran sombrero rojo, y unos pantalones con estampados dorados. Es un simpático arlequín. Bailaba sola en medio de la plaza. Daba pasos como si estuviera en un improvisado vals. No le importaba nada más, sólo la música y su inexistente pareja.

“Bailo porque puedo, antes no me dejaban, ni mi familia ni mi marido”, declaró. “No vengo a buscar marido, sigo recordando a mi Ricardito (fallecido), sólo me quiero divertir sanamente”, agregó dora Irma Gloria Elene Cepeda.

Bacconnier arremete con una cumbia y todos en la plaza se alborotan. Un hombre baila como si estuviera en un mundo sin gravedad. Lentamente y absorto de su propia realidad. No se ha dado cuenta que ya perdió a su pareja de baile.

Una dama de apariencia humilde y su acompañante descansan en las sillas que el instituto de cultura de la ciudad les presta. Ven bailar y mientras, muerden una telera. A sus pies, una gran bolsa con pan de sal. “Son para ella, para su servicio”, aclara el acompañante.

Bacconnier dice que se sabe más de 2 mil canciones y que le gusta tocar en la Plaza Zenea. Que también lo hace en asilos y casas de huérfanos “para ayudar a la gente”.

Doña Carolina Fonseca tiene 10 años bailando en el Jardín Zenea. Es una mujer que ya pinta canas y a primera vista parece una noble abuela que cuida de canarios en su casa. Pero cuando suena las primeros sonidos de un rock and roll o un charleston, y esta tierna abuelita de los canarios en casa, se transforma en una frenética bailarina.

Eugenia Villegas es de las más jóvenes del grupo. No pasa de los 35 años. Contó que venía al parque Zenea sólo a ver bailar “De tan penosa que no me animaba”, dijo. Hasta que se animó a bailar y desde entonces su vida es otra. Es empleada doméstica y soltera. La acompañan sus papás y hermanas. Da gusto nada más de verla bailar. “No sabía que me gustara tanto bailar”, declaró.

Bacconnier se presenta en el Parque Zenea de Querétaro, martes, jueves y domingos y lo seguirá haciendo “hasta que se pueda” o el gobierno municipal decida otra cosa, finalizó el tecladista.

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