En medio de los 20 mil libros que en al menos dos paredes van de piso a techo, con una altura que supera los seis metros, todavía se escucha el persistente ruido del taladro y los golpes secos de la construcción. El Centro Cultural Elena Garro, que se ubica en el corazón del barrio de La Conchita, cumplió ayer una semana de su apertura y de asumirse como un espacio de barrio.

De ahí que el llamado sea tenaz: “esta es una librería de barrio, visítala a pie”; incluso se erigió con una premisa: que los libros se integrarán con la calle y que la vegetación lo hiciera con el interior de esta edificación moderna, verde y transparente que ha comenzado a ser tomada por la ciudadanía que llega curiosa a adentrarse en este espacio de libros.

Universitarios, escritores, artistas, pacientes de la clínica del ISSSTE, visitantes de Coyoacán, turistas y gente del vecindario, acudieron pronto al llamado y durante los primeros tres días de la apertura impusieron cifras en asistencia y venta de libros.

Esas primeras estadísticas, recuperadas durante sábado, domingo y lunes, confirman la buena recepción que ha tenido el espacio que rinde homenaje a la escritora Elena Garro.

En tres días, el recinto cultural edificado según proyecto arquitectónico de Fernanda Canales y Saidee Springall, ha sido visitado, en promedio, por 180 personas al día y han vendido 250 libros cada día, lo que representa 85 ventas diarias.

Se trata de un edificio bello y moderno que alcanzó mayor estética con las dos puertas laterales de bronce, fabricadas según diseño de Paloma Torres, una obra artística que con el título de El bosque transformado, simboliza cómo la naturaleza se ha integrado al entorno del hombre en las grandes ciudades.

Al momento de acceder al número 43 de la calle de Fernández Leal, se respira distinto. Guillermina Caballero Zamora, una psicóloga educativa que vive en Avenida del Imán, entra curiosa a ese recinto que vió edificarse poco a poco. Sus visitas mensuales a la Clínica del ISSSTE le permitieron seguir el proceso y ahora admira la belleza del recinto, su arquitectura, pero ante todo la altura a la que están los libros.

“Es un espacio interesante, muy bonito, les quedó amplio, están muy bien colocados todos sus libros, pero al entrar me da la impresión de que están muy altos esos estantes y yo me pregunté cómo voy a ver todos esos libros que están allá arriba. ¿Cómo le van a hacer para bajarlos?”, señala.

Y es que hay dos paredes en particular, donde los libros alcanzan una altura imposible de mirar; la respuesta es sencilla: se exhiben los libros y a esa altura se almacenan.

Pero Guillermina no lo sabe y su mirada pasa de área en área, va de lo infantil a la psicología, del derecho a los best sellers, de la literatura universal a las obras en otras lenguas, que dicen, provienen de más de 80 editoriales extranjeras, sobre todo en inglés y francés, en las cuales sobresalen traducciones de novelas de escritores mexicanos como Carlos Fuentes, Juan Rulfo y Octavio Paz.

Pase, lea y tómese un café

Apenas se cruza el jardín que da a la calle y la gran pared de cristal, los usuarios se sorprenden, es una gran casona llena de libros, los hay incluso en la lámpara hecha con 14 ejemplares que, con sus páginas abiertas, “vuelan” sobre el área infantil donde se ubican dos mesas con sillas multicolores para los pequeños.

Es un espacio para regocijarse y echar a volar la imaginación, al menos así lo ve Edith, dentista y educadora que, tras acudir a su cita clínica, entró a conocer el centro cultural, que describe como un espacio hermoso. “Me parece muy importante que hayan puesto una librería porque aquí solo hay restaurantes. La estancia es muy agradable, voy a comprar mi libro y me voy a tomar un cafecito”, comentó.

Gabriela Mendívil llegó al espacio que cuenta con un salón de usos múltiples para 120 personas; un foro al aire libre para las presentaciones de cuentacuentos y una videoteca y fonoteca nutrida e interesante, porque leyó la noticia en el periódico.

“Leí la inauguración y me llamó mucho la atención porque vi las fotos, los cristales, me gustó mucho la arquitectura del espacio y al verla dije ‘voy a ir a conocerla’. Es muy moderna, muy amplia, muy iluminada, todo lo contrario de las bibliotecas que son oscuras, cerradas, te invita a venir tan sólo a dar la vuelta, a ver qué libros hay. Me gustó mucho el concepto”, dijo la visitante que compró Ardilla miedosa para su nieta de tres años.

La belleza del espacio también la celebró Ciprián López, arquitecto que tiene su despacho en la zona, pero dijo que es una obra muy grande para estar en el centro del barrio de La Conchita, por lo que habrá que ver los impactos de una construcción de esta magnitud. “Está precioso el edificio pero quitaron la edificación patrimonial, seguramente siglo XX, y dejaron sólo la cáscara; se hace en muchas restauraciones europeas de aquí, el espacio que crearon es bellísimo pero poco funcional, no alcanzo a ver los libros de allá arriba, lo hicieron como si fuera bodega de Walt Mart, abajo está el libro y allá está almacenado, entonces el almacén está aquí mismo, puede que eso funcione. Me gusta, demasiado impactante a la que nadie puede venir porque no tiene estacionamiento”, señaló López.

Con todo, con la falta del estacionamiento porque todavía está en construcción, al igual que el elevador, la sala de juntas y la dirección, el Centro Cultural Elena tiene las puertas abiertas, a pesar de las luchas legales interpuestas por los vecinos que superan los tres años, de clausuras, juicios, amparos, retrasos y cuestionamientos de los vecinos.

La realidad es que los ciudadanos han comenzado a hacer suyo ese espacio. Mientras, los trabajadores siguen limpiando, lustrando la escalera de madera que conecta al piso de arriba donde se ubica el área de libros especializados en estudios de género, vocación principal de la librería.

De puertas abiertas, con una arquitectura salpicada de pequeñas, medianas y ventanas de gran tamaño, el centro cultural- que tuvo una inversión de 20 millones de pesos y oferta 180 mil ejemplares de más de 20 mil títulos-, espera tener 400 visitantes diarios en promedio, que tomen el espacio y lo hagan suyo.

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