La cantante y perfomancera Astrid Hadad se presentó en Plaza de Armas de Querétaro, y los asistentes casi la hacen llorar de tanto aplauso que recibió.

“Querétaro era una grata sorpresa para mí”, manifestó la cantante al final de su presentación, como parte del programa artístico para celebrar la fiestas patrias en la ciudad.

Astrid Hadad no sólo canta, toda ella es un espectáculo. Tiene por ejemplo, el récord, no reconocido por Guinness, de cambiar de vestuario más rápido y más veces en un escenario.

Suele usar un vestido por cada canción y a veces dos. Si se toma en cuenta que cantó durante dos horas, échele lápiz al asunto. “¿Nunca habían visto a una cantante que se vistiera y desvistiera tan rápido?”, cuestionó. “Casi siempre me desnudan rápido, pero vestirme es otra cosa”, agregó.

Cada vestido es una revelación y cada vez son más aparatosos. Por ejemplo, traje de cuadro de Frida Kahlo, con el tema de “Venadito”, la misma que fue la canción favorita de la pintora de la gran ceja.

Vestimenta de fachada de palacio municipal, con todo y bandera y adorno patriótico de 15 de septiembre. Lo tiene que ver, no se lo puede imaginar.

Vestido de trajinera, con todo y palote para remar en Xochimilco. Bello y loco en todos los sentidos.

Vestido de teatro municipal, con todo y marionetas que bailan, público y luces azules que adornan el Teatro Venustiano Carranza. Ese tampoco se lo puede imaginar.

También aparece Hadad de la Llorona y cita al poeta, “Llorona, ya no llores más, porque la que tanto llora, escasea al mear”.

Hadad con calacas en la cabeza. “No le temo a la muerte, más le temo a la vida...”, cantó.

Posteriormente, en un “en friega”, se convierte en mujer con frutero de puesto de jugos para simular ser una bailarina de burlesque de los años 20, para rendir un homenaje a Tin Tan. El ajuar incluye confeti que sale del sombrero. Exótico y lo que le sigue.

“Las mujeres siempre hemos sido el wonderbra de México, el sostén, en la revolución mexicana cargaban todo, la silla, el metate, el petate, y si las herían en combate no tenían derecho a ser atendidas”, contó, para luego salir con ajuar de Adelita y un arreglo de dos metros de alto, con todo lo que supuestamente cargaban las revolucionarias, incluido el perro.

Hadad también cita a los héroes de la patria, como el cura Miguel Hidalgo “que era padre, porque tenía hijos por todos lados”, debate sobre política nacional, en un país “donde todo es cierto, pero nada es verdad”.

Canta esas canciones que son broma y pasión al mismo tiempo: “No tengo Visa, ni Bancomer, tampoco Master Card”, o aquella donde sobre un calcetín y el amor son lo mismo. “Me tienes todo el día pisando” y “en eso del amor no hay zurcidos” (“El Calcetín”)

Si el poeta francés, André Bretón, hubiera asistido a Plaza de Armas, en Querétaro, hubiera cambiado sus palabras y no hubiera escrito que México es un país surrealista, que Astrid Hadad es todavía más surrealista.

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