Vanessa Paradis, 41 años, icono francés de la música y cine, es rápida. En el marco del Festival de Cine de Toronto, un periodista cuarentón le comenta que de niño estaba enamorado de ella por su hit radial “Joe le taxi”. Una canción que ella cantaba en 1991.

“¿Y ya no estás enamorado de mí?”, contesta Vanessa Paradis, y las risas salen entre los testigos.

De enormes ojos y una coqueta sonrisa con sus característicos dientes separados, Vanessa Paradis, además de ser rápida, se muestra particularmente feliz.

Tras una vida dedicada al cine francés, Vanessa ha hecho una parada en el cine de Hollywood, compartiendo cámara nada más y nada menos que con Woody Allen. La película que los une es Casi un gigoló, grata comedia de la escuela alleniana, dirigida y coprotagonizada por el actor John Turturro (El gran Lebowski), acerca del encuentro y romance aparentemente imposible entre un aspirante a gigoló llamado Fioravante (Turturro) y Avigail (Paradis), la viuda de un rabino.

En medio de esta relación, Woody Allen interpreta a Murray, amigo de Fioravante, quien ejerce como su proxeneta para que encuentre clientela femenina entre mujeres lanzadas a la vida, a cargo de Sharon Stone y Sofía Vergara.

Rodando en Nueva York, hablando inglés y no francés, y compartiendo escenas con Woody Allen, Paradis se armó una cápsula amable tal vez necesaria después del bullado quiebre en 2012 con su pareja de años, la estrella Johnny Depp, padre de sus dos hijos Lily-Rose Melody Depp (15 años) y John Christopher Depp III (12 años).

“Te desconectas completamente, apagas tu celular y te olvidas de responsabilidades, ya que estás protegida en esta burbuja y tienes la fortuna de tener este gran director en el que confías plenamente”, dice.

Al preguntar cómo fue actuar al lado de Woody Allen en esta película, responde: “Pffff. Filmar con Woody Allen es lo más duro que he hecho. Es un genio, y como uno se podía esperar, improvisa todo el tiempo. Eso me quedó claro desde los primeros momentos del rodaje, cuando John Turturro se reía detrás de las cámaras por las cosas que inventaba Woody.

“Y él me había dicho antes que iba a improvisar. ‘Espero no te moleste, pero me gusta crear mis líneas’, me decía Woody, pero a veces no sabía cuándo entrar en escena, y además me daba risa, pero tenía que mantener mi cara seria”.

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