Nueva York.— De niño, Alejandro González Iñárritu jugaba a ser Batman. Se ponía su capa y a imaginar aventuras en su vida.

“En la casa de mi abuela que vivía en la Condesa, se tenía una puerta de vidrio de cuadritos y un día me puse la capa de Batman, atravesé por uno de los cuadritos, lo rompí y no me pasó nada. Pude haber sangrado, matado, pero nada”, recuerda entre risas.

Ahora el reto del director de Babel y Amores perros no es salvar damiselas, sino hacer cine que quizá no sea heróico, pero si le ha causado incrementar su locura.

Mañana llega a salas nacionales Birdman, la inesperada virtud de la ignorancia, su más reciente filme, que aborda el caso de un hombre (Michael Keaton) quien fue estrella de cine y lejos del medio, batalla para ser reconocido como actor y creativo talentoso, en una obra de teatro.

Todo en largos planos secuencias (el primero de media hora), contando en le dirección de fotografía con el también mexicano Emmanuel “El Chivo” Lubezki, ganador del Oscar por Gravedad, así como el diseño de sonido de Martín Hernández.

Mucho se ha hablado ya de cómo es la primera película cómica en la que “El Negro” se dio la oportunidad de reír en un set.

Pero lo que sólo se atrevió a confesar en Nueva York, tras el estreno de su película en el Festival de Cine, fue que este último largometraje es en realidad una exploración de su propio ego. Uno complicado, bipolar y con el que ha tenido que aprender a convivir.

“La idea vino de esta lucha que todos tenemos con nuestro ego y, personalmente, de la que he librado con el mío durante los últimos quince años.

“Así que Birdman es una exploración y un mecanismo de introspección acerca de cómo el ego funciona. En mi proceso creativo mi ego ha sido siempre un inquisidor, un tirano y un personaje agresivo que me ha llevado a las nubes y a los infiernos porque a veces, cuando estoy haciendo un proyecto siento que lo que está quedando es genial, grandioso, magnífico y veinte minutos después me siento un pez muerto que sólo está haciendo basura y algo que nadie va a querer ver”, reconoce el ganador del Globo de Oro en 2007.

¿Qué es lo más heroico que has hecho por el cine?

Lo que pasa es que para mí la palabra héroe me molesta muchísimo, porque hay algo con militares.

A mí me gustan más los personajes inciertos y llenos de dudas, que los héroes llenos de certezas. No creo que haya nada heroico, más bien es bastante tortuoso y t tiene que ver más con la locura que con el heroísmo, tiene que ver con una cuestión quizá masoquista y de locura.

Entonces ¿cuál ha sido la locura que has hecho?

Creo que esta película en general, por el intento, porque la apuesta era bastante arriesgada e irresponsable por su forma de hacer y porque todo hubiera podido irse a la basura. Me dijeron que no lo hiciera, que iría directo al fracaso por hacer una comedia sin actores chistosos, y quizá tenían razón, pero eso me hizo estar más alerta, en todo momento del proceso.

Cambio a cada minuto . Para Michael Keaton, que interpreta con maestría a Riggan, una ex estrella de cine que escribe, produce y dirige la que espera su obra maestra en Broadway, este es uno de los papeles más difíciles de su carrera en el cine.

“No sólo en términos de lo que representa sino también de cómo estuvo filmada la película. Y es que cada 40 segundos aproximadamente, tenía que mostrar una emoción diferente porque el personaje cambia todo el tiempo”, recuerda.

“Fue algo realmente difícil, pero me gustó, porque me fascina lo complicado”, explica el actor que evita leer las malas referencia hacia él, “creo que he sido tratado por la crítica de una forma bastante justa. Pero soy la persona incorrecta para afirmarlo. Aún así puedo decir que me siento bastante satisfecho. La verdad es que siempre que hay algo bueno que se dice acerca de mí me gusta saberlo, nunca está de más oir los elogios”, asegura sonriente.

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