Cobijados por música de orquesta, un coro de mujeres de blanco y cuatro bailarines, Don Quijote y Sancho Panza cabalgan escribiendo la historia de las grandes aventuras de nobleza, batallas por ideales, un amor rendido a los pies de Dulcinea y al final el epitafio: "Viví como un loco y muero cuerdo".

"En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..." comienza exclamando Alfredo García, protagonista de El Caballero de la Triste Figura, tras la aparición de su caballo Rocinante en el teatro Juárez, en la primera de las dos presentaciones que tendrá en el marco de la edición 40 del Festival Internacional Cervantino.

Así inicia el primero de los siete actos de la ópera de cámara basada en los textos de Miguel de Cervantes Saavedra, adaptación realizada por Tomás Marco, con coro y ensamble de la Comunidad de Madrid y la participación de la mezzosoprano Ana Cristina Marco en el papel de Dulcinea, y la soprano María Rey-Joly encargada de la narración.

Persuadido por el ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha, que le ofrece fortuna y poder, Sancho Panza, encarnado por el tenor Eduardo Santamaría, lo sigue en una loca aventura en la que confía ciegamente hasta atestiguar los desvaríos de su líder, que en vez de enfrentar ejércitos declaraba la batalla a molinos de viento u ovejas y carneros.

Don Quijote está convencido de la nobleza de su odisea y Sancho Panza consigue ser declarado gobernador, pero nada le satisface.

Disfruta dando órdenes, pero nada que hagan sus sirvientes es suficiente para agradarle, ni siquiera puede probar los exquisitos bocados dispuestos en la gran mesa, porque su consejero principal le persuade evitar alimentos que le enfermen.

Frustrado, Sancho Panza renuncia a sus títulos, mientras que Don Quijote, fragmentado por los descalabros de sus malogradas batallas, cae enfermo y en el lecho de muerte se ha dado cuenta que ha vivido como un loco y en el punto final de su existencia comprende que realmente siempre estuvo cuerdo.

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