En Boxtha Chico, población del estado de Hidalgo, nació Raymundo Isidro Alavez y creció escuchando a sus mayores hablar el hñähñu, aunque le tenían prohibido aprender la lengua, aprendió a hablar y escribir otomí. El interés por preservar su lengua lo llevó a traducir al otomí: Visión de los vencidos, El llano en llamas, Aura, El Quijote para niños, y El Principito, que en el 2017 tendrá su reedición. Además trabaja en las últimas palabras para concluir la traducción  de Árbol Adentro de Octavio Paz.

Con El llano en llamas entre sus manos, su segunda traducción publicada, el académico recordó que El Principito, obra del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, se publicó en otomí en el 2012 y en un año se agotó el tiraje, por eso se contempla su reedición y se planea su presentación en Guanajuato,  en el marco del Cervantino 2017, que tendrá a Francia como país invitado de honor.

“Cuando salió El Principito me di cuenta que es en los niños donde hay que sembrar esa semillita de la inquietud de conservar la lengua y la cultura, y al parecer ha prosperado porque han hecho lo mismo escritores de otras lenguas aquí en México. Es un libro muy interesante escrito aparentemente para niños, pero tiene mensajes para la gente adulta, mucho contenido tiene, por eso me llamó la atención. En el caso de El Principito lo tuve que leer en español y en francés, además de entender el mensaje de sus palabras, tener los datos biográficos, aportaciones,  enterarme de la vida de estos grandes personajes en la literatura”, comenta a EL UNIVERSAL Querétaro Raymundo Isidro Alavez, académico del Centro de Enseñanza de Idiomas de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la UNAM.

También es traductor del libro El Quijote para niños que se editó en otomí, español e inglés, y entre sus proyectos está la publicación del Popol Vuh en su versión infantil.  Además, sobre la máxima obra de Miguel de Cervantes Saavedra, participó en la traducción de El Quijote Poliglota, tanto para México como para España.

El catedrático y traductor se encuentra trabajando en  Árbol Adentro de Octavio Paz. “Estoy por terminar, si acaso me faltan 10 palabras de la última obra poética de Octavio paz, Árbol Adentro, faltan unas palabras que no encuentro, porque logra crear poesías muy laboriosas, primeramente hay que entender casi palabra por palabra, y eso es  lo que cuesta trabajo, se tiene que buscar el significado más acertado, porque no es mi libro, sólo mis traducciones  y trato de que sean más apegados al texto; en el caso de El Principito lo tuve que leer en francés y en español,   yo tengo comprensión de lectura en francés e inglés también, y así es más fácil poder hacer la traducción”.

Otro ejemplo que brinda, sobre las complicaciones de la traducción en otomí, es Aura de Carlos Fuentes.  “Esa obra fue más que nada para construir el lenguaje urbano, como se dice: avenida, sofá, cortinas, nosotros agarramos el tronco de un árbol y nos sentamos, no hay nada de sofá, pero ¿cómo construir esa palabra?, que es una palabra ya más urbana”.

El llano en llamas, obra de Juan Rulfo, es un libro muy significativo para el maestro Raymundo, “por ese lenguaje rural, lo leí como a los 11 años, me quedo mucho sus palabras, porque además es un lenguaje ágil,  un  lenguaje que habla del campo, que es entendible”.

Sobre Pedro Páramo, dice que es una obra más compleja, pero sí la está contemplando para futuras proyecciones.

Al rescate de la lengua. El objetivo de las traducciones, explica,  es rescatar y promover la lengua, pero ¿Por qué hasta ahora se está pensando en promover las lenguas indígenas? “Porque se han percatado que es necesario, una lengua es una forma de ver tu entorno, tu mundo, los problemas que están suscitando en México  los quieren corregir desde los problemas de acá fuera, pero en el caso de los grupos étnicos tenemos que hablarles desde dentro de su mismo ambiente. Y tenemos que conservar lo nuestro, todo pueblo, respetar la identidad, evitar discriminaciones  la gente tiene que ser tolerante, que toleren nuestra forma de ser, de comportarnos, de tolerarnos, es lo que hace falta  y creo que México ya vamos para allá”.

Los pueblos indígenas han perdido su lengua por la discriminación que han padecido. El mismo Raymundo vivió esa discriminación.

“Las primeras palabras en otomí  que yo escuché de  mis padres cuando hablaban, se me quedaron, lástima que en la época en que yo nací pues mis padres nos prohibían aprender la lengua, ellos sufrieron mucho la discriminación, entonces  no querían que padeciéramos nosotros eso, ellos nos hablaban en español a nosotros pero yo los escuchaba a ellos hablar y también a las personas de mi comunidad las escuchaba y en la escuela me ponía hablar con mis compañeritos otomí, y se nos quedó el acento, algunos muchachos se burlaban cuando yo no podía pronunciar algunas palabras, por ejemplo la palabra: cuchillo, nosotros decíamos ‘cuchio’. Se nos quedó el modismo y eso era motivo para que nosotros, en palabras nuevas, nos agarrarán, como dicen ahora de bullying, pero a mí nunca me dio importancia eso, soportaba todo,  no era para que yo me sintiera inferior”.

¿Qué le decían? “Lo común, indio. Lo sufrí en la secundaria, en la Normal también, hasta ahí, pero nunca  hizo mella en mí,  no me avergoncé. En mi caso fue muy insistente el hablar el otomí, que es mi lengua materna”.

Su primera traducción fue Visión de los vencidos de Miguel León Portilla, “ese libro es simbólico para la cultura otomí, porque ahí menciona la valentía de los otomíes, fueron los primeros que se le opusieron a los españoles, les fue mal, mis abuelos usaban sólo flechas, lanzas, no es lo mismo que pelear con arcabuces, pero lo que cuenta es esa valentía con que se le opusieron. Ese libro es un ejemplo de lo valerosos que somos los otomíes, y que no debemos dejarnos caer por la discriminación, muchos niegan, a la fecha, hablar el otomí, pero en realidad les da pena”, añade Raymundo.

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