El Museo de Arte de Querétaro abrió un taller para niños, quienes durante sus vacaciones de verano, podrán conocer a los grandes exponentes de la pintura occidental, tales como Picasso, Velázquez, Cézanne, Paul Klee y RufinoTamayo. Además tendrán la oportunidad de experimentar el arte y echar a volar su imaginación para aprender a crear, mientras desarrollan su inteligencia emocional.

Un grupo de 23 niños de entre 4 y 12 años se aglomera en torno a una televisión en la que aparecen las imágenes de algunos famosos cuadros. Varios abren sus pequeñas bocas en señal de admiración, cuando la profesora, Laura Cortés, les explica que se trata de Claude Monet, un pintor del siglo XIX, que debido a sus paisajes poco definidos, se piensa que estaba perdiendo la vista durante su proceso creativo. De pronto, la pantalla se pixelea, y un niño levanta la mano para preguntar: “¿Así es como el señor veía el mundo, maestra?”.

Se trata de un taller de arte poco convencional, enfocado principalmente en la historia y el análisis iconográfico de las pinturas que marcaron un hito por sus aportes a la estética y documentación de las sociedades, para lo cual se utilizan herramientas audiovisuales para ejemplificar desde las técnicas empleadas, pasando por los principales temas representados, hasta algunos aspectos de la vida personal de los autores.

“Son ejemplos de vida. Es importante traer a colación sus biografías, ya que a veces los consideramos casi extraterrestres, y no. En realidad también fueron niños, y pese a que muchas veces no tuvieron grandes oportunidades, lograron increíbles cosas”, dice Laura, quien asegura que la identificación con otros modelos de vida es sustancial para el autoconocimiento y la definición de un proyecto propio.

Durante la revisión también se abren círculos de diálogo para analizar los cuadros, y descubrir qué tanto ha cambiado el contexto cultural y material de las sociedades, es “como una ventana al pasado”, define la profesora y agrega que es otra forma de buscar el interés de las nuevas generaciones en los procesos históricos.

“Cada cuadro nos muestra un mundo que para los niños es completamente inimaginable. Por ejemplo, revisamos a artistas mexicanos del paisajismo, a través de quienes conocen cómo eran los paisajes del Valle de México, qué sucedía en lo que ahora es la ciudad y qué había antes de los edificios y coches. De repente, se asombran con un escenario del siglo XIX, en donde sólo ven magueyes, nopales y al Popocatépetl en el horizonte. Para ellos es a veces complicado entender que ese mundo existía. Por ejemplo, cuando revisamos los bodegones, analizamos los claro oscuros como un manejo de la luz que responde a los usos y costumbres de la época, en donde no había interruptores ni focos como los de ahora”, relata.

Cada sesión se complementa con actividades manuales, en las que los pequeños echan a volar su imaginación replicando algún cuadro o escenario del artista revisado, a través de diferentes materiales: desde papel maché, alambre, pintura acrílica, unicel y reciclables.

“La intención es que aprendan a resolver una idea, empleando distintas técnicas que vamos variando de un autor a otro. El desarrollo de la creatividad sirve para todo en la vida, tanto en la parte artística como personal. Nuestro objetivo es que los niños aprendan a gestionar sus emociones y sepan lidiar con la frustración. Muchas veces tienen una idea y el resultado termina siendo completamente diferente; eso es lo divertido de esto, porque es cuando los niños se sorprendenden con lo que pueden llegar hacer, por el simple hecho de probar y aprovechar los pequeños accidentes”, puntualiza.

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